Garche y vicio en Tucumán: sexo gay como si fuera Berlín
Orgías, tríos, partuzas, drogas, morbos, sexo casual y mucho reviente, son tiempos indefinidos en el ambiente homosexual local y las nociones de fidelidad, amor o de pareja parecen redefinirse. Una mirada desde adentro.

Foto ilustrativa:https://www.mediterraneodigital.com/
Cuando me abren la puerta, cuatro hombres de entre 22 y 36 años están desnudos, solo dos están cogiendo. El resto conversa, se ríen, tienen unos vasos en la mano y se mueven con el ritmo de música electrónica suave. No hay mucho ruido y las luces están bajan, las cortinas cerradas. Abunda el humo de cigarrillos. Son todos chicos agradables, lindos, pero la situación no es lo que me imaginaba. Es más una reunión social nudista que una fiesta desenfrenada. Lo que veo puede ser interesante durante cinco minutos, pero no tarda en volverse normal, relajado, incluso trivial. Van y vienen teniendo sexo, se turnan, se besan, hablan de series, se lamen, bombean y comentan chismes. Veo una acabada. Se ríen un montón. Uno de ellos no deja de chatear por el celular y al parecer está buscando gente para que venga, coja y se vaya. Otro dedica largos minutos a buscar y a cambiar las películas porno que se proyectan en un Smart TV grande. El dueño del departamento es un anfitrión controlador y está especialmente interesado en el chico más lindo del grupo al que un poco persigue por todo el departamento. Inhalar poppers es lo más común en la fiesta, no parece haber marihuana y hay un plato sobre la mesa del living. Le pregunto al más grande de ellos sobre los efectos del popper y me cuenta: “Es como un calor que te sube por la cabeza, dura poquito y te pone a full para garchar”. Le pregunto si tiene sexo sin “vicio”, como se dice en la jerga, y me dice que sí, que obvio, y me siento un poco tarado por preguntar eso.
*****
Es un lunes a la mañana de marzo y El Chico Lindo está conectado en Grindr –la app de citas & sexo para gays—, quiere tomar cocaína y tal vez coger. Se quedó solo en su casa de un barrio de San Miguel de Tucumán y podría estar estudiando una materia de la universidad, pero ha decidido que, mejor, se va a dedicar al placer. Acepta que nos reunamos y conversemos, tenemos un par de horas hasta que su madre vuelva de trabajar. En la cocina, sencilla y con una ventana apenas velada por una cortina que se mueve al sol y al viento y que da al patio frontal de la casa, este chico muy inteligente y de una sonrisa seductora me cuenta que está conociendo a alguien. En un viaje reciente para visitar amigos en otra provincia, empezaron a hablar de cómo conseguir flores (marihuana) mientras esperaban el colectivo de regreso a Tucumán y terminaron teniendo sexo en las butacas del colectivo. El Chico Lindo es joven – no llega a los 24 años— y es HIV positivo: “Lo más difícil es contarle a alguien que te gusta, pero hago tratamiento y estoy negativizado. Trato de hacer hincapié en que indetectable es igual a intransmisible. El otro día hemos tenido sexo sin protección y después lo he acompañado a que se haga los análisis para que corrobore que está todo bien". El Chico Lindo, mientras aspira líneas de merca, dice que le cuesta el contacto físico, más cuando es cariñoso, pero que le gusta el sexo más bien fuerte o violento. Por ahora, no parece estar en sus planes ser monógamo. No está enamorado todavía, pero sí le interesa este nuevo candidato: hasta que la relación se consolide va a seguir buscando sexo sin forro en Grindr. Tal vez en el futuro, como tantas otras parejas gay tucumanas, El Chico Lindo y su potencial novio abran la relación y tengan sexo con otras personas, pero ya juntos.
*****
Leonel y Ricky (todos los nombres en esta nota son falsos para preservar las identidades de los chicos) se conocieron en una fiesta; una fiesta con música, tragos, drogas y… sexo. Eran cinco. Una orgía de fin de semana. Ellos dos cogieron con otros esa noche, pero algo especial se iba gestando entre ellos. Se buscaban para besarse, compartían con las miradas lo que cada uno hacía, estaban con los demás, pero formaban algo aporte entre los dos. Así se pusieron de novios hace un año y medio y viven juntos desde hace seis meses. Practican sexo sin protección, no solo entre ellos sino también con desconocidos. Ricky es el encargado de conseguir los hombres que penetran a Leonel, su amor, para que le acaben adentro: “Yo disfruto de verlo disfrutar a él. Y entiendo que no solo disfrute conmigo. Para mí, es como un regalo que nos hacemos los dos”, dice Ricky con seguridad. Esta pareja gay tucumana no es ninguna excepción o caso raro. Cada vez más, en las apps de citas y de sexo, son visibles las parejas abiertas que comparten la cama con conocidos y desconocidos. Los gays, muchas veces a la vanguardia de las prácticas sexuales, ahora parecen preferir los tríos y las “partuzas”. Si a eso, le sumamos el aumento del consumo de drogas duras, la práctica “bareback” (sexo sin forro), y la gama de “morbos” como filmarse o transmitir en vivo, el cruising (salir a buscar sexo en la calle o lugares públicos, como las teteras, generalmente baños públicos donde desconocidos tienen sexo oral de forma casual) y el sexting (sexo virtual o por mensajes con fotos y videos), el panorama sexual es radicalmente diferente en relación a diez, quince años atrás. Nada de esto es nuevo o se ha inventado recientemente, pero las proporciones han cambiado. Lo que antes era marginal o tabú, gracias al amor transaccional, al poliamor, a la libertad sexual, a los tratamientos para el HIV y a la tolerancia social para con el consumo de drogas, hoy se están redibujando los límites del mapa del placer sexual entre los gays. Incluso en Tucumán.
Lo que para algunos es “morbo” –una palabra que aparece en todas las conversaciones sobre sexo gay—, para Leonel y Ricky es una forma profunda y legítima de amarse. Entienden entregarse a terceros y compartir todo tipo de experiencia sexual como un acto de amor, un acto generoso de aceptación, de entrega y de placer de la pareja.
*****
“Morbo” parece ser la palabra clave hoy en día. Benja acepta mostrarme sus conversaciones en Grindr y Whatsapp, algunos videos caseros y su cuenta de Twitter privada (la red social por excelencia para las prácticas sexuales más extremas porque no censura contenidos explícitos). Los significados de “morbo” son tan variados que da la impresión de que cada uno tiene una definición propia. Puede incluir desde el simple hecho de tener sexo con alguien que se acaba de conocer hasta prácticas más “morbosas” como “lluvia dorada” (dar y recibir pis en el cuerpo), el intercambio de fluidos, sexo grupal, compartir fantasías y ver o filmar videos porno. Lo que está claro igual es que en las interacciones virtuales para conseguir un garche no puede faltar el morbo. “Me encantan los tríos porque son más dinámicos. El sexo de a dos me aburre”, dice Benja.
Un dato de la neurobiología es que las drogas, entre los múltiples efectos y razones para consumirlas, también sirven para desactivar los mecanismos inhibitorios del cerebro y así las fantasías y las prácticas sexuales se liberan. Se usa desde marihuana a poppers (un líquido químico que se inhala y que produce un subidón intenso, pero breve, y algunos relacionan con mayor dilatación anal o potencia coital); pasando por “pastis” (Éxtasis), “pepa” (ácido lisérgico, un alucinógeno), keta (ketamina, un tranquilizante para caballos) o merca (cocaína). Cuando Benja está “duro de merca” coge siempre sin forro y le excita el intercambio de fluidos. ¿Enfermedades de transmisión sexual? “Nadie se muere por tener HIV hoy, de hecho, las personas positivas somos las más seguras porque nuestra carga viral es tan baja que no contagiamos”, explica. De todos modos, dar o recibir “bicho” (el virus del HIV) sí le da morbo, aunque en su caso no signifique ningún riesgo concreto. Benja lo define así: “Es como una fantasía nomás. Eso es el morbo para mí. Lo que te calienta la cabeza”.
Visto así, los riesgos no tienen tanto que ver con el HIV-SIDA, sino con otras cuestiones: la cantidad de enfermedades de transmisión sexual como sífilis, gonorrea y clamidia han aumentado mucho en los últimos años y se han vuelto más resistentes a los antibióticos, algo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) viene alertando desde hace años. Pero se trata de enfermedades curables: molestias y no sentencias de muerte. El problema más grave puede ser la adicción. “Hay algunos que se pierden. O que no pueden coger sin merca. Viven para eso, están flacos, hechos mierda y se patinan toda la guita en falopa. No me parece que sea la mayoría, pero algunos hay”, dice Benja.
Jota, por su parte, no puede creer cómo estas prácticas sexuales se han puesto de moda: “A mí me parece que es autodestructivo. Los que hacen eso no tienen amor propio. No se cuidan, es como si no se quisieran. Coger con forro no es tan diferente de coger sin. Te acostumbrás y te ahorrás un montón de problemas”. Uno de esos problemas también es el estigma social. Pese a que en las aplicaciones de sexo abundan los perfiles “a pelo” o “morbo y vicio”, son muchos los gays que están en contra de estas prácticas. “A mí el reviente me parece patético. ¿Qué les pasa?”, se pregunta Jota.
Entre estos dos extremos, están los relatos de personas deambulando desnudas por las escaleras de edificios, perdidas en las madrugadas de sexo y drogas. “Me ha pasado que se pongan paranoicos, violentos, depresivos o les pinte salir en bolas por el edificio. Hay mucha gente que no sabe tomar y alguna vez he pasado un mal momento, pero nada que involucre a la policía”, dice Ricky.
*****
Domingo a la siesta y me llega el mensaje de Gastón. Me dice que con un grupo de flacos se van a juntar en su departamento de Barrio Norte para una sesión de garche grupal. Me dice que seis están confirmados hasta ese momento, “pero por ahí se suma alguien más. Si vos querés participar, está todo bien jeje”, agrega en el mensaje. Los encuentros con “gente del palo” suelen organizarse desde apps como Grindr o sitios como Contactossex y luego, mediante mensajes de texto, se definen los detalles. Algunos ya son amigos o conocidos y forman algo así como una comunidad sexual dentro de la comunidad gay. En Barrio Sur, existe un lugar privado muy conocido donde los gays pueden encontrarse para tener sexo ahí mismo, en los cuartos oscuros que el lugar provee. No es un boliche ni un sauna, solo un espacio para coger donde uno quiera y con quien quiera o encuentre. También está el famoso ciber donde pasa de todo. Pero estas opciones no abundan hoy en Tucumán como en otros lugares. Las reuniones sexuales se organizan, en su gran mayoría, de manera privada.
Por una cuestión profesional y también porque decido encarar la experiencia desde el voyeurismo (solo observar a otros tener sexo), le aclaro que no voy a participar, pero le agradezco el ofrecimiento. Llego pasadas las 17 a un edificio con portero las veinticuatro horas, me dan luz verde para subir y no logro descifrar si el hombre de la puerta sabe lo que está pasando unos pisos más arriba, si le resulta sospechosa la cantidad de hombres que van a subir en las próximas horas. El portero es seco sin ser maleducado y no sé si se debe a su profesionalismo, a que no le importa lo que vaya a pasar o a que no aprueba y marca una distancia moral. Todo es posible, me digo.
En los 45 minutos que me quedo en la fiesta, los veo coger pero sobre todo charlar, reír, ver porno, chatear, tomar unos tragos, escuchar música. También cae un flaco que se coge a dos y después de acabar se va. Tengo ganas de aprovechar y bajar con él, pero me da miedo que crea que quiero sexo así que espero. La buena onda continúa, pero la escena es repetitiva y tranquila. Me aburro y finalmente anuncio que me voy. Les doy las gracias y me dicen que el portero me abre abajo. Los dejo aspirando unas líneas de merca.
El aburrimiento es también una parte importante del sexo, parece. “Una vez vi a un pendejo bombear a otro controlando el tiempo con un reloj”, se ríe Leonel. “Hay gente que todo el tiempo sube la apuesta, primero es un trío, después una partuza, después una doble penetración y hasta el fisting no paran. Para mí es demasiado trabajo. Yo prefiero disfrutar más tranquilo. Si tengo ganas, hago algo. Si no, solo miro disfrutar a los otros”, dice Ricky. Igual admite que su sueño es un gangbang: ser el único pasivo para más de ocho activos.
*****
¿Por qué están tan de moda los tríos y las fiestas? Un Osito treintañero (Osos u ositos, en la jerga gay, son chicos morruditos o gorditos y peluditos, generalmente) coincide con Ricky que los tríos son un esfuerzo. “Juntar la gente, que haya onda entre todos, que nadie se moleste u ofenda o se sienta excluido y que todos la pasen bien. Uffff, es un montón. En las partuzas más grandes es más relajado porque algunos van y vienen y a nadie le importa tanto el otro”, me explica. “Aunque siempre puede haber un pesado”, completa el panorama. ¿Y qué buscan?, le pregunto. En el caso del Osito treintañero, muchas veces lo invitan y él acepta por aceptar. Dice: “No es algo que me vuele la cabeza. Pero, a veces, estás caliente y te llega un mensaje y decís, bueno vamos, ya era. Hay muchas invitaciones a tríos o cogidas de a más personas hoy en día”. Al osito no le gustan las fiestas con merca: “Están tan drogados que no pueden hacer nada. Ni hablar pueden. Yo prefiero un poco de alcohol, a lo sumo porro y listo”. El osito a veces coge a pelo, pero es más bien selectivo. “Hay mucha hipocresía al respecto. Algunos a veces te proponen coger sin forro de una, pero la mayoría lo hace sin protección y no se habla del tema”, agrega. ¿Si tiene miedo? “A veces, un poco”, contesta. Pero no lo suficiente como para usar siempre preservativos.
Son tiempos indefinidos en el gremio homosexual. Las nociones de amor, de pareja o de fidelidad, incluso de cuidado y respeto, no dejan de dar vueltas, desplegarse, reinterpretarse y redefinirse. Hay para todos los gustos. Algunos dicen buscar un novio al que le guste la joda tanto como a ellos, para compartir todo. El placer de los cuerpos, la locura de la pasión, la intensidad de los sentidos. Otros esperan encontrar un amor que los retire del desenfreno. Algunos admiten que hay mucha soledad y aburrimiento. Otros opinan que se trata de una nueva manera de disfrutar. Eso sí, todos parecen entender que siempre hay un costo y, en ese sentido, los gays tucumanos están totalmente dispuestos a descubrir a dónde los lleva el deseo y también el amor.