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"Juntar las cenizas y hacer una escultura: eso son mis canciones"

MÚSICA

Emmanuel Molina está más vivo que nunca y todas las canciones y todas las bandas que armó en pandemia salen ahora a la luz. Un viaje profundo a un universo tan complejo como magnífico a través de una entrevista que, como su música, no deja nada sin tocar.

Emmanuel Molina.






Emmanuel Molina no quiere nada. Le encantan las galletas. Todo el tiempo que puede, pumba, una galleta. Pero tampoco quiere galletas. El cambio de clima que es Tucumán lo tiene medio resfriado, pero tampoco quiere un té. Entonces subimos con Emmanuel al estudio donde nos gusta entrevistar a los grandes músicos que hoy no quieren nada y quizás mañana quieren todo. 

-¿Cómo andás, Emmanuel querido?

-Bien, con muchísimos proyectos.

-Contame.

-Tengo un disco por sacar del año pasado que lo grabé en el estudio Ion. Tuve la suerte, el privilegio de poder haber llegado a Ion de la mano de Leo Villagra, gran bajista tucumano, quien me acercó la posibilidad de grabar un disco en Ion, disco que es piano, bajo, violín y guitarra, un piano acústico bastante escueto. Un disco donde hago algunas canciones que habían quedado en el tintero de la época de Truman y algunas canciones nuevas. Paralelamente con ese proyecto estaba trabajando el año pasado con Fleko en unas canciones con una estructura mucho más moderna, más tirada al trap, que también tiene que salir. Y además estoy con mi banda que se llama Mi último intento, preparando lo que hoy es el primer single de la banda que se llama Distintas maneras, que lo presentamos el viernes pasado en Valhalla. Entonces todo esto es la consecuencia de haber trabajado mucho el año pasado y este año estoy materializándolo y tirándolo a la gente. Cuando está todo terminado hay que empezarlo a mostrar.

La pandemia que se termina, se sabe, que al igual que los tiempos bélicos que ocurren, se lee, ha obligado al refugio para preservar nuestras vidas. En ese refugio que tiene Emmanuel Molina en su casa en Las Talitas, no solo se preserva de la cumbia y del cuarteto de los vecinos, sino que ha encontrado en sus discos y en sus canciones la forma más bella para su existencia de resistir, de crear, de escuchar, de componer, de cantar.

-Empecemos por el plano más reciente: ¿en qué mundo, en qué búsqueda estás con Mi último intento?

-Yo siento que con Mi último intento, más allá de que el nombre sea un poco en serio y un poco en broma, cierro el círculo de aquello que comencé cuando tenía 14 años. Yo tenía esa edad en el año 86. Voy a usar una vez más la palabra privilegio: tuve el privilegio de haber empezado a escuchar música en el año 86, de haberme encontrado con todo lo que es el post punk en sí, o sea, fresquito, recién salido del horno. Era la música que me gustaba. Si bien el punk no me agradaba, no me parecía una propuesta estética que iba más allá de lo rápido, el post punk sí me pareció una música que tiene mucho más de exploración. Eran los punks que habían aprendido a tocar, ya no cantaban a los gritos  y ahora susurraban, y había otra postura. Para mí volver a tocar esa música después de haber pasado por todos los géneros (porque he pasado por todo menos por la música árabe) y volver a ese lugar es cerrar el círculo con todo lo que he aprendido desde aquel momento y hacer mejor mis canciones que hacía aquel pendejo de 14 que se vestía de negro a este viejo de 49 que se viste de negro. Con todo ese bagaje de haber escuchado, de haber incursionado, de haber madurado, de cinco discos que me han dado la cancha para producir como lo hice ahora con Juancho Ramos, violero de Vostead, y Sergio Álvarez, de Uso y Abuso, y Walter Quinteros, un gran amigo que me acompaña. Y a la gente del punk, que es el ámbito donde tocamos, le gusta mucho lo que hacemos.


Hay una foto en blanco y negro retrata la última respuesta de Molina y es la que lo tiene sentado en el piso del estudio entre todos los compañeros de banda, como el pibe de 14 años que descubrió la música a través de la radio, pero con el peso de un hombre de 49 unido por la misma sintonía capaz de golpearle el pecho bajo un piloto de lluvia negro para las siestas de sol.


-En estos 35 años de músico, me gustaría preguntarte cómo ese pibe de 14 llegó a esta música en Tucumán, y que profundices en los aprendizajes y en lo que dejaste en este camino.

-En ese momento, la época después de Malvinas, el rock cobró trascendencia y se convirtió en el niño mimado de los medios de comunicación. Yo no sé qué escuchaban antes, pero sí recuerdo que Giorgio Moroder en ese momento era la bomba. También empezaba a aparecer alguien llamado Michael Jackson. Pero llegaba a esa música a través de una radio que era fundamental para nosotros que fue FM I, la primera FM stereo en Tucumán, que coincide también cuando empiezan a aparecer esos aparatitos grandes en el que podías escuchar la música stereo y era maravilloso. Recuerdo estar haciendo la tarea en la época de Malvinas, atento a los partes, sabiendo que iba a ser una masacre, que era la última patada en el culo que nos daban los milicos, sabiendo eso, angustiado, escuchar en una sola radio de un solo parlantecito música. En ese momento FM I tuvo muchísima importancia y Fabián Delpietro, a quien no conozco, pero a quien me encantaría encontrar en la calle y agradecerle por tanta buena música, o a Carlos Bonilla, un ser maravilloso, o Jorge Catalán, otro grande.

-Y hablábamos de lo aprendido y de lo abandonado. Me interesa más lo que has ido dejando.

-He ido dejando la ansiedad, la palabra sin sentido, he dejado de lado el atropello de palabras por el silencio. Componía mis canciones y línea, línea, línea, y cada línea era una idea.  Después empecé a conjugar las ideas de tal manera que en dos líneas yo exprese una sola idea. Es como un laburo de sintaxis. En lo que he crecido siempre y en lo que he puesto mucho énfasis es en la producción. He dejado todas las manías de la producción, eso de ser barroco y poner un montón de cosas, eso de pensar en la música como en un monumento a una idea. Y he aprendido a hacer un disco con concepto, un disco sin concepto es como un collage: hay collages que están buenos, pero por lo general un collage es una cosa desordenada. Y también aprendí a dejar de lado a tocar con gente con la que no se puede tocar. ¿Viste que está de moda decirle “tóxico” a todo? Bueno, en la música también hay gente que intoxica, que te genera problemas, inconvenientes, y gente que no tiene ganas de jugarse. Yo entiendo, sí he sido músico de algunas bandas, pero por lo general yo soy el compositor y el laburo del compositor como el del escritor es un laburo totalmente solitario. Lo primero que tenés que hacer como compositor es convencer a la banda para hacer esa canción. ¿Cómo la convencés? Llevando a un productor de mediana calidad o de muy buena calidad y que crean ellos también. Pero a veces no acompañan eso entonces esa confrontación o esa falta de una pata en una mesa de cuatro patas hace que las cosas se puedan ir a la mesa, como una mesa de Bigotes, donde todos teníamos que estar apoyando los codos para que no se caiga la mesa con todo lo que tenía encima.


Bigotes, el último bar, ha sido escenario de mesas temblorosas donde Emmanuel y gran elenco han visto cómo las horas de la noche han visto la llegada del alba para convertirse en esa eterna costumbre llamada resaca hasta que algo había que hacer con eso, hasta que una canción sea la única forma capaz de conciliar el sueño o la pesadilla, un verso, una estrofa, un bosquejo, una línea, una idea que calme la ansiedad cual clonazepam de dos miligramos.


-Eso: la ansiedad. ¿Cómo manejás la ansiedad?

-Nadie puede manejar la ansiedad, estoy convencido de eso. Ni el Dalai Lama puede manejar la ansiedad. Yo podría hacer enojar al Dalai Lama. Sé muy bien eso. Pero para intentarlo tenés que ver que cada cosa tiene su proceso. Cuando yo voy a grabar, como soy tecladista y amo el techno, soy capaz de meterle cosas innecesarias a una canción, y lo hice en algunos discos. Creo que mi segundo disco es una muestra de la parafernalia tecnológica sin que se note. Pero eso fácilmente también podría no estar: no suma ni resta. Cuando me di cuenta de eso me dí cuenta de que los conceptos artísticos en general tienen que ser menos cargados, más limpios. Hoy estoy más despojado. No uso pedaleras para tocar la guitarra. Toco con el equipo limpio. Le doy la distorsión de acuerdo al golpe, al peso de mi mano, entonces me fui despojando y eso ayudó muchísimo a superar la cuestión de la ansiedad.

-¿Por qué Mi último intento?

-Es 50% verdad, 50% broma. También el nombre coincide con una etapa donde me di cuenta de que la vida no tenía mucho sentido y empecé a tener pensamientos suicidas. A los 50 años, la verdad, siento que he tenido una vida maravillosa, llena de cosas hermosas, de amigos, de música, de anécdotas, me describo como un coleccionista de anécdotas, he perdido el tiempo de una manera mágica y maravillosa, y pude recopilar muchas de esas vivencias en las canciones y en las cosas que escribo. Llegar a los 50 y poder decirte “Yo hoy me muero tranquilo” sin ningún tipo de remordimiento es mucho. Me han tocado algunos palos de los cuales me levanté y me sacudí, pero hoy disfruto eso: Mi último intento es el 50% una verdad y por el otro 50% es una broma.

-Esos “palos” entendidos como golpes y también como obstáculos, ¿qué incidencia han tenido en tu obra? ¿ Te han hecho más fuerte? ¿Te han hundido en un colchón caliente sin sábanas? ¿Cómo han influido en tu obra esos estados de ánimo tan fluctuantes?

-Me han pasado cosas muy complicadas en la vida como quedar con una hija bebé. Mi hija nació, su madre murió y yo cuidarla a mi hija y hacerme cargo absolutamente de ella y componer una canción con el vacío que ha quedado, una que se llama Revisé, y que habla precisamente sobre una charla que yo había tenido con la mamá de Abril, lo que ella me dijo en ese momento y lo que dice la canción: “Siempre la voy a llevar conmigo en cada detalle y en cada embriaguez”. La embriaguez de belleza, como decía Baudelaire, la embriaguez de alcohol, la embriaguez siempre te lleva a que te toqués esencialmente vos y si esa herida está en la embriaguez va a aparecer. A mí me ha servido muchas veces hacer una canción sobre la situación. Juntar las cenizas y hacer una escultura: mis canciones son eso. Como soy muy existencialista desde chico, no sé por qué, pero siempre me dio vuelta el absurdo, y después de haber leído un poco a Sartre, otro poco a Camus, a Sócrates a través de Platón, siempre he llegado a preguntarme: ¿qué es la filosofía? La filosofía es prepararme para la muerte. De las cosas más maravillosas que tiene la música es que habla de la muerte, que es cuando todo de cobrar sentido. Esas cosas me han hecho hacer la música que hago y a la vez que le dan sentido a las cosas que hago.


Entre las cosas que Emmanuel Molina hace actualmente y que le dan sentido a la existencia del músico más existencialista que ha andado por este suelo en los últimos tiempos, al lector de Camus, de Sartre, entre esas cosas asoma un género impensado para quienes no lo conocen si es que alguien conoce a Emmanuel Molina.


-¿Cómo es que te encontrás y qué encontrás en un género como el trap?

-Siempre sé que en cualquier género musical vas a encontrar algo valioso. Lo único que a mí no me gusta es la cumbia y el cuarteto, son dos tipos de música que no soporto. Con el trap me ha pasado que me encontré escuchando trap con mi hija y con Fleko, quien me parece un musicazo, un chabón muy bien puesto con los pies en la Tierra, con unos criterios artísticos alucinantes, con una personalidad que hace rato que no pasaba acá en Tucumán. Sí, yo a este muchacho lo protejo: es oro en polvo, es realmente un genio. Y por eso lo banco muchísimo. Empecé a escuchar el soul y hay un lenguaje en común. Y encontré en el trap que tiene melodías más cortas, todo es más claro, es más rápido, va al hueso, no pierde el tiempo con virtuosismos instrumentales, lo desacraliza a lo musical. El trap, el rap y el hip hop son géneros literarios. Pueden estar acompañados o no por música, pero eso también me seducía: untarlo al soul con estos recursos nuevos, con una nueva forma de producir, no te imaginás lo bueno que es producir con Fleko, me dio la libertad para que yo me reía de cómo canto en la misma canción y me dio la posibilidad de redescubrirme como cantante y como compositor. Di un paso adelante. El trap es muy lindo.

-¿A partir de ahora te imaginás profundizando en este mundo?

-Con Fleko tenemos una banda que se llama Monodroga. Le tiro el loop y empezamos a laburar. Son fragmentos que le tiro y ya tenemos la primera canción, Vitamin, que es más bailable, más arriba.

-Quedó pendiente: ¿por qué no te gusta la cumbia? ¿Por qué no te gusta el cuarteto? 

-Particularmente me pasa con la música villera: es necesario que la música tenga algún mensaje que te ayude a salir, no a hundirte más. Y creo que eso se ha hecho a propósito tanto con la cumbia villera como con el cuarteto. Hoy donde se remarca lo que es un machirulo y cuestiones de género, los cuarteteros dicen cualquier cosa. Y las chicas lo bailan. Escuchá a Ulises Bueno, todas sus canciones son psicopáticas, todo es cuestión de un ego brutal, pero siempre del lado de la víctima y si analizás un poquito la letra es algo feo lo que están haciendo. La banda de sonido de mi vida, desde el viernes por la tarde hasta el domingo a la noche, todo el tiempo es la misma música desde el 87 es Gary, el Monstruo, el Negro Videla, Rodrigo Bueno, La Banda XXI, te entraba todo el tiempo a tu casa porque es lo que los vecinos siempre escuchan.

-¿Y eso te afectaba en tu vida como sujeto social? ¿Te convertiste en un ser huraño?

-Sí.

-¿Y el clima de Tucumán te afecta?

-El calor me hace mal. Hay que ser muy corajudo para ser dark en Tucumán. Hay vestirse de negro en Tucumán. Es tan húmedo que hasta cuando hace frío hace calor. Siempre hay una sensación de calor constante. El mejor clima que he conocido es el de Ushuaia. Pero elijo vivir acá y crear acá por la vida. Los mejores momentos de mi infancia los he pasado en La Banda, en Santiago del Estero. Vivo en Tucumán porque mi viejo se vino y él me decía porque quería que yo estudie y hace 30 años no había conservatorio de música en Santiago. Entonces mi viejo se quedó y acá es un centro neurálgico de cultura también. Y después me casé chico, tuve hijos, empecé a laburar como docente muy pendejo. 

-En las últimas respuestas aparece un ser camaleónico, capaz de adaptarse a las circunstancias: te quejás del calor de Tucumán, pero no del de Santiago, criticás la música popular, pero sos peronista, ¿cómo es?

-Soy socialista. A mí me hizo kirchnerista obviamente Néstor, el más grande. Y después Cristina. Porque toda esa utopía que yo pensaba imposible que ocurra el tipo lo hizo. Por ejemplo, con que te diga simplemente que iba a pagar la deuda externa y la pague, ya está. Ya conocía la deuda externa de los militares, después de Alfonsín, después el Turco, después del cararrota de De la Rúa. El único que le ha puesto un poco el pecho ha sido Alfonsín. Tuve la suerte de leer mucho sobre intelectuales de izquierda y me hicieron ver cosas muy bonitas como Huxley u Orwell. De chico leía mucho sobre utopía y distopías como las de Tomás Moro o Arthur Clarke. Todo lo que hacía esa gente era revisar los códigos sociales en un libro. Eso me ha hecho pensar en el socialismo. Por el otro lado están los Maratea y las Esmeralda Mitre, los rubios de ojos claro. Soy socialista, totalmente adherido al kirchnerismo y al kirchnerismo lo defiendo con la vida. Ya hay dos discos de dos personas a las que le hubiera costado muchísimo hacer un disco. Entre ellos, tengo una alumna de 12 años, una chiquita de Los Ralos que hace chamamé, y ahora tocará en El Bagual. Y tiene su disco. Y es de Los Ralos. La conocí un domingo cuando me tomé un bondi y me fui a Los Ralos invitado por los chicos de la JP. La escucho, subo el material al bandcamp, genero un código QR, y eso ya lo tiene ella para promoción, ya tiene algo grabado. No es lo óptimo, no es lo mejor, pero ya tiene dónde mostrar lo que hace. 

-¿Esa es la utopía que te condena? 

-Sí, eso hubiera sido utópico en otro momento. Hay que soñar lo imposible. Si soñamos lo posible, nos quedamos en el mundo real. La realidad es algo que nosotros podemos inventar. Y la música es lo único que nos puede salvar de esta jungla. De esta jungla, lo único.


Emmanuel con Mi último intento.


Emmanuel solista.

Aquí el código QR: escuchá lo último, escuchá Mi último intento.