"Cuando hay amor los lujos son lo de menos": el secreto de Nina y Pino, 60 años juntos
"Nos casamos a la canasta y fue el día más feliz de todos": se conocieron cuando tenían 15 años en la década de los 60. Hoy, son una de las parejas más admiradas y queridas de Simoca. Conocé su historia de amor.

Hay una frase viral que muchas personas comparten en su pensar diario y que tiene mucho de cierto: antes los matrimonios duraban porque se aguantaban muchas cosas en silencio. Si bien esta es una realidad innegable, es necesario excluir de este tipo de pensamientos a quienes efectivamente supieron conocerse, amarse, y respetarse a través del tiempo, logrando permanecer juntos durante prácticamente toda su vida, sin perder la chispa del amor.
15 años de sus 76 son los que vivieron Pino y Nina sin conocerse. Una tarde, cuando Nina tenía 15 años, vio pasar en bicicleta a un adolescente que le llamó la atención. Inmediatamente supo que no era de su Simoca natal, sino que se trataba de un chico del campo: “Lo veía y no sabía quién era, pero un día yo estaba en la vereda parada, él me quedó mirando y me saludó. Pasó el tiempo y no volví a verlo, recién lo crucé después de meses, él ya vivía en Simoca”, recuerda en entrevista con eltucumano.
En la esquina de la casa de Nina, había un terreno baldío privado. Con sus amigas del barrio, pidieron permiso al dueño para limpiarlo y usarlo para hacer jugar a los más chiquitos, sin pensar que prontamente ese baldío se volvería un lugar de encuentro indispensable para grandes y chicos: “Pino empezó a ir también con sus amigos, a mí siempre me llamó la atención, él se crío en una familia muy trabajadora del campo, siempre trabajó desde niño, entonces yo lo veía distinto, tenía una linda conversación aunque no tenía ningún estudio, no había terminado ni la primaria pero vivía interesado en aprender más. Siempre fue muy trabajador y era como más maduro que los otros, yo lo veía distinto a todos, aun con 76 años lo sigo viendo así porque no cambió, es muy trabajador, los hijos lo retan pero él es así, su vida es andar haciendo cosas”.
En ese baldío de encuentros y juegos, el adolescente oriundo de Yerba Buena (zona rural de Simoca), intentaba acercarse de una u otra manera a esa jovencita, que intentaba esconder el interés que él también le despertaba: “A mí se me ocurrió la idea de hacer un pesebre viviente para que vean los chicos del barrio, y él ahí aprovechó y entró más. Viniendo del campo y sabiendo hacer de todo, con 15 años me inventó un escenario con la misma manera que se hace una casa, con postes”, recuerda con mucha risa la jubilada simoqueña.
En esos momentos, pensar en tener un noviecito o noviecita era un tema tabú para la mayoría de las familias, y por eso la joven insistía en que solamente sean amigos y no le confesaba a Pino lo mucho que le gustaba: “Yo no tenía la intención de ser más que amigos, pero solamente porque tenía mucho miedo a mi papá, mi mamá tampoco quería saber nada de que tenga novio”.
La insistencia pronto se volvió en moneda corriente para el joven simoqueño, que no dudaba en buscar oportunidad para hablar más de cerca con Nina, como una ocasión en la que escuchó los planes de ir a la plaza principal un domingo por la tarde, y se prendió al plan. Ese domingo, tomó coraje y habló de frente con la muchachita en la plaza del pueblo: “Yo le dije que no, ‘no, sigamos siendo amigos, yo tengo que estudiar’ le dije. En ese momento necesitaba trabajar para estudiar y por eso era niñera, lavaba pisos, limpiaba casas, hacía de todo para poder tener mis cosas de la escuela, y él, sabiendo esto me dijo que me quería ayudar, me propuso comprarme por ejemplo las cosas de la muestra de gimnasia, eso que él tenía 15 años nada más, yo le dije ‘no, ¿cómo voy a explicar que vos me compraste las cosas en mi casa?’”.
Al tiempo, una vecina de Pino organizó una fiesta en su casa e invitó a Nina junto a sus tres mejores amigas. Aquí, la joven pudo conversar toda la noche con su enamorado, y conocer también a la familia: “Esa noche se dieron las cosas con él, pude estar más cerca, conocer a su familia, hablarlo más. Yo no quería ni el beso ni nada, tenía miedo, miedo al fracaso, a que me vaya mal con él, se lo dije muchas veces pero el insistía en que le dé una oportunidad. Mi miedo era no poder estudiar, pensaba que me iba a distraer mucho con él, que mis padres se iban a molestar, en esa época no se cambiaba de novio, si una iba a andar en pareja tenía que ser enserio, no podía probar por probar”, confiesa.
Sin querer queriendo
Para Nina, cruzarse con Pino era difícil, pues le costaba mucho rechazar sus insistentes galanterías, situación que chocaba de frente con el inmenso miedo que tenía a su papá y a su reacción, por lo tanto, resolvía esconderse para no verlo en ningún lado, hasta que inevitablemente el encuentro se volvió a dar: “Un día me lo encontré de frente y me preguntó a dónde iba, yo le dije que iba a comprar el pan, me preguntó si me podía acompañar y yo le dije que sí. Ese día volvió a insistir en que seamos algo y yo me acuerdo que dije ‘bueno, le voy a decir que sí, total yo nunca salgo y no me va ver nunca más’”.
Aparentemente la adolescente no dimensionó que era imposible no volver a cruzarse con su –ahora novio- en un lugar tan pequeño como lo era Simoca en 1960: “Le aclaré que no iba a poder verlo porque tenía que cuidar la relación con mi papá y mi mamá… lo acompañé a esperar el colectivo y ahí me despedí, me acuerdo que cuando se iba yo pensé ‘bueno, tengo que ver cómo hacer para no cruzarlo más’ y en el mejor momento salía de la escuela y ya estaba en la puerta, claro, esperando a la novia. Yo les rogaba a las chicas que no me dejen sola, tenía terror de que mi papá nos vea y pase algo, en ese entonces si nos tenían que dar una paliza nos la daban, me moría de miedo de lo que podía pasar en ese encuentro… las chicas me decían ‘tonta, nosotras vamos un poco más adelante y vos caminá atrás con él’”, nos revela, recordando la complicidad de sus amigas para que ella pudiera durante algunos años, caminar algunas cuadras con su novio secreto sin que pareciera ser más que un amigo o compañero.
“Todo se dio, yo ya estaba en el quinto año y él se presentó solo sin invitación después de las 12 en mi casa en Navidad, pero parece que mi mamá y mi papá ya sabían o ya sospechaban que yo tenía novio, porque no pasó nada malo, felizmente”, rememora la enamorada simoqueña.
Por 9 años los adolescentes fueron creciendo enamorados, y eran casi una postal en las calles de Simoca. Nina estudiaba para maestra y Pino trabajaba en distintos rubros, inclusive vendiendo carne los sábados en la feria de Simoca, rubro al cual su noviecita su sumó. Eran compañeros, novios y amigos, hasta que un abril decidieron dar un paso más y casarse: “Yo tenía 24 años y él 25, ya las familias se conocían bien. No teníamos preparada una celebración por falta de recursos, iba a ser todo a la canasta, en una simple reunión al salir de la misa, pero cuando llegué a la puerta de la iglesia la vi llenísima de gente, estaba todo el barrio, todo Simoca, la gente en la plaza, al salir no podía creer toda la gente que había, yo miraba al frente, a la esquina, a la plaza, una multitud de gente”, se acuerda la entrevistada, que por muchos años escuchó la explicación de quienes asistieron a verla casarse: “Me dijeron que nadie podía creer que nos estábamos casando después de tantos años, de ir a la plaza juntos, de trabajar juntos, era un acontecimiento para todos. Mucha gente se enteró que era a la canasta y colaboró, hubo de todo y además regalos, no podíamos creer que además de ser a la canasta nos llevaron regalos, hasta el día de hoy hay gente que recuerda ese día como un día de felicidad”.
Para la docente jubilada, pensar en su casamiento y en la falta de recursos de ese día, le recuerda la importancia de casarse por amor y con las ideas bien puestas, dejando de lado la banalidad de una fiesta lujosa: “Hoy en día hay tanta gente casándose con semejantes lujos y fiestas, y al poco tiempo se separan. Cuando hay amor la fiesta es lo de menos, nosotros sin tener nada recuerdo ese día como un día muy feliz”.
Pronto, los hijos comenzaron a llegar muy seguidos a este matrimonio: “Nos casamos en abril y la primera hija llegó el 28 de enero, en abril del 71 llegó el segundo, un varón, en el 73 casi dos años después otro varón, mi hija Isabel nació en el 74 el 31 de diciembre, después otro varón que nació en el 78, y de ahí, otro varón, en el 80, y la más chica, mi última niña, nació en el 84, tenemos 14 nietos y 8 bisnietos”.
El año pasado, en un concurso lanzado en San Valentín por el Municipio de Simoca, Nina y su esposo ganaron por ser la pareja que más años llevaba junta. Este año, vuelven a participar pero con decenas de comentarios positivos de la comunidad, que los reconoce como una de las parejas más tiernas de la ciudad. En ese sentido, Nina nos cuenta que no todo ha sido color de rosas: “Al poquito tiempo de casados Pino tuvo una fuerte crisis y se puso a llorar, estaba mal. Me enteré hace poco que la crisis que él tuvo es algo propio de cuando tenés una nueva vida y muchos cambios juntos. Él lloraba y no me decía por qué, hasta que me abrazó y me dijo ‘yo te arruiné la vida’, yo le pregunté por qué y me acuerdo que me dice ‘es que no tengo nada para darte, te has casado conmigo que no tengo nada y no tengo para comprarte ni la cocina’… me acuerdo que le dije ‘¿Qué acaso yo te estoy pidiendo una cocina? No, mucho mejor así no tengo que ponerme a cocinar’. Inmediatamente él se puso a reír y de a poco se le pasó esa tristeza”, confiesa.
Y es que uno de los consejos de esta mujer que lleva 60 años enamorada, es que quien desee casarse o irse a vivir con su pareja, debe procurar dejar las cosas en claro antes de tiempo y también tener un espacio de privacidad para la pareja: “Antes de casarme cuando tenía casi 25 años, fue porque realmente había aceptado y madurado esa idea, decidí que a mi vida la iba a hacer yo, que en nuestra vida no se iba a meter nadie, ni mis padres ni mis suegros… a mí, casi no me dejaban salir mis padres, claro, yo era una chica de la casa y en cambio Pino si podía salir, y yo me enteraba que iba a veces al carnaval, que a veces tomaba con los amigos, yo me enteraba y esperaba a que nos sentemos en la plaza a conversar… entonces cuando él me decía ‘¿vamos a ir al cine?’, yo le respondía ‘no, aquí vamos a conversar primero. ¿A dónde has ido anoche?’, y si él me mentía yo le decía ‘no, vos has estado en tal lado anoche, volviste tarde, no mientas. Si vos querías tanto casamiento pero salís y querés volver ebrio a casa, vas a dormir en la calle, cuando tengamos nuestra casa vamos a tener hijos y no quiero que ellos vean eso, no quiero discusiones de madrugada, no quiero que mis hijos vean esas cosas, con alguien que le guste eso de salir siempre y volver ebrio no me casaré’. También le dije ‘¿dónde viviremos?’ me acuerdo que me dijo ‘en mi pieza en el fondo de mis padres’. Yo le dije ‘no mi amor, no pienso vivir con tu familia aunque sean los más amorosos conmigo, ni en la de mis padres ni en la tuya’, es decir, siempre tuve las cosas en claro antes de casarme, todo fue muy madurado”, detalla.
Sobre la diferencia de criterios que existe en la actualidad a la hora de enamorarse, ella nos dice que “Hoy en día parece que hay miedo al compromiso, yo pienso mucho que hay muchas personas que han tenido una mala vida en la infancia viendo el matrimonio de sus padres, hay chicos que vivieron la pesadilla de peleas, golpes, de madres castigadas… eso duele, es muy triste. Entonces ¿Qué seguridad tiene esa persona cuando es adulta de que no le va a suceder los mismo?, por eso hay miedo”, opina.
Isa, hija de Nina y Pino, nos cuenta que los 7 hijos de este matrimonio tienen una visión muy clara del amor gracias a sus padres: “Ellos son tiernos, compañeros y amorosos, nosotros no pretendemos menos que eso, nos transmitieron el amor y la complicidad, les damos gracias a Dios de tenerlos juntitos y con vida. Mi papá sin haber estudiado la apoyaba económicamente con lo poco que tenía a mi mamá así sea ella la que estudie”.
La vida de esta familia, recibió un fuerte apoyo durante los años en que los niños eran niños: la crianza en comunidad. La mamá de Nina se mudó un tiempo lado de su casa y ayudó a criar a sus 7 nietos, mientras tanto su hija como su yerno se desarrollaban profesionalmente y procuraban progresar en casa.
Finalmente, Nina le regala a las parejas más jóvenes un consejo en este Día de los Enamorados para procurar que el amor dure mucho rato: “Frontalmente hay que decirse las cosas cuando algo nos molesta, hay que ir de frente. Las parejas deben resolver las cosas hablando y no dejar que entren los chismes o comentarios mal intencionados, cuando la gente te ve bien aunque sean de la misma familia, si vos los dejás, se meten a hacer comentarios que te hacen pelear. Los hijos se crían de a dos, si uno los baña el otro los saca a jugar, y el respeto es fundamental”.
Nina se jubiló como directora de escuela, pero sigue trabajando: cada sábado, junto a su marido tienen un puesto en la feria de Simoca, y los días domingos, tiene un programa radial. Pino todavía va a trabajar a su taller, pese a tener los 76 años ya cumplidos.
En tiempos de relaciones efímeras y de miedo al compromiso, un amor a la simoqueña como el de Nina y Pino tiene en el corazón de su lazo el secreto que muchos quieren conocer para amar sanamente: el compañerismo, el apoyo, y el amor sin egoísmo.