Top

Vivir sola: cada vez más tucumanas luchan y trabajan para cumplir ese sueño

Historias

"Siempre supe que después de mis 18 años iba a luchar para vivir sola. Desde que trabajo me siento independiente, no podía seguir viviendo con mis padres": la historia de tres jóvenes tucumanas que lucharon por su sueño.





Durante mucho tiempo, el paradigma de mudarse de la casa de crianza siempre fue el de salir por la puerta grande solamente el día de tu boda. La otra manera de irse de la casa de mamá y papá, era por cuestiones laborales que obliguen a no estar en la misma ciudad.

La realidad es que hace muchos años este estigma viene cambiando. Mientras algunas personas deciden edificar en el mismo terreno de sus padres, otros tantos optan por alquilar un departamento, o por comprar un terreno, y permanecer en casa paterna sola y estrictamente mientras se construye lo propio, a base de ciertos sacrificios.

Hoy, nos podemos detener a pensar específicamente en aquellas mujeres que se mudaban solas a pesar no tener marido, hijos y sin mayores obligaciones que su trabajo. Su mudanza, lejos de ser un orgullo, era un tema de escándalo y de pena hace algunos años. “Se fue sola porque es solterona, pobrecita” era una frase que seguramente muchos de nosotros hemos escuchado al saber que se referían a alguna tía, prima o parienta. Pero este modo de pensar –afortunadamente- ha cambiado en los últimos años, pues la aspiración de las nuevas generaciones, comenzando por la milennial (nacidas entre 1981 y 1996), es la de vivir la experiencia de una independencia totalmente individual.

El logro de salir de la casa paterna y de tirar los mandatos por la ventana no es menor, y además, es progresivo. Mientras que por muchos años se consideró “solventes” a los hombres que se iban de casa solitos, pero “amargadas” a las que querían vivir en soledad, podemos decir que ingresamos de lleno a una nueva época: la mujer que se independiza es considerada una mujer fuerte, valiente, sacrificada y luchadora. María trabaja en gastronomía, tiene 24 años y hace unas pocas semanas comenzó a vivir sola. Pero no fue la primera mudanza: su primer intento fue un poco antes de que comience la pandemia, y por obvios motivos que sacudieron fuertemente a su sector, debió regresar a su casa natal.

Ya libre de deudas y con un ingreso más o menos estable, decidió retomar este sueño: “La verdad yo desde chica siempre tuve impuesto ese chip de que después de los 18, ya tenía edad suficiente para irme. Pero empecé a querer mudarme como a los 20, cuando ya note que en casa todos éramos grandes y la convivencia, a pesar de la buena relación, se hacía más difícil cada día”.

Nadia (30), por su parte, es municipal. Mucho antes de tener ese ingreso fijo que significa trabajar para el Estado, ya tenía la idea de vivir sola, y lo proyectaba con sus otros trabajos informales: “Lo pensé desde que comencé a trabajar, y lo sé porque compraba cositas que encontraba en oferta como tuppers, vasos, algún electrodoméstico. Había reglas en la casa de mis viejos que no compartía, siempre fui rebelde y desde que comencé a manejar mi plata me sentía independiente, ya no me adaptaba con facilidad a esas reglas”, confiesa la entrevistada a eltucumano.

Y esto de las reglas, de comenzar a sentirse ajenos o incómodos con lo que otros adultos –aunque sean los mismos padres- imponen, es el factor común de las chicas. Mariela tiene 29 años, enseña inglés en algunos institutos privados de Tucumán, y desde el 2021 vive oficialmente sola: “Lo empecé a pensar los 22 o 23 porque no me gustaba vivir bajo las reglas de otros y sentía que necesitaba un espacio para mí sola”.

Quienes creen en la astrología hablan del “Retorno de Saturno” y se refieren a una época que va aproximadamente entre los 28 y 32 años, en donde se terminan de definir y ordenar muchas cosas de la vida. Se rompen proyectos para dar lugar a otros, mientras otros tantos se concretan definitivamente. En el caso de Mariela y de Nadia, coincide totalmente.

María, que trabaja desde los 16 años y ya tiene oficio en esa fuente casi infinita de posibilidades que ofrece la gastronomía, confiesa que no tenía nada y que para concretar sus proyectos era necesario un sacrificio: “A los 22 tuve que ir a hacer una temporada en la Costa Atlántica para tener para arrancar, porque no tenía nada. Lo primero que me compré para mí casa, estando allá todavía, fue una heladera. Me sentí muy realizada, al fin tenía mí primer electrodoméstico”. Por su parte, Mariela cuenta que antes de comenzar a comprarse cosas, preparó a sus padres con la idea pues, al igual que muchos progenitores, no encuentran mucho sentido a que su hijo o hija se vaya de casa cuando todavía tiene espacio y lugar. En el caso de la profesora de 29 años, su primera adquisición fue un televisor que le hizo dar cuenta de su capacidad de compra, y soñar con adquirir más muebles y electrodomésticos año a año. “No hay nada como tu casita, que es tu lugar donde haces lo que querés, lo que tenés ganas, sos vos en  la manera más real en que podes existir. Recomendado 100%”.

Los papás de Nadia, al igual que los de Mariela, se oponían a la idea de que deje su hogar para alquilar: “Plata de alquiler es plata tirada”. Sin embargo, la decisión estaba tomada. “Mi primera compre fueron los vasos, una tabla de picar carne, una pava eléctrica y una tostadora”, recuerda, con orgullo.

“Vivir sola es para mí un sueño hecho realidad, creo que nadie debería saltarse esa etapa en su vida. Aprender a convivir con la soledad, tener tu espacio, tus reglas, tu paz es mucha satisfacción diaria, aprendí muchísimo, desde cocina, economía, amor propio, confianza e incluso hasta mejoraron los vínculos con mis padres, existe otro trato más cordial más amoroso”, reflexiona Nadia para eltucumano, precisamente en el día de su cumpleaños número 30 y con una satisfacción inmensa: “Llego a los 30 como siempre he querido, cada vez que me preguntaba cómo me veía de acá a diez años siempre era viviendo sola, llegué, era mi proyecto, cumplo un año de independencia y es lo mejor que me ha pasado”, cierra.

María, por su parte, siente que valora más su hogar desde que es solamente suyo: “Querés que esté siempre limpio y ordenado, inclusive más que en tu casa materna, exigís respeto y cuidas mucho más tus cosas. Pero es hermoso... La sensación de hacer cosas por vos mismo y demás es re lindo. ¿Qué acto de amor propio más grande, que cocinarse algo rico para una persona?”, expresa la joven.

Aparentemente hemos ingresado de lleno en una era en donde tener espacios de soledad ya no es castigo, sino que es un premio al trabajo duro, y las mujeres trabajan desde muy jóvenes para ello. Esto, no significa que no haya quienes decidan quedarse en su casa de crianza, o invertir sus ingresos en otras cosas que no tengan nada que ver con la independencia de vivienda, pero es innegable que el paradigma de las chicas es ese: “Mi casa hoy es donde vivo, mí refugio y mí paz”.

“Ni Dios, ni patrón, ni marido”: tal cual se representa ese dejo de independencia, de libertad y de amor propio en la película argentina que habla de las mujeres anarquistas de hace más de un siglo, estos nuevos tiempos parecen inundar cada vez más la sangre de las mujeres en aprender a convivir con ellas mismas, sin necesidad de esperar al príncipe azul para cambiar de techo. ¿Qué te parece?