"Estoy orgullosa de mí, soy la única mujer zapatera de Tucumán": la inspiradora historia de Marta
Con 4 niños a cargo, tras 14 años cosechando limón y arándano, un día Marta Salica pudo comenzar a ejercer su amado oficio: "Nunca quise que nadie me regale nada, siempre quise que me conozcan como la mujer zapatera. Amo los zapatos".

A pesar de que pareciera que derribar los prejuicios sobre los oficios y las barreras sobre lo que una mujer debe hacer o realizar con su vida, es algo muy del presente, la realidad es que hay que mirar un poquito hacia atrás para caer en la cuenta de que nos rodean mujeres maravillosas que hace muchísimos años vienen abriendo el camino para las generaciones venideras, demostrando que el género, es una etiqueta cuando se trata del trabajo y la habilidad. Tal es el caso de Marta Salica, una mujer de la comuna de Acheral (Monteros), de 53 años, que hace 30 comenzó a remachar y rediseñar los zapatos, y su vida: “Hace aproximadamente 30 años que soy zapatera, realmente soy diseñadora de calzado, la única de todo Tucumán que hace todo lo que yo sé hacer, pero nunca tuve una oportunidad de que nadie me abriera una puerta para diseñar o que mis diseños se hagan conocidos, entonces comencé con el arreglo de calzados”, confiesa para eltucumano.
“Arreglaba donde podía, en Santa Lucía por ejemplo, trabajaba en las veredas, donde los vecinos me prestaran ponía mi mesa y mi sillita. También trabajé en Acheral en mi casa y después pude ponerme mi local en Monteros hace como 5 años”, relata. Pero la historia no es así de simple, ya que hasta para comenzar con esa silla y esa mesita, el sacrificio fue inmenso.
“Yo tengo 4 hijos, mi marido me había abandonado con todos ellos chiquitos. Después de eso trabajé 14 años en el limón, sabiendo lo que sé, siendo una zapatera profesional. Eran otros tiempos, otras cosas, tenía que llevar plata segura, mis hijos eran niños, cuando mi exmarido se fue y nos dejó, mi niña menor tenía 3 años y el mayor tenía 11. Trabajé en el arándano también, pasaron los años y la última temporada del arándano que trabajé me quedaron $500, en ese tiempo valían, y me dije ‘o los hago plata o me los como’. Y bueno, decidí comprar un poquito de cada cosa de insumos, suelines, material para hacer tapitas, un poco de pegamento, un amigo me hizo papelitos para pegar en Acheral, eso fue en la mañana y al mediodía ya tenía trabajo en mi casa”, confiesa, evocando uno de los momentos claves en los que comenzaba a forjarse su fama de zapatera.
“Me fui haciendo de cosas, soñaba con comprarme esta máquina”, nos explica, señalando la que tiene a su derecha como fiel compañera de sus días. “Es la que sirve para hacer la costura que tienen todos los calzados. Esta es otra que tengo, es la composturera, todo lo que sea diseño hace una y la otra es para entrar a trabajar en lugares complicados y arreglar. Soñaba con comprarme esa máquina que salía muchísimo dinero y la hice pedir de Buenos Aires. Para eso trabajaba todo el día, hubo una época en la que dormía dos horas por día porque vendía en las escuelas, ofrecía mis modelitos a las maestras, ellas podían elegir el color, el modelo y el taco. Me iba a San Miguel a reponer material, y así empecé a hacerme, me hice conocida en todas las escuelas de Monteros, aparte, me daban calzados para la compostura y trabajaba sola, siempre trabajé sola”, relata Marta, con un orgullo envidiable. “También hago algo de marroquinería, pero más se dedica mi hija a eso. Pasaron los años, pasó el tiempo, seguía trabajando, y me vine a Monteros a abrir el local y probar suerte. Estuve cinco días con una mesita, una pavita, y el banner en este local. Nadie entraba. Antes de arrancar en la comuna me habían dado una planilla de $4000 a cambio de trabajo y como se imaginará eso no alcanzaba para mantener una casa. Yo tenía un dinero ahorrado, no era mucho, mi hija quería estudiar para contadora pública, yo le dije ‘bueno, voy a sacar lo poquito que tengo’ y le pague para que empiece el estudio, y con el resto me vine a buscar un localcito. De a poco empezaron a entrar las mujeres, empezó el boca a boca y ahora hay trabajo, estoy por la mañana y por la tarde, menos los sábados”, nos dice la mujer zapatera.
“Todavía hago diseño de calzado, si me traes por ejemplo una sandalia que te gusta mucho el taco pero la parte de arriba se te rompió o no te gusta, yo te hago una nueva parte de arriba. De la misma forma, si no te gusta el taco de un calzado pero si la parte de arriba, cambiamos el taco. Yo hago el modelo que quieras, en el color que quieras, la podés combinar o viceversa. Yo adapto todo lo que puedo. Hago forrados de calzado para casamientos, para comuniones, forrados en raso, en encaje, forrado de billeteras del color del vestido o de los zapatos para ir a un casamiento”, ofrece Salica.
¿Cómo llega a darse cuenta de que quería estudiar para un oficio tan masculinizado?
Por muchos años, Marta vivió en Buenos Aires, lugar en donde aprendió todo lo que sabe y no solamente a fuerza de experiencia, sino que también estudiando con los mejores, lo que la lleva a saberse única en sus habilidades pues no solo hace compostura, sino que diseña: “El papá de mis hijos era zapatero, yo comencé trabajando en ‘G.W. Calzados’ en donde hacían todo para artistas, ahí la conocí por ejemplo a Susana Giménez, a Moria Casan y a otras más, que se hacían hacer las alpargatas ahí. Éramos 3 o 4 personas y los dueños, ahí empecé, forrando plantillas. El papá de mis hijos fue zapatero desde sus 11 años, él tenía solo hasta 4to grado. Nosotros fabricábamos en casa, de algunas cosas hacíamos compostura (arreglos), el me veía que me gustaba y un día me dijo ‘¿Querés estudiar, te gusta?’, como yo tenía hasta séptimo grado, tenía más conocimientos para ir a estudiar, fui. Él tenía la práctica y yo el estudio”, se acuerda la entrevistada. Con respecto al lugar en donde aprendió el oficio durante tres años completos, revela que fue en un sindicato de zapateros: “Con 3 años de estudios te recibías, yo era la única mujer. Cuando la gente me pregunta cómo hago una cosa o la otra yo les digo ‘yo estudié, no es cortar y cocer, tengo plantillas, hormas, y se usarlas’, confiesa. Nunca quise que nadie me regale nada, quería que me conozcan. Todo me lo gané sola, tengo poquito pero me lo gané trabajando”.
La seguridad con la que Marta revela ser la única mujer zapatera de Tucumán, tiene que ver con el hecho de que sabe a ciencia cierta de que sus conocimientos y habilidades adquiridas tras sus años de estudio, no las tiene otra persona en la provincia: “El trabajo que yo realizo no lo hace nadie. Los insumos me los trae Tamango, hay muchas cosas que solo me traen para mí, como las plantas, ellos me lo dicen. Cambio plantas de zapatillas, de botines de fútbol, de botines trabajo, de sandalias de mujer. También forro zapatos con tela para fiestas que es algo que gusta mucho, y si no queda bien o prolijo soy sincera con las clientas y les muestro que no queda bien con la tela que me trajeron. Yo soy muy orgullosa de lo que soy, me gusta lo que yo hago, hay gente que me dice ‘¿No te cansa estar todo el día aquí trabajando?’, y no, no me canso. La gente se asombra, cuando es la feria de artesanías de aquí se acercan, me sacan fotos trabajando, porque me dicen que nunca vieron una mujer zapatera”, sonríe.
El número, un problema para las mujeres que no calzan entre 36 y 40
“También trabajé para el diseñador Pepe Cantero, aprendí mucho de él. Me gustaba mucho, aprendí de todo. Después él se dedicó a hacer zapatos para chicas trans, zapatos mucho más grandes, se dedicó a eso que era muy requerido y se salió de las líneas que yo trabajaba. Yo trabajo hasta el número 44 de mujer, también para personas con plantillas ortopédicas, con o sin recetas. Para las mujeres que calzan más de 40 es difícil conseguir, las provincianas tenemos el pie ancho, la mayoría calzamos de 38 a 42 y muchas no consiguen por calzar más de 40. Hay niñas adolescentes que calzan 43 y no consiguen qué ponerse, yo les hago el calzado, también tuve una clienta que calzaba 30, yo le hacía los tacos. Eso se llama ‘medidas’, es mucho más caro que cualquier otro calzado”.
Para finalizar, la tucumana confiesa que ya a sus 53 años y una vida forjada en base al sacrificio y a su amor más grade, los zapatos, el único deseo que tiene es un poco de reconocimiento: “Mi sueño es ser conocida a nivel provincial como ‘la mujer zapatera’, no quiero ningún regalo ni nada pero si reconocimiento. Hay mujeres remiseras, otras mecánicas, dicen que son profesiones de hombres y por eso las reconocen, yo quiero lo mismo. Amo ser zapatera, estoy en pareja hace 18 años y muchas veces él me dice cosas, una vez me dijo ‘bueno, vas a tener que elegir entre los zapatos y yo’, y yo le dije ‘nunca me pongas a elegir, porque si me preguntas que yo quiero elijo los zapatos’”, cierra nuestra heroína de esta tarde, que seguramente inspirará a muchas mujeres a elegir el camino que desean para su profesión u oficio, sin importar el género.
El local de Marta queda en la calle San Martín 98, en la ciudad de Monteros, y está abierto de lunes a viernes en horario comercial, y los sábados por la mañana.