Top

Restos: la historia de lo que pasó en una panchería de Tucumán

COMIDA

Como las casas de cotillón frente a la muerte en el pasaje Padilla, como las colchonerías sobre Maipú y San Juan, como las panchuqueras de la Muñecas, como las mueblerías del Bajo, como las cuevas de la San Martín, como los telos en la General Paz, las pancherías de la 25 de Mayo son un paseo obligado para miles de tucumanos.

Pancho.





Como las casas de cotillón frente a la muerte en el pasaje Padilla, como las colchonerías sobre Maipú y San Juan, como las panchuqueras de la Muñecas, como las mueblerías del Bajo, como las cuevas de la San Martín, como los telos en la General Paz, las pancherías de la 25 de Mayo son un paseo obligado para miles de tucumanos.

Hay una que es la pionera y también las hay más recientes, lindantes con la original. Esta historia transcurre en una de ellas, entre arroces azules, zanahorias caramelizadas, ensalada rusa, berenjenas en escabeche, porotos, lentejas, garbanzos y las mayonesas que se les ocurra. 

Esta historia es la de un ayudante que levantaba las mesas una vez que las parejas terminaban de acomodarse la mandíbula y se iban pipones a reírse un rato con el mimo de la San Francisco después del último bocado a un pancho tan grande que muchas veces era difícil de terminar y quedaba ahí, mordido, saboreado, pero a la mitad.

Esta historia tiene un detalle: quedaban restos y la gente los dejaba ahí, todavía en su cajita de cartón, sin pedir para llevarlo. Y había un responsable del área que tenía como orden tirar esos restos de pancho a la basura, a las bolsas negras de consorcio que abren los mismos que las venden.

El “Índice de desperdicios de alimentos 2021” expuso una cifra casi aterradora: en el año 2019, consignó la BBC, hubo 931 millones de toneladas de alimentos desperdiciados, algo así como que el 17% de la producción total de alimentos en el mundo fue a parar a la basura.

De vuelta a Tucumán y a lo que sucedió en una de las pancherías con Raúl, quien tenía una numerosa familia (más de cinco hijos), y quien a contramano de lo que lo que le habían ordenado, al salir de la panchería, había guardado en una bolsa distintos pedazos de panchos no comidos. 

Durante una noche, al irse a su casa, se le ordenó abrir la mochila: hallaron panes y salchichas saborizadas. No hay mucho más que decir. A Raulito lo echaron y su historia deja una pregunta: ¿echarlo? ¿Para tanto?