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"Culiao, tocaste con mi guitarra": la mágica noche que Charly cantó en La Zona por un whisky

Charly 70

El centro cultural que estaba en la San juan al 700 fue el escenario para que un puñado de tucumanos disfruten de uno de los grandes hitos de nuestra mitología popular. Una botella importada, instrumentos prestados, una explosión, un cable perdido y un García auténtico forman parte de esta historia maravillosa.





“Yo estuve esa noche que tocó Charly en La Zona”, afirma casi cualquier tucumano que hoy tenga más de 30. Como el debut del Diego, es de esos eventos en el que todos dicen haber estado, pero la verdad es que no hubo más de 500 personas esa noche inolvidable del Parakultural, como se llamaba por entonces ese centro cultural y bar que se perpetuó en la memoria colectiva como La Zona y que funcionaba al fondo de la Sociedad Francesa, en la calle San Juan, “a una cuadra de Costumbres”, era la farse más común para terminar de orientarte. 

Era domingo 7 de diciembre del 2003, vísperas de feriado del Día de la Virgen y la banda Gran Valor hace el último ensayo en el patio trasero de la sociedad francesa, devenido en el Parakultural, esa noche tiene el recital que se les había suspendido el día anterior. Al mismo tiempo, Charly García ya había aterrizado en Tucumán y se preparaba para dar un show en el Palacio de los Deportes, el tercero y último de su carrera en ese recinto donde había tocado por primera vez con La Máquina de Hacer Pájaros el 7 de enero del 77, abriendo con Obertura 777 y deslumbrando a todos con sus modernos sintetizadores y el sonido vanguardista de “Cómo mata el viento norte”, “Por probar el vino y el agua salada”, entre otros temazos. 

El Charly del 2003 era muy distinto al del 77, como también lo era, el país. En nada se parecía el contexto físico y político del show del Palacio del 77, rodeado de milicos al del 2003, con un Nestor, en sus primeros meses de gobierno, ponderando al rock y bajando cuadros de represores y torturadores. Charly tocó Desarma y Sangra y homenajeó a los Rolling Stones con una versión de Satifaction. El show terminó y tal vez no haya sido ni la sombra de el del año anterior y ni de lo que sería el del año siguiente, ambos en Central Córdoba. 

Sin embargo, tras su recital más flojo en nuestra provincia, García deleitó y sorprendió a un selecto grupo de incrédulos que disfrutaban de Gran Valor en La Zona. 

“Nuestra intención era acaparar al público que saliera del recital de Charly, pero nunca nos imaginamos que además del público vendría el mismo”, cuenta Tito, guitarrista de Gran Valor. 

“Estábamos tocando el último tema antes de un descanso que nos íbamos a tomar y de golpe empezó a entrar gente, pero mucha gente, como si fuera la hinchada de San Martín entrando a la cancha. Nosotros seguimos tocando y de golpe apareció él, con una cámara, venía filmando todo él mismo. Estaba todo pintado con aerosol plateado, dorado, negro”.

“Lo metieron en el Lado B, una pequeña sala que tenía el centro cultural para los show chicos. La gente se abalanzó contra la puerta. No podíamos creer y dejamos de tocar. Quedamos paralizados y nos fuimos a los camarines”. 

Según cuenta la leyenda, Charly, que gozaba de un muy buen humor no tan común en aquellos tiempos, le dijo a la gente del bar: “Si me dan un Whisky, toco toda la noche”. A los 15 minutos había dos botellas de Chivas Real Premium a disposición del maestro. 

Tito cuenta que si la sorpresa por la aparición de Charly ya era grande, lo que pasaría minutos después, fue más increíble: “Golpean las puertas del camarín y me dicen que un músico de Charly quería hablar conmigo”, se trataba de Kyuge Hashasida, gran guitarrista chileno que por entonces formaba parte dela banda de García. “Viene me dice con una humildad impresionante si yo le podía prestar mi guitarra porque Charly se había quedado con ganas de tocar un rato más. Obvio que se la preste, y los demás también prestaron sus instrumentos. Era una sueño”. 

García salió al escenario casi improvisado, le pidió al público que se sentaran y se mantuvieran calmos, a esa altura se había corrido la voz y La Zona explotaba de gente. Cuando el mejor músico de todo los tiempos se sentó al teclado de Gran Valor y tocó la primera nota, explotó el trasformador: “Yo le había dicho a Chapulín, nuestro tecladista, que lo tenga preparado al teclado por si venía Charly: ‘Mirá que si anda mal le va a prender fuego’”, cuenta el Flaco, vocalista de Gran Valor que le había advertido a su compañero. 

Por suerte, García se tomó la explosión con humor y luego de dos o tres segundos de silencio largó: “Tranquilos, voy a tocar la viola entonces”, y el alma le volvió al cuerpo a Gran Valor y a todos los presentes. 

El Flaco había hecho ese chiste del teclado a su compañero porque tenía un dato, era el único que en el fondo sabía que Charly podía aparecer, aunque lo creía poco probable: “Esa tarde, una amiga había ido al centro cultural con el manager de Charly al que le había gustado el lugar y me había consultado si lo podían llevar para ahí cuando termine el recital. Yo no lo creía real y no se lo conté a nadie, pero me quedo eso como una posibilidad”. 

Los demás no se la vieron venir y Tito todavía no sale de la sorpresa cuando rememora a Charly con su guitarra: “Es impresionante lo que toca el tipo, nunca vi a alguien hacer lo que él hacía. Metió un enganchado de temas de los Beatles de memoria de como media hora”. 

Después terminó el show, hubo una ovación de pie y Charly se metió de nuevo en la sala del Lado B Tito lo vio y se metió de prepo detrás de él: “estaba solo en una cuarto con mi ídolo de toda la vida y no sabía que decirle y me salió un ‘Culiao, acabas de tocar con mi guitarra’. A Charly se le dibujó una sonrisa en la cara, se paró de la silla en la que estaba y me dio un abrazo fuertísimo, agradeciéndome. Después fue entrando más gente, Charly hacía pasar a todo el mundo y nos quedamos conversando hasta el amanecer”.

Ya era de día cuando Charly salió de la zona y el poco tránsito propio de una madruga de feriado en la calle San Juan se paralizó para saludarlo: “La gente se bajaba de los autos y él abrazaba a todos, hasta que se metió a la traffic y se fue. Es una noche inolvidable”. 

Esa jornada inolvidable no tiene demasiados registros fotográficos en tiempos donde los pocos celulares aún no traían cámaras, sin embargo la fotógrafa Magdalena Franco Paz logró inmortalizar algunas placas que desprendieron más anécdotas: “Cuando desarmamos los equipos nos faltaba un cable que lo buscamos por todos lados, cuando vimos las fotos, nos dimos cuenta que Charly se lo llevó puesto como cinturón para que no se le caigan los pantalones”.  

Con los años se construyeron miles de mitos alrededor de esa noche en la Que Charly García encontró una humilde manera de devolverle a Tucumán el plantazo del 98. Porque Charly es así, solo él es capaz de hacer convivir en una misma noche su peor (la del Palacio) y su mejor versión (la de La Zona). Es el mismo tipo que se vino en tren cuando tenía 22 a tocar en una semana, que después les cantó Alicia en el País en un Floresta sitiado por milicos sin que ellos acusaran recibo de puros ignorantes, nomás. El que nos plantó una noche y lo perdonamos. Porque Charly, como el Diego, es más de la gente que de él mismo y eso lo hace único. 

Todo el mundo dice haber estado esa noche en la que Charly cayó y tocó sin previo en La Zona y no había más de 500 personas, pero no es que la gente mienta, es que en esos 500, estábamos todos. Gracias Charly. Felices 70.