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La primera visita de Charly García y la noche secreta de Sui Generis en Tucumán

CHARLY 70

En el cumpleaños 70 del ídolo nacional, nos tiramos de cabeza a su primera visita a nuestra provincia: la agonía de Perón, un paro de colectivos, una llovizna intensa y helada, fueron el marco en el que Nito y Charly deleitaron a más de 2000 personas en el Instituto Técnico. Un viaje al corazón de los 70. El origen del Rock y el fin de la democracia.

Sui Generis tocando en el escenario montado en la cancha de basquet del Instituto Técnico.





Vamos a empezar esta confesión de invierno, diciendo que hubo un tiempo que, tal vez, no fue hermoso: corría el año 74 y Tucumán no era libre de verdad, pero si un poco más de lo que lo sería un par de años después, pero esa es harina de otro costal, o tal vez no tanto, porque para retratar esa época, o esta pequeña historia, o esta pequeña anécdota sobre las instituciones, uno no puede apartarse del todo del contexto social y político complejo.

Nos traslademos a finales de junio de ese año, más específicamente al día 28. Era viernes y la mañana soleada y templada parecía la de un día peronista, pero no lo era. Justamente, el presidente Juan Domingo Perón ya agonizaba e, incluso, algún rumor malintencionado sostenía que ya había muerto y que estaban ocultando la noticia. Tan solo tres días después el país lloraría la partida del líder político más influyente del siglo XX.


Esa mañana del 28 de junio de 1974, ajenos a todo eso, o al menos tratando de conservar el optimismo, un grupo de estudiantes del Instituto Técnico se encontraba en la estación del ferrocarril Mitre, al frente de la Plaza Alberdi, esperando a unos porteños, que bajarían de un tren tras más de 30 horas de viaje en Clase Turista, envueltos en una neblina de tierra, que les decía “Bienvenidos al tren”. 

Los viajeros eran unos flacos pelilargos, de poco más de 20 años de edad y que estaban dando sus primeros pasos en el mundo del Rock Nacional que, a su vez, daba sus primeros pasos también, de la mano de ellos, de Sui Generis. 

El dúo de Nito y Charly llegaba en tren a nuestra ciudad para tocar esa misma noche, tras viajar más de un día, en el Instituto Técnico: “Lo organizamos con la comisión pro gira del curso. Fue para recaudar fondos”, explica Luis Octavio Corvalán, hoy un rockero de alma y vida con 40 años de trayectoria, que por entonces era uno de los chicos que fue a recibir a los músicos a la estación, a la de trenes, no a la del verano descalzo y rubio. 

“Las promociones anteriores venían trayendo a bandas de Buenos Aires y nosotros no quisimos ser menos. Había venido dos veces seguidas Alma y Vida y una Vox Dei”, cuenta Corvalán que recuerda que fueron, justamente, los egresados de años anteriores los que asesoraron a los organizadores: “Ellos nos recomendaron hablar con el locutor Jorge Catalán que tenía contacto con productores de Buenos Aires. Así llegamos a Sui Generis que costaba un precio acorde a lo que podíamos invertir”. 

Sucede que, aunque hoy parezca inverosímil, el Rock Nacional no era precisamente el género más cotizado del mercado musical, ni mucho menos, más bien todo lo contrario: ocupaba un lugar marginal en los medios de comunicación.  

“El Rock no tenía lugares centrales en las radios. Ese espacio estaba reservado para Sandro, Palito o Donald. Para escuchar a grupos como Sui Generis, Vox Dei o Pescado Rabioso, había que buscar programas muy específicos, muchas veces después de las 12 de la noche. El Rock Nacional se hizo muy popular recién en la época de la Guerra de Malvinas, cuando los militares prohibieron la música en inglés, entonces las emisoras salieron a buscar en forma desesperada a bandas argentinas”. 

Además, Sui Generis, que marcó generaciones completas de argentinos, duró pocos años y alcanzó el pico de su popularidad recién sobre el final, cerca de la separación y, por supuesto, en Buenos Aires, no tanto en Tucumán, donde tardó aún más en llegar. A mediados de los 70, los 1200 kilómetros que nos separan de la capital argentina eran un verdadero obstáculo en todo sentido. 

“Aquí había muy buenas bandas, pero era imposible que graben un disco, no había donde hacerlo. De hecho, yo creo que si Tricupa se hubiera instalado en Buenos Aires, hubiera sido una de las grandes bandas nacionales”, afirma sobre una de las agrupaciones pioneras de nuestra provincia que, junto a Teorema, un poco antes, y a Red, un poco después, marcaron el rumbo en tiempos en los cuales hacer buena música en Tucumán y no fracasar en el intento, era un verdadero reto, incluso, más que ahora donde los avances tecnológicos, han debilitado, un poco, solo un poco, el porteño centrismo.

De todos modos, volviendo a ese 28 de junio, Luis relata que acompañaron a Charly, Nito y el resto de la banda a un hotel cercano, que un rato después los llevaron a comer a un restaurante barato, que más tarde pasearon por San Javier gracias a que el único compañero que tenía auto lo puso a disposición. 

A la noche, sumado al clima fúnebre causado por lo estado de salud de Perón, un paro de colectivos, y una llovizna intensa, amenazaban con hacer fracasar el evento: “Estaban dadas todas las condiciones para que esa noche no vaya nadie”.

“El escenario se colocó en la cancha de básquet y habilitamos todo el colegio. Las galerías de los dos pisos, los patios, el salón de actos. Todo estuvo lleno. Hubo más de 2000 personas que era un montón para aquellos años”, sentencia Corvalán.

“Una de las condiciones que nos pusieron fue que pongamos un piano. Así que alquilamos uno vertical. Todavía Charly no había incursionado en los sintetizadores. Todo el repertorio que tocaron fue de los discos 'Vida' y 'Confesiones de Invierno'. Eran los únicos dos que habían grabado”.

Canción para mi Muerte, Cuando Ya me Empiece a Quedar Solo, Aprendizaje, Bienvenidos al Tren y Cuando Comenzamos a Nacer, entre otras fueron cargando de emotividad esa noche inolvidable para cualquier asistente: “El momento más lindo fue cuando Charly quedó solo con una guitarra y cantó 'Confesiones de Invierno'. Fue el momento cumbre del recital”, retrata Luis. 

Por su parte, Gerardo tenía 14 años, en su casa no había un aparato para escuchar música, ni dinero para comprarlo, por lo que ese viernes escuchó a Sui Generis por primera vez: “No los conocía. Después me hice fanático. No era fácil escucharlos. Tiempo después iba a la casa de un amigo que tenía un hermano rockero, y me hacía escuchar los discos que él tenía. Yo siempre le pedía la que decía ‘estoy en busca de lo naranja y verde’, que después aprendí que se llama 'Pequeñas Delicias de la Vida Conyugal'”. 

Esa canción a la que hace referencia Gerardo, está en el tercer y último disco de estudio de la banda: "Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones", donde Charly deja el piano e introduce el Mellotron, un teclado capaz de reproducir cintas pregrabadas, cuyo uso, el mismo Charly perfeccionaría con La Máquina de Hacer Pájaros. 

“Cuando nos despedíamos, Charly me contó que ni bien llegaba a Buenos Aires, tenía que ir al puerto a buscar el Mellotron que cambiaría mucho el sonido de la banda y de su carrera también”, narra Luis Corvalán, que sin saberlo había sido uno de los organizadores de una noche épica que, de alguna forma, marcaría el comienzo de su propia carrera musical. 

Ese fue el último fin de semana con vida del General Perón que moriría el lunes. Ese viernes, también fue la última vez en que Gerardo vivió sin Charly, más de 20 años después en un living de una casa, ya con equipo de música propio, le haría escuchar a sus hijos un cd recién comprado de Sui Generis y les diría: “Hace más de 25 años que no escuchó estás canciones y me acuerdo todas las letras, como si las escuchara todos los días”. Sus hijos tampoco volverán a vivir sin Charly, ni a olvidar una letra de Sui Generis.