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"A veces pienso, '¿Y si en este lugar estuvieran mis hijos?'": José, el profe de la cárcel

DIA DEL MAESTRO

"La educación es fundamental para bajar la reincidencia": José Manca nos cuenta el valor fundamental que hay detrás de alfabetizar y trabajar desde lo educativo en un penal, para llegar al objetivo de la reinserción social.





José Constantino Manca, “Pita” para sus amigos y familiares, es profesor en lengua y literatura, diplomado en conducción y gestión estratégica e inclusiva, diplomado en metodología de la investigación educativa, exdocente de alta montaña y actual docente en el penal de Concepción, mientras cursa la licenciatura de educación en contexto de encierro de la universidad Blas Pascal.

Todo este cv fue presentado en la Expo.Co.M, Exposición de Conocimiento Monterizo, hace dos semanas. El objetivo de la presentación de José fue que hable de su experiencia como educador  y sobre todo de los logros en el penal de Concepción, en donde llegó a presentar un cortometraje ideado en conjunto con su grupo de alfabetización, que resultó ganador en Europa.

’La educación como práctica de la libertad’, es el título de un libro por Paulo Freyre en la década de los 60. Tenía un poco más de 20 años cuando me recibo de profesor de la enseñanza primaria. No me fue fácil, ya era papá y trabajaba. Tenía los ejemplos, mi señora docente, mi hermana también, primos, tías, mi mamá. Pero creánme que nada en la vida que valga la pena es fácil. Dos baldes, una pala, plomada, cuchara de albañil mañana y tarde. A la noche, estudio. Cuatro años tardé en el profesorado con una de las notas más altas. Educarme me dio todo, herramientas para pelearle a la vida, el sostén de mi familia, la posibilidad de ser yo el protagonista de mi propia historia y alimentar la pasión por mi trabajo. Siempre traté de llevar este mensaje a mi trabajo, la importancia de estudiar. Y terminé aprendiendo mucho más de lo que enseñé”, comenzaba la charla de Pita, ante una multitud en el cine teatro Marconi.

“En mi primer trabajo, a 134 km, llegando en tres vehículos: primero, la renoleta, segundo, la moto del director, el tercer vehículo, la mula de don Díaz. Y por fin la escuela, un día, les cocino una mazamorra para los chicos. Y tratando de darle a uno de los chicos, me dice ‘maestro, la mazamorra tan aunca’, la hermanita me dice, ‘maestro, no le gusta el maíz tan hervido’. De esa primera experiencia hay dos cosas muy importantes, primero, no interesa donde ni como cuando se quiere aprender”, reveló el docente, sobre su trabajo en la alta montaña.

Trabajar en un penal

“2016, primer día de mi actual trabajo. Portón negro, grande, bisagra cuando se abre, dejo mis pertenencias, celular, llave. Otro portón, se abre, vuelvo a dar mi nombre. Y tercer portón, lo miro, observo y no era nada a lo que estaba acostumbrado. Me senté en un banco, me tomé mi tiempo para observar todo. Cerca del mediodía me esperaban tres personas para una entrevista, el más grande de ellos me dio una palmada y me dijo, ‘profe, el lunes va a tener alumnos’”, relató.

“Cuando salí me di con que acaba de salir de una cárcel. Ese fin de semana me puse a estudiar y recordé el nombre del libro otra vez. Comencé a dictar talleres, distintos tipos de talleres, quería descubrir sus intereses, muñecos, aros de educación física, masa para pastas. Y descubrí que la necesidad era alfabetizar. Todos, los 23 y conmigo 24 comenzamos a alfabetizarnos con el objetivo de escribir un cuento. Resultado: un libro de 22 cuentos. El año siguiente, pasamos a la historieta. El año siguiente, querían más: ‘Profe, ¿y si tomamos uno de los cuentos y hacemos un cortometraje?’.

El resultado de este cortometraje tuvo repercusión en todo el papis: primero, premiados en la provincia, luego, en tecnopolis, y finalmente en Zaragoza, España, compitiendo con 42 países. “No lo podíamos creer, llegamos a España y otra vez el libro en mi mente: ‘La educación como práctica de la libertad’.

“En una oportunidad me llama la psicóloga del penal. Entro y me dice, ‘Mario (piojoso para nosotros), que ha hecho con Mario’. Él era uno de los que estaba en este grupo de alfabetización. Siempre firmaba todo con su huella porque no sabía escribir. Y le pregunté a la psicóloga, ‘¿Por qué? ¿qué pasa?’ Y me dice ‘Casi en un acto de rebeldía, Mario me dice, yo no voy a poner más mi dedo, voy a poner mi nombre’ Volví a pensar en el libro. Y yo les pregunto a ustedes, ¿Hay un acto de libertad más digno que poder poner el nombre propio?”.

En Ese momento, las lágrimas cargadas de empatía comenzaron a rodar por las mejillas de decenas de presentes en el cine, y a este momento, Manca todavía recuerda la sorpresa que le causó encontrar esta reacción: “Me he dado cuenta que muchas veces por las características de mi trabajo uno toma temas muy sensibles respecto a la sociedad, y más en historias vulnerables, he visto lágrimas en apoyo, agradeciendo, llorando, es algo que uno hace en el anonimato y no tiene en cuenta a veces la repercusión que puede haber”, le cuenta a eltucumano.

“Uno de mis exalumnos que está en libertad y ahora es camionero, fue a escucharme, estuvo desde las 16:30 esperando en el cine mi charla. Hubo una devolución instantánea hermosa”

Desde utilizar el video en una charla para empresarios, hasta pedirle colaboración en una clase sobre educación en contexto de encierro, la curiosidad sobre la manera en la que se enseña y alfabetiza a personas privadas de su libertad se despertó en muchas personas que no sabían que era lo que iban a escuchar de José.

“En el lugar en donde yo trabajo mis alumnos están en un lugar de vulnerabilidad terrible y cada puertita que se abre es una gran inclusión. Cuando yo empecé en el 2016 tenía muchísimos prejuicios, el imaginario social sobre este contexto siempre es negativo. Cuando vos tenés que garantizar que la educación esté presente sin interesarte en por qué la persona está detenida es difícil, hay que garantizar solamente la educación.  Lo único que tienen todos en común es que todos salen, pero la reincidencia es muy alta, y aquí es donde juega un rol fundamental nuestro papel de educadores para generar un cambio en ese número”, confiesa.

“En la complejidad de instituciones que se hacen presentes en un penal, la educación es la única que busca en esa naturaleza de aprender que tienen las personas. Muchas veces las estructuras sociales no nos permiten que todos tengamos las mismas oportunidades, y partiendo desde ese gran grado de vulnerabilidad que tiene esa persona, desde le educación reconstruimos la confianza y se pueden hacer cosas maravillosas”.

En el día del Maestro, lejos de pensar en el rol común que nos imaginamos cuando pensamos en estos educadores, hoy pensamos en José Mance, educador en un penal: “A mí, mi trabajo me ha demostrado en hechos el alcance y lo enorme que es ser educador. El morbo social juega con situaciones así, esto muchas veces perjudica tanto el imaginario social, la gente, los actores del sistema penitenciario a veces se guían de producciones que estigmatizan aún más a la gente, como es el caso de series de moda como ‘El Marginal’”.  

¿Qué sería en esta realidad de mis hijos?

Esta es la pregunta que este docente, padre y abuelo no puede evitar realizarse cuando observa la gran cantidad de casos y situaciones dentro del penal: “La línea entre lo permitido y lo prohibido es muy delgadita. Allí hay personas que han salido sin querer, no han visto bien el retrovisor y han chocado a gente que venía en bicicletas y que murieron, y ahí están. Un penal es cuando agarras una sociedad y la apretás y lo hacés lo más chiquitito posible, eso es un penal, todos los vicios de la sociedad potenciados a mil o contenidos en un mismo espacio”, cierra.