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Agua la boca: ¿cuál es la achilata más rica de Tucumán?

SABORES DE ACÁ

Es viernes y desde que se empieza a escribir esta nota metemos la lengua hasta el fondo del vasito blanco de telgopor y también le mordemos la base al cucurucho que gotea el agüita teñida por uno de los colores más tucumanos de la paleta que nos da vida. ¿Quién es la reina de la achilata? VIDEO

Achilata.





Es viernes y desde que se empieza a escribir esta nota nuestra boca comienza a hacerse agua, un agüita color achilata, bien líquida, como la última lagunita que queda sobre la base del vasito blanco de telgopor o como una gotita de achilata que gotea por la punta del cucurucho tiñiendolo al cucurucho que no será el caro de otras heladerías, pero que es muy rico también.

¿Cuándo se toma una achilata? ¿Tiene un horario? La siesta tucumana bajo el sol parece ser el escenario cantado, pero también va como achilata al mentón después de un panchito o un café con los amigos antes de volver a la casa mientras esperás el colectivo, y en las veredas de la noche también.

¿Quién no ha escuchado la bocina de la achilata? Es una bocina que parece un ganso con ruedas y un manubrio, un ganso que grazna un rato y se calla, que grazna y se calla, y entre esos silencios se abren los picaportes de las casas en chancletas o salimos descalzos a comprar la achilata para tomarla bajo el ventilador de techo viendo Elegidos o jugando a la generala (ojo con confundir vasito con cubilete).

Mientras el achilatero raspa que te raspa como la lengua áspera de un gatito, el vasito se va llenando, llegan los billetes arrugados y nos vemos, Rubén. Tan achilata es la achilata que provoca sensaciones una vez que la lengua se congela y hasta se siente un tincazo en la frente del frío. Es un postre sin ser postre que debiera estar, por lo menos, a la altura de un pasaje donde solo se vendan achilatas bajo los lapachos del mismo color.

El pasaje 2 de abril, por ejemplo, famoso por las sangucherías del otro ícono gastronómico culinario simbólico tucumano, ese pasaje de veredas tan anchas y de una calle tan ancha porque había sido originalmente pensado como avenida para conectar a Mi Rey, el lustrabotas de Tribunales, con la Casa Histórica de puertas azules, donde brilla el Acta de la Declaración de la Independencia y donde ahora también llegan algunas cartas documentos.

La hipnosis que genera el color de la achilata bajo el sol, como todo lo que se hace bien en Tucumán, también funciona bajo la luna. O bajo una bola de espejos en un casamiento. O entre los lasers de u excel en una convención en la FET. O una parada técnica al lado del parlante de Miguel Ángel Banega, el Rey del Achilado, en la plaza San Martín con sus parlantes al viento.

Por eso, Andrea, la Reina de la Achilata, le cuenta a Javier, el móvil maravilla de eltucumano, que recuerda una noche que estaba en el casamiento de la hermana y todo bien con los novios, las fotos y el vals, pero los invitados estaban haciendo cola para comer achilata al achilatero contratado para el evento sagrado.

¿Por qué la achilata trasciende a los años y une a grandes y niños? ¿Por qué, en palabras del artista Rodrigo Bueno, la achilata sobre toda diferencia social? “A los adultos les hace recordar la infancia y a los niños les parece refrescante”, dice la primera participante del primer concurso nacional y popular de la historia de la provincia organizado por el diario el tucumano: un certamen que irá conociendo a los reyes y reinas de la achilata hasta elegir al o la mejor de todos los tiempos el 21 de septiembre de 2021, el Día de la Primavera más esperado de los últimos años.

¿En vaso o en cucurucho? Hielo molido, azúcar, jugo de frutas, para niños con sed y para la otra sed que no es la que arrolla ni tiene tónica sino la achilata que, en Tucumán, claro, por supuesto, no podía no tener su versión mimosa con vodka, con leche condensada y el néctar patentado como ronchilata. 

Se acerca la primavera, ya está entre nosotros, ya se la huele, y ya se la come: “¡A gelata, a gelata!”, cantaban nuestros abuelos en los albores del 1900. “¡A la achilata, achilata!”, gritan en las plazas, en las calles, en los pasajes, en el Parque 9 de Julio, en los barrios, abajo de los monoblocks, pisando la ruta que pela, llegando a nuestras bocas como su fuera la primera vez y llegando por primera vez a las bocas de Marcelo y Guillermina, dos salteños que hoy conocieron la achilata, puntuaron a la Reina de la Achilata con ambos 10 y confirmaron lo que Tucumán sabe cuando saborea: “No hay nada parecido a la achilata, es todo un mundo nuevo”.