"La pesca me ha salvado": historias, pasiones y mitos de pescadores
Un gran dorado nadando en el lago del Parque 9 de Julio, un surubí en el río Dulce y la pieza menos esperada. Hoy se celebra el Día del Pescador Deportivo y los tucumanos se confiesan: “Hay tantas teorías filosóficas como pescadores hay en el mundo”.

Ezequiel Mira con una de sus capturas.
A los doce años El Tano Cabrera descubrió la que luego se convertiría en la pasión de su vida. Agarró unas cañas de pescar viejas que había heredado de su padre y buscó asesoramiento sobre los secretos de la actividad en una emblemática ferretería de Barrio Sur atendida por un pescador veterano, Rubén Picó. Con el halo mitológico que dan los años, las experiencias vividas y un apellido profético, el viejo fundador de la peña “El Cometa” se volvió su mentor. En ríos o en lagos, como competencia o como recreación, su historia con la pesca es la historia de un fervor compartido por muchos aficionados tucumanos que hoy celebran el Día del Pescador Deportivo: “Es una cosa indescriptible, una especie de fanatismo, una pasión en la que vos podés dejar de hacer cualquier cosa por la pesca. Es como esos a los que les gusta el fútbol y juegan cuatro partidos por semana, se ven todos los partidos y se la pasan hablando de fútbol… Algunos lo pueden ver como algo enfermizo, pero es eso, una pasión”.
“Con la pesca te olvidás de tus problemas; es una desconexión que sólo la entienden los pescadores, como que se te resetea el cerebro. Para mí la pesca está por encima de todo”, define El Tano quien reivindica la pesca deportiva, es decir, la que practican aquellos pescadores que devuelven las piezas al agua: “Creo que la pesca deportiva define al pescador como la persona que es. Se trata de una especie de cultura que se va transmitiendo entre pescadores y va de la mano con la ecología. Uno como pescador quiere hacer escuela de eso, tratar de inculcarle eso a la gente que lo rodea. Considero que es algo que depende mucho de la persona y de los valores que tenga. Si sos medio culiado, no te va a importar mucho matar pescados”.
Según comenta Cabrera, para un pescador deportivo uno de los momentos de mayor satisfacción es aquel cuando devuelve el pez al agua: “Uno de los disfrutes más grandes que tiene esto es la liberación. Cuando lo devolvés al agua y ves que el pez se va nadando, esa parte de la pesca es muy buena. Creo que un 50% de la satisfacción es la lucha que se produce al atraparlo y el otro 50% está en soltarlo. Se ve que eso es algo que ha ido evolucionando y cada vez la gente tiene más consciencia de que hay que cuidar las especies. Cada vez son más los pescadores que se vuelcan a la pesca deportiva porque se dan cuenta de que es más divertida y de que ese es el verdadero disfrute de la pesca”.
El Tano con un gran ejemplar de dorado.
El pescador de 40 años despunta su pasión de forma recreativa, pero también participa en los concursos de pesca de pejerrey que organizan los clubes locales. Se trata de dos formas distintas de vivir la actividad. La pesca recreativa supone el esparcimiento, la reunión, el asado compartido y la convivencia entre pares a la vera del río. Pero, cuando es por los porotos, entonces la dinámica cambia, aunque el amor siga siendo el mismo: “El alma del club es la competencia, los que participan de los concursos son gente muy competitiva a la que le gusta mucho pescar y se lo toman muy enserio. La competencia no es para cualquiera, te tiene que gustar esa adrenalina y esos nervios de sacar más piezas que el rival. Una cosa es ir, hacer un asado, compartir el momento; y otra es la competencia donde tenés que practicar y perfeccionarte”. Justamente, el Día del Pescador Deportivo conmemora desde 1951 la fundación el 3 de agosto de 1903 del primer club que tuvo la actividad en el país: el Club de Pescadores de Buenos Aires.
“La pesca me ha salvado de la pandemia, que no es poco. Me ha regalado amigos y momentos muy importantes de la vida que voy a llevar para siempre conmigo. La pesca me hace olvidar de la mayor herida narcisista del ser humano: saber que nos vamos a morir”, define en tono filosófico el aficionado a la pesca con mosca Ezequiel Mira. Es que hay mucho de reflexión y de introspección en la paciente espera del pez que nada en esos ríos que fluyen y que nunca son los mismos ríos como postulaba Heráclito. Después de todo y como dijo otro filósofo: la vida también es río que va golpeando la piedra. Y los pescadores lo saben.
En las viñas y en las correntadas del señor hay de todo y para todos los gustos. Y así como en las aguas de nuestros ríos y de los ríos vecinos los doraros, sábalos, tarariras, bogas y bagres conviven en natural armonía, también hay distintas maneras de concebir a la pesca como práctica y como deporte. Así lo plantea Ezequiel: “Me parece que hay tantas teorías filosóficas como pescadores hay en el mundo. En ese sentido, cada uno lo vive de manera diferente. Hay quienes lo toman como un deporte, como una vía de escape, como un hobbie… Están quienes tiran la caña desde la orilla y se quedan conversando con los amigos. Estamos los que nos gusta meternos en el agua buscando el bicho. Y también están aquellos que participan del campamento, se quedan tomando y ni tiran la caña. Hay quienes lo hacen por laburo también, no nos olvidemos de los pescadores artesanales que viven de eso y que son tan cuestionados por otros pescadores”.
“Yo me defino como un pescador deportivo contemporáneo. Para mí es un cable a tierra, es toda la ansiedad semanal volcada en un día posible de esparcimiento, de encontrarme con amigos y con situaciones que me generan calidad de vida. Es una forma de vivir lo que deseo como ser deseante. Lástima que, por laburo, sólo puedo salir una o dos veces a la semana. Me pasa que, cuando no voy a pescar un fin de semana, eso me genera ansiedad y siento que me falta esa válvula de escape del stress generado en la semana laboral”, reflexiona el pescador de 40 años que, cuando no está pescando, está atando las moscas que luego seducirán a los peces en ese arte de atracción y engaño que es la pesca. Muchos son los señuelos ante los cuales el hombre también cae rendido. La vida también es una lucha, muchas veces, contra la corriente. Puro tira y afloje.
Para Ezequiel, si hay una grieta actual que divide las aguas entre los pescadores, esa es la que separa a aquellos que devuelven las piezas de aquellos otros que no lo hacen: “¿Quién tiene la vara para medir quién es pescador deportivo y quién no? Que unos lo devuelvan y otros se los coman creo que no los hace más o menos deportivos, siempre y cuando se trate de las especies y cantidades permitidas. Yo particularmente no sacrifico peces, pero, de un tiempo a esta parte, tampoco cuestiono a quienes lo hacen. Eso sí, no podemos negar que la pesca con devolución colabora con la sustentabilidad de las especies. Creo que se trata de un cambio que es generacional y los niños de hoy son mucho más conscientes de eso que nosotros cuando éramos chicos y empezábamos a pescar”.
La pesca como actividad también se ha modificado con la llegada de las redes sociales y este pescador hace un llamado de atención al respecto: “La platea de pescadores deportivos está muy dividida actualmente. Creo que hay grandes pescadores que se muestran poco y hay otros que necesitan del reconocimiento de los demás. Esos son los que capturan un pez y le sacan fotos para subirlas a las redes. Esos son los foteadores compulsivos que necesitan siempre de likes”. Justamente Ezequiel es quien alertó acerca de esta tendencia y reveló en una nota a este medio el secreto de los pescadores para que las piezas parezcan más grandes en las fotos.
Concebido durante años como un deporte casi exclusivamente masculino, para él hoy se viven tiempos de deconstrucción y la actividad se ha vuelto mucho más inclusiva que tiempo atrás: “Mi pareja también pesca y no es la única. Hay mujeres que atan moscas y que pescan con mosca. Hay mujeres famosas en los canales de pesca. En Tucumán, en el ámbito de la pesca del pejerrey, hay muchas mujeres pescadoras. Para mí fue muy grato llegar al club de pesca de UNT y saber que una mujer había ganado el concurso, fue algo hermoso. Esta es una actividad sana, linda y que no necesariamente tiene que estar destinada a los hombres. La pesca es un deporte no binario”.
Mitos y leyendas de pescadores
La pesca cuenta con su propio acervo mitológico poblado de historias que relatan luchas épicas contra peces bestiales; héroes, fantasmas y maldiciones que cortan los piques. Se trata de relatos incomprobables que se han transmitido de generación en generación como el que alguna vez escuchó El Tano en boca de Rubén Picó. La leyenda cuenta que, cuando inauguraron el lago del Parque 9 de Julio, hubo quien vio un gran dorado saltar entre las aguas. Fue el propio Picó quien le recomendó a ese pescador un señuelo plateado para capturar al gran pez. Ese pescador se pasó todo un verano cuchareando el lago hasta que pudo sacar la pieza tan deseada. No hay fotos, tampoco prueba alguna, pero la historia pervive entre las nuevas generaciones de pescadores.
“Hay algo que me pasó hace poco y que, cuando lo contás, no te lo creen. Resulta que estaba con mi amigo Pablito Costa pescando en Bocatoma, un lugar a cinco kilómetros del dique Los Quiroga, en Santiago. Hago el primer tiro y clavo un dorado. Hago el segundo y traigo un sábalo enganchado de la boca. Al tercero, empiezo a traer y cuando recojo veo que era una billetera. La abro y tenía los documentos. Como era pesca con devolución, la volví a tirar al río”, cuenta Cabrera.
“Tengo un amigo en Santiago del Estero que cuenta que ha visto un surubí en el río Dulce. Son muchas las historias que se escuchan. Lo que yo noto es que se transforman en historias mitológicas cuando se sobredimensiona el peso de piezas de especies que es imposible que pesen lo que dicen que pesan. También son un clásico las historias de espantadas a pescadores en Sumamao”, cuenta Ezequiel Mira quien dice que son muy comunes aquellos pescadores a los que él califica como pescadores Alejandro Sanz porque, emulando al cantautor, pescan cuando nadie los ve.
Párrafo aparte se merecen aquellos pescadores que parecen condenados por alguna especie de maldición o gualicho y tienen fama de paralizar los piques. Son los que no pescan ni dejan pescar a los demás. Así lo explica Ezequiel: “A esos pescadores se los conoce como salados o mufas. Un caso muy conocido es el de mi amigo Gustavo Durval Rodríguez. Ese te merma casi hasta la totalidad cualquier probabilidad de tener piques. Cuando él va a pescar, el dorado desaparece”.