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"Pensé que no salía viva": del pánico al agradecimiento eterno

Historias de pandemia

Ana María se contagió de Covid y entró en pánico cuando supo que debían internarla. Después ella se encargaba de alentar a los recién llegados. Su experiencia y el gesto que tuvo con el personal de salud al recibir el alta: “Ha sido algo extraordinario”





Ana María Salazar no lo esperaba. Cuando fue hasta el Hospital Modular de Lomas de Tafí para hacerse un chequeo el martes 6 de julio, tras haber dado positivo de Covid, creía que le harían unos análisis, le recetarían algún medicamento y volvería a su casa, junto con su familia. Pero uno de los datos clínicos encendió la alarma de los médicos: la saturación de oxigeno era baja. Por eso le dijeron que debía internarse para que pudieran seguir su cuadro de cerca. Su primera reacción fue negarse, tanto ella como su familia no querían saber nada de nada. Lo que se dice, lo que se murmura, los rumores que circulan; la hacían temer lo peor. “Me agarró un ataque de pánico, pensé que no salía viva de ahí. Tenía mucho miedo porque, unos días atrás, una cuñada había fallecido por el virus. No me sentía bien, ni de salud ni mentalmente. Entonces, vino la kinesióloga que me explicó que ellos querían ayudarme… Vero, la kinesióloga, me convenció de quedarme”, cuenta la mujer de 47 años que, tras doce días de internación, pudo cambiar ese miedo por el agradecimiento que se tradujo en un gesto cariñoso para todos aquellos que la cuidaron. 

“Fue un caos ese día cuando llamé a mi casa diciendo que me iban a internar. Mi hija mayor lloraba, no querían que me internen y se quedó llorando. Tuve un ataque de nervios y de llanto, en mi familia nadie quería que me internen. Yo sabía que en mi casa estaban todos mal, asustados… Era obvio, estábamos todos con ese trauma de lo que le pasó a mi cuñada que era muy reciente”, relata Ana María lo que fue su reacción cuando supo que ya tenía una cama asignada, la número 23. En esos momentos, la contención que recibió del personal de salud fue fundamental para convencerla. Tras el pánico y esa primera impresión, al poco tiempo el panorama cambió de manera abrupta: “Al otro día nomás empecé a ver que no era lo que me decían, empecé a ver el amor y la atención que había en ese lugar. He visto la dedicación de esas personas, más que nada, el amor y el esmero que ponían con la gente. Era algo extraordinario para mí, ni siquiera en un sanatorio privado había recibido esa atención. Después, en broma, le decía a mi familia: Acá estoy de vacaciones porque estoy en un lugar donde me atienden y me dan todo el cariño”. 


Mientras le hacían todos los estudios clínicos y recibía los cuidados médicos que requería, comenzó a relacionarse, tanto con el personal de salud como con el personal de limpieza y los demás pacientes. El clima era muy distinto del que se había imaginado: “A la enfermedad ya no la veía tan mal, perdí el miedo porque veía esperanza… veía que la gente salía y se recuperaba. Todos los días veía el amor y cuidado de los médicos, de las chicas de limpieza… veía todo el sacrifico y la entrega de ellos”. También comenzó a ver que, al igual que ella, muchos de los pacientes recién llegados padecían el mismo miedo que ella sufrió al llegar al lugar, entonces empezó a contenerlos, a calmarlos, a contarle su propia experiencia: “Había mucha gente que no quería que la internen, entonces yo iba y los animaba cuando los veía asustados y preocupados…Me iba a visitarlos cama por cama.También me hice amiga de mucha gente mientras estuve ahí”. 


El 18 de Julio Ana María recibió el alta para volver a su casa en Villa Muñecas junto a su esposo y los cuatro hijos que viven con ellos. Pero no se quería despedir sin antes tener un gesto de gratitud con aquellos que la habían cuidado y contenido en el peor momento. Sin que nadie lo percibiera, para no aguar la sorpresa, preparó una mesita con cosas dulces que llevó su familia: una tarta de ananá, una pastafrola y una torta hojaldrada de chocolate. También puso globos y dejó un afiche con un emotivo mensaje: “Me dije: yo no me puedo ir de acá sin dar las gracias, sin hacer algo por ellos. Esto ha sido algo que nunca he vivido y yo tengo esa naturaleza de agradecer. Los médicos se pusieron muy contentos. En el mensaje que dejé, también le agradecí a los enfermeros, a los de la limpieza y al intendente Javier Noguera. A mí gustaría hacer algo por la gente de la salud, me gustaría hablar con el intendente y que se haga algo por esa gente, desde los médicos hasta la gente de la limpieza, porque para mí ellos están arriesgando mucho y no están siendo bien valorados desde el salario que reciben. Ellos lo dan todo y lo hacen con mucho amor”.