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"Ha sido, es y será difícil hacer las manzanitas sin Carlos: todavía no lo podemos creer"

HISTORIAS DE ACÁ

Adiós al querido Carlos Ramón Amaya, el Rey de las Manzanitas de Tucumán: "Siempre fue una persona humilde, pero con un corazón muy grande. Por eso lo querían todos. Por eso nunca tuvo un problema con nadie. Por eso todavía no caemos", le cuenta Juana, su pareja, a eltucumano. ¿Cómo se sigue adelante?

Carlos con su delantal azul, Juana y su familia: "Tenemos que seguir, así lo hubiera querido él". Las fotos son gentileza de Juana.





Todas las noches, antes de acostarse, antes de sumergirse en el profundo sueño para despertarse al alba y hacer las manzanitas más ricas de Tucumán, Carlos Amaya abría las palmas de sus manos, se aferraba a las manos de su pareja Juana, y junto a dos parejas más del barrio Antena se conformaban en los eslabones de una cadena de oración por la salud del personal sanitario de Tucumán, por las médicas y médicos, enfermeras y enfermeros, camilleros, choferes del 107, por uno y cada uno: “Hacíamos las oraciones y él cada día leía una palabra: le gustaba mucho ese momento, le gustaba mucho estar conectado con la palabra del Señor, más en estos tiempos tan feos. Especialmente oraba mucho por los enfermeros”.


Quien habla con el diario eltucumano es Juana, luego de que el querido Carlos Amaya, el Rey de las Manzanitas, se despidiera de este mundo el último domingo a los 61 años de edad: “Nada ni nadie pudo hacer nada. Ingresó al hospital el viernes de la semana pasada y el domingo falleció. Hay mucha gente que no puede creer lo que le ha pasado: ha sido tan rápido que nunca lo esperamos, más allá de sus problemas de azúcar. Todo comenzó con un leve resfrío. Lo llevé a la casa de Alderetes, ahí no podía respirar, le hicieron el hisopado que en una primera instancia le salió negativo, luego positivo, le han tomado el azúcar, la tenía muy alta, y la inesperada noticia llegó el último domingo”.


Nacido y criado en el seno de una familia humilde, Carlitos Amaya conoció a su compañera Juana hace 14 años en un comedor solidario del barrio Antena. “Es el comedor que Carlos solía tener acá en el barrio, yo era cocinera y con él y vecinos de buen corazón ayudamos a alimentar a los niños más carenciados. Fue una hermosa manera de conocernos”, relata Juana, quien con las mismas manos que oraba por las noches junto a Carlos, con esas mismas manos, se las ingeniaba para hacer milagros para llenar la olla y la panza de los chicos, pero no se animaba todavía con las manzanitas hasta que Carlos le compartió los secretos cuando durante la pandemia ya empezaron a cocinarlas juntos, pero no a salir a la calle a venderlas.


“Tenía una mano especial para las manzanitas. Por eso venían los vendedores ambulantes directamente a la casa a comprarle y después ellos salían a la calle. Entre otras cosas me decía que la clave estaba en el caramelo, que siempre tenía que tener en un punto de cocción determinado, dejarlo que hierva el caramelo unos 20 minutos en la marmicoc chica nomás, e ir probándolo al caramelo unos diez minutos más”, relata Juana, quien se guarda el resto de los secretos para ella, su hijo y su nuera, quienes continuarán con el legado de Carlos: “Tengo 59 años. A mi edad, ¿quién me daría trabajo? Ha sido y es difícil hacer las manzanitas sin Carlos, todavía no se puede creer, pero no nos queda otra opción que salir adelante. Es lo que él quería, que su legado continuara”.


La partida de Carlos Ramón Amaya deja un vacío solo capaz de llenarlo al recordarlo como lo que era: “Nunca tenía un mal día, siempre estaba haciendo chistes, siempre ha sido una persona muy buena con el otro. Le encantaba el mate, era una persona muy solidaria, no tenía ninguna persona enemiga, le encantaba ver todos los partidos, era hincha de Independiente y también de Atlético. Antes de que entraramos a la Iglesia Cristiana de la Adolfo de la Vega que ahora tiene un anexo en Banda del Río Salí, le gustaban las cumbias y el folclore, pero después ya no: siempre escuchábamos la radio y veíamos el canal 99, el Canal Luz. Fueron ellos, nuestros compañeros de la Iglesia quienes han estado conmigo hasta el último momento. No me han dejado sola en ningún momento y es algo que uno sabe reconocer y agradecer. Con Carlos y cuatro parejas más nos ocupábamos de reunir bolsones para la gente que realmente lo necesitara. Y estoy segura que todo ese amor vuelve. Por eso lo querían tanto. Por eso nunca tuvo un problema con un vecino. Por eso no lo podemos creer”.

La pasión de Carlos: hacer manzanitas para todo Tucumán.
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