Top

"Me llevé muchas sorpresas": quién es el voyeur de los edificios abandonados

Historias de acá

Gaspar recorre las calles tucumanas siempre alerta para retratar los lugares abandonados. Donde los demás ven sólo ruinas, él descubre un fascinante universo marcado por el tiempo y el olvido. El Mercado del Norte, el bar Bigotes, la casa de los iglúes. Mirá sus fotos.

Estúpidas y sensuales casas en ruinas.





Las paredes descascaradas, las verjas desvencijadas, los mapas de olvido que trazan las manchas de humedad y las plantas que se abren camino entre los ladrillos son apenas algunas de las cicatrices que el tiempo imprime a los edificios abandonados; testigos estoicos de la propia ruina y objeto de deseo para aquellos curiosos que se preguntan por esas estructuras fantasmales desperdigadas en los distintos rincones de nuestra provincia. Gaspar Rodríguez Campos es un voyeur de las ruinas; un entrometido que recorre y retrata lugares deshabitados de gente, pero poblados de historias. Ahí donde otros ven escombros y mugre, él se mete a buscar arte.

Hay personas que sienten una particular excitación al hacer el amor en lugares abandonados y buscan lugares derruidos para tener sexo. De hecho, así comienzan o así terminan muchas películas de terror. Pero lo de Gaspar, un joven tucumano de 32 años que trabaja en una farmacia, no se trata de una filia extraña, aclara, sino de algo mucho más habitual que describe como curiosidad y fascinación: “Siempre tuve atracción por los espacios abandonados. Me da mucha curiosidad ver por cómo quedan, ver cuál fue la intervención del hombre, el paso de tiempo y la naturaleza cómo avanza sobre las cosas. A esto lo hago completamente como aficionado, no tengo cámara ni soy fotógrafo… agarro el teléfono y empiezo a tirar fotos”.


Todo comenzó el año pasado, en un momento de relajamiento de la cuarentena tras varios meses de aislamiento. Gaspar solía pasar por el edificio de lo que fue el Centro Cultural Juan B. Terán, junto a las vías del ferrocarril. Siempre sintió curiosidad por ver qué había quedado de aquel lugar que había sido escenario de algunos de los mejores recitales de los que tenía memoria: El otro yo, Boom Boom Kid, Sánchez No te Enganches, Malas Lenguas, fueron sólo algunas de las bandas que tocaron ahí. Y ese día ya no se aguantó las ganas de recorrer las ruinas de aquel templo de pogos, bailes y porros a escondidas. “Siempre pasaba por el lugar y decidí meterme. Primero, fui viendo qué onda y, cuando vi que no había nadie, me mandé. Empecé a sacar fotos y a recordar los recitales que viví ahí. Después, subí las fotos a un grupo de Facebook de fotografías antiguas y la gente se volvió loca recordando los shows que había vivido ahí. Entonces comenzó a picarme la curiosidad y comencé a publicar las fotos. La verdad que tuvieron mucha repercusión. Ese fue el punto de partida: la fotografía artística y la nostalgia por lo que fue”, relata.

El Centro Cultural Juan B. Terán. 

Desde entonces, cada vez que Gaspar tiene que ir caminando hacia algún lugar, lo hace por una ruta distinta y va siempre atento, mirando hacia todos lados, a la espera de encontrarse con alguna casa o algún edificio abandonado. “Me fijo si los lugares están habitados o no. Si hay telas de arañas en las cerraduras, por ejemplo, si hay timbre o si hay algún vidrio roto donde pueda meter el teléfono”, comenta el joven que aclara que el límite de su arte está en la legalidad. No invade lugares que están cerrados ni rompe candados, sólo entra en aquellos sitios donde encuentra una puerta abierta y, donde no, busca las rendijas desde donde poder colar su teléfono para retratar lo que hay adentro. Aunque nunca falta algún vecino que le pregunta qué está haciendo. Siempre está ese peligro: “Me ha pasado cruzarme con una persona que se molestó porque le saqué fotos a una propiedad o alguien que pensó que yo era un ladrón. El único miedo es que algún vecino malinterprete la situación porque puede aparecer alguno armado, por eso, siempre explico que sólo estoy haciendo fotos”.

La soledad actual del bar Bigotes. 

El eco no tan lejano de las interminables noches de karaoke del bar Bigotes en pleno centro de la ciudad, el trajín en mute de los puesteros en el Mercado del Norte, las memorables jornadas y los viejos amores que se conocieron en las matinés de la Primera Confitería del cerro, la decadencia desafinada del conservatorio de música de calle San Martín… Si esas paredes hablarán… Para Gaspar las paredes, los restos, los escombros todavía tienen mucho que decirnos. Las grietas hablan y un aura fantasmagórica todavía levita en esos sitios: “En cierta medida tiene algo de arqueológico… Te ponés a pensar quién vivía, por qué la abandonó a la casa, qué pasó con sus cosas… Me pasa que me desespero por entrar. Me da mucha curiosidad saber si está amoblado, si hay un libro o un vinilo… Muchas veces me frustro porque quiero entrar y no se puede, pero hay que tener cuidado con la ilegalidad de la situación”.

“Me llevé muchas sorpresas. Hay una casa en Tafí Viejo con forma de iglúes, es una especie de mansión. Se fue la familia del país y la dejaron ahí y empezaron a vandalizarla, pero la arquitectura del lugar es única… tiene habitaciones circulares que son muy llamativas. En esa casa te das cuenta que hay gente que aprovecha el lugar para ir a drogarse, a coger o, simplemente, a hacer un fuego. Hay gente que encuentra un techo ahí”, revela quien hace tres meses creó la cuenta de Instagram Abandoned Places Tucumán donde sube las imágenes de los distintos sitios abandonados que visita: “Por lo general, recibo muchos comentarios de gente de otros países. La gente de acá que te dice: ¡qué buena foto! y también hay muchos que comentan ‘yo entré a esa casa’, ‘yo bailé ahí’… Tiene mucho de nostalgia, de empezar a reflotar el pasado”.

La casa de los iglúes en Tafí Viejo.

Gaspar ni está loco ni está solo. A nivel mundial hay muchas personas como él que gustan visitar de lugares abandonados y registrarlos de manera artística, esta tendencia se conoce como “Urbex”, un acrónimo inglés que significa “exploradores urbanos”. Gaspar es un poco eso, un Indiana Jones urbano dispuesto a dejarse seducir por las ruinas y las marcas del olvido: “Tucumán es un gran lugar para hacer eso porque hay muchos lugares abandonados. Es cuestión de prestar atención, podés pasar muchas veces por ahí y no darte cuenta que una casa está deshabitada”. Para Gaspar esos resquicios de la ciudad que los demás transeúntes recorren indiferentes puede ser una especie de Atlántida desagotada a la espera de ser descubierta.
 
Mirá algunos de los lugares retratados por Gaspar: