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El doctor de los juguetes, el tucumano que repara la nostalgia

Historias de acá

En su casa de Lomas de Tafí funciona el consultorio secreto donde Omar le devuelve la vida a los personajes que animaron nuestras infancias. He Man, Skeletor, Rambo y los Cazafantasmas son algunos de sus pacientes famosos: “Para el día del padre mis hijas van a la juguetería a comprarme el regalo”.

Omar, el Doctor, en acción.





A Omar Daniel Escudero todos le dicen Doctor. No es un galeno reconocido ni otro abogado que hace usufructo de un inexistente título de posgrado, sino un hombre que mete mano en las fibras más sensibles de nuestros recuerdos infantiles. Omar, el Doctor de los juguetes, es un artesano de la nostalgia; un reconstructor de sueños. A sus habilidosas manos llegan guerreros decapitados, héroes desmembrados, villanos mordidos por algún perro y muñecas que han perdido su brillante cabellera. Él les devuelve la vida que supieron tener en esas largas jornadas juegos. La magia de aquel tiempo en que todo era posible.

“La mayoría me dice Doctor. Cuando alguien del grupo de los coleccionistas consigue un muñeco roto, le dicen hablá con Omar, el Doctor de los juguetes. Devolverle la vida a un juguete es algo que no tiene precio… Ese valor nostálgico de los juguetes que tuvo uno de chico es muy bueno y es una cosa invaluable para mí”, revela este gestor de 41 años que, en sus tiempos libres, convierte la cocina de su casa de Lomas de Tafí en su improvisado consultorio donde reconstruye cinturas escleróticas, realiza trasplantes de piernas, pinta pieles gastadas de años y fabrica brazos forzudos: “Me encantan los desafíos, pero llevan su tiempo. Todos quedan encantados con el resultado. Yo trato de dejarlos lo más parecido posible al original. Algunos lo hacen para cumplir, yo lo hago porque es algo que me gusta mucho. Los pinto y los voy delineando para que queden lo más lindo posible”.


Antes de convertirse en el artesano de cabecera al que recurren los aficionados tucumanos cuando a un muñeco se le rompe o se le pierde alguna extremidad o cuando le falta alguno de sus accesorios como las armas o la armadura, Omar era un coleccionista más y antes de ser coleccionista, fue un niño que jugaba con las figuras de acción e imaginaba miles de universos posibles. En el 2003, cuando salieron los nuevos muñecos de los personajes de He Man, volvió a comprarse juguetes y desde entonces ya no paró: “Ya no jugaba, pero los compraba para tenerlos. Ya no me sale jugar, ya no tengo esa imaginación que tenía cuando era chico. Me acuerdo que con los He Man jugué hasta los 15, me pasaba tardes enteras jugando con mis primos y amigos”.

Le había picado ya el bichito del coleccionismo, pero el precio de los juguetes lo desalentaba a continuar comprando muñecos. Entonces empezó a repararlos. Compraba lotes de extremidades, de muñecos ultrajados, desvencijados, héroes achacados que, lejos de su tiempo de esplendor, ahora son apenas basura. Deshechos en los que Omar supo encontrar su tesoro: “Comencé arreglando hace un par de años, empecé con mis muñecos de He Man. Me dije: no puede ser que estemos en el siglo XXI y no se puedan arreglar los muñecos de He Man. Hice un taller de porcelana fría y me sirvió para hacer las partes que me faltaban. Ahora, cuando me llega un muñeco roto, siempre trato de encontrarle la vuelta. Me llega de todo: de los Cazafantasmas, de Thundercats, de Rambo, muñecas Barbie… Cuando llegan los veo y analizo, trato de solucionar todas las cosas que me dan. La mayoría de los que me buscan son coleccionistas. Algunos de los arreglos quedan de fábrica y otros quedan muy bien, pero no son para que los andés travesiando, sino para que los tengas exhibido en la repisa”.


Omar los pinta, los retoca, les arregla algún mecanismo descompuesto. A todo eso lo aprendió de forma autodidacta, viendo videos en YouTube y experimentando con sus propios muñecos. Su método es de prueba y error: “Aprendí metiendo mano, viendo cómo eran los mecanismos. Todo lo hice practicando. Ahora les puedo hacer los dedos, las manos, el pie, la nariz, el pelo… la verdad que, cuando empecé, no creía que lo iba a poder restaurar. Lo hacés varias veces y ya sabés cómo hacerlo. Tenés que tener mucho ojo, mucha práctica y paciencia y, sobre todo, te tiene que gustar. A mí me gusta mucho, es algo que me calma , lo tengo de hobby”.

“Hoy los juguetes de colección están carísimos”, reniega el Doctor. Según explica, un muñeco de He Man con sus accesorios puede costar alrededor de $15.000, mientras que uno pelado, es decir, sin armas ni armadura, sale aproximadamente $5000.  Mientras que repararle el movimiento de la cintura unos $150 y cambiar una pierna o un brazo $100. En este sentido, valoró las redes de intercambio entre los coleccionistas. Siempre hay alguien que ofrece alguna figura mancillada o una cabeza o una pierna que le sobra. Todo sirve, todo se recicla: “Lo bueno del coleccionismo es que nos ayudamos entre todos. A veces así podés conseguir algo que no se consigue. Yo trato de llevarme bien con todos y todo vuelve. Muchas veces te regalan, el otro día, por ejemplo, he conseguido un He Man sin cabeza”.

Además de repararlos y devolverles el viejo brillo perdido por los años, a Omar le gusta customizar los muñecos para crear versiones propias y originales de las distintas figuras. Sin ir más lejos, el otro día un amigo le dio un León-O, el protagonista de los Thundercats. El muñeco estaba todo gastado y masticado por un perro y el Doctor le encontró una nueva fisonomía insospechada como delantero de Huracán: “Ahora me dio el Mumm- Ra para que lo haga de San Lorenzo, es como que esté River sin Boca, sí o sí tienen que estar el bueno y el malo, ese es el equilibrio. Siempre es un desafío porque tenés que analizar cómo lo vas a hacer”. Un muñeco personalizado por encargo cuesta alrededor de $4000 dependiendo el trabajo que demande. El Doctor ha creado varios He Man de piel celeste marciano y pelo anaranjado, pero no se conforma y aspira a mucho más: “Mi sueño es sacar mi propia línea de muñecos de acción”.

El antes y el después del León-O del globo.

“Nosotros los coleccionistas de juguetes somos muy rechazados porque hay muchos que te dicen: ya sos grande para gastar plata en eso. Y pasa que nos quedamos callados y no decimos que somos coleccionistas, pero acá en Tucumán hay muchos. Muchos gastan en autos, en motos, en vacaciones, yo invierto en juguetes que es lo que más me gusta… invierto mi felicidad en eso”, revela el Doctor respecto a esa afición que algunos eligen mantener en secreto por el qué dirán los demás. En su colección hay de todo un poco: autitos de Hot Wheels, muñecos de las Tortugas Ninja, de Batman, de Superman, de los Cazafantasmas, pero sus preferidos son los de He Man; el blondo protector del reino de Eternia. De hecho, en su foto WhatsApp se puede ver la imagen de un Skeletor reparando un He Man robótico. Para el Doctor, los juguetes son cosa seria.

Omar está casado con Ana con quien tiene dos hijas: Shayera y Helena, de diez y cinco años respectivamente. “Por suerte me ha tocado una mujer que me entiende y comprende que este es mi hobby, es más, cuando puede me regala algo. Para el día del padre, en vez de comprarme camisas, mis hijas van a la juguetería a comprarme el regalo”, confiesa. A veces, juega junto a Helena con los muñecos de su colección, algunos de los cuales tienen ya más de 30 años. El Doctor le enseña a cuidar los juguetes para que no repita sus errores cuando era niño: “Yo era muy ácido con los juguetes, les ponía cohetes, los hacía volar… De grande aprendí a cuidarlos”. Mientras algunos invierten en bitcoins, él prefiere volver al pasado para resguardar su futuro y el de sus hijas: “Debo tener 200 mil pesos en muñecos, no es plata tirada, es algo que aumenta la cotización y que nunca va a perder valor”.

Un Rambo que parece sobreviviente de una guerra, un Skeletor desteñido olvidado a la intemperie, una Barbie con las piernas amputadas. Con Omar, el Doctor de los juguetes, todavía tienen una posibilidad para seguir tan vivos como nuestras cada vez más lejanas infancias.