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"El tamaño sí importa": La verdad acerca de la gran mentira de los pescadores tucumanos

Historias de acá

Los amantes de la pesca tienen fama de mitómanos y esta nota lo confirma. Un pescador revela uno de los secretos mejor guardados de la actividad. Tamaños, especies, grandes relatos y la ficción de las fotos. Haga click para saber toda la verdad: “Hay tipos que hacen mucho marketing. Son los Caruso Lombardi del río, venden mucho humo”.

Ezequiel y Álvaro Cabrera, dos referentes de la pesca deportiva tucumana.





Un dorado que era tan grande que usaban las escamas como platos. Un pez con tanta fuerza que arrastró la lancha río arriba por kilómetros. Una lucha que duró más que la pelea entre Rocky y Apolo Creed. Peces monstruosos, combates titánicos, piques bestiales, cañas partidas y capturas exorbitantes en cantidades y tamaños. Se dice que los pescadores tienen condiciones naturales para la fábula y cierta tendencia atávica para la hipérbole. Nuestros ríos y diques y los ríos y diques vecinos son los escenarios de grandes relatos mitológicos que tienen a los pescadores tucumanos como sus principales protagonistas. Ahora, con la llegada de las nuevas tecnologías y la presencia de las redes sociales en nuestras vidas, las historias de pesca han incorporado nuevas técnicas para adaptar la realidad a la grandilocuencia de nuestros deseos. Por primera vez, alguien se anima a dar la cara y a revelar el trasfondo de ficción detrás de las fotos con que chapean muchos aficionados autóctonos. El pescador local Ezequiel Mira derriba mitos y nos cuenta cuál es la técnica secreta que agranda peces y genera disputas entre los pescadores. 

Ezequiel pesca desde niño cuando Luis Mira, su papá, lo llevaba a sus excursiones por los ríos tucumanos y santiagueños. Eran el orgullo del barrio cuando volvían a Villa 9 de Julio con algunos pescados en la conservadora. Aquellos eran otros tiempos y también era otra la pesca. Desde hace tres años, Ezequiel se volcó a la pesca deportiva que tiene como mandamiento número uno la devolución de los peces al río. “En su momento supe ser medio furtivo pescando con carnada hasta que un día conocí la técnica del baitcasting (con señuelos artificiales) y me enamoré. Después me compré un equipo de mosca barato para demostrarle a los mosqueros que, en realidad, cualquiera puede pescar con mosca. Yo iba a pescar al lago del parque 9 de Julio con un equipo de baitcasting y ahí conocí a un grupito que ya estaba desde hace bastante tiempo atrás haciendo eso. Ellos me han mostrado el camino de que está bueno devolver y hoy me da muchísima pena matar un pescadito”, se confiesa el pescador de 40 años que trabaja en una pinturería. 

Son tiempos de deconstrucción y la pesca como actividad no está exenta de estos procesos. Para explicarlo, Ezequiel apela a la filosofía y cita al francés Jean Paul Sartre: “Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”. Entre esos pescadores que aspiraban a la conservadora repleta de peces y algunos de los que ahora prefieren cuidar los recursos y devolver sus capturas, de acuerdo con su perspectiva, hay un cambio generacional: “La cultura de nuestros viejos era: hay que llevar el pescado a la casa, sino era como no salir a pescar. Creo que la escala de valores de entonces era diferente. Antes se media por la cantidad. Recuerdo que se sacaban fotos con los pescados en la conservadora cuando volvíamos… Así era en los tiempos de antes”. 

En aquel entonces, ya era común, después de cada excursión de pesca, escuchar los relatos míticos de esas jornadas. “No sabés, era gigante el dorado… Con las dos manos le abrazaba el ojo”, decían. “Era tan, pero tan grande, que cortó la línea porque no había tanza que lo aguante”, contaban. “Para mí tenía doce ¡Qué doce, quince kilos! Por las patas”, chamuyaban. Se trata de una actividad que requiere de paciencia para esperar el pique que, a veces, nunca llega. Esas horas muertas se llenan con historias de todo tipo de proezas y leyendas incomprobables que, con el tiempo, no hacen más que agigantarse como esos peces sacados del río. La única certeza es que la pesca es tan vieja como la mentira y Ezequiel, como muchos otros pescadores, creció escuchando esas historias deslumbrantes. Y aunque ahora esa predisposición a la literatura lejos está de haberse agotado, la aparición de los celulares con cámaras de fotos ha influido en esas mitologías pescaderiles. 

“En este caso el tamaño sí importa. Es más probable que, si vos tenés una red social llena de peces grandes, tengas más seguidores. Estoy convencido de que hay una guerra de egos entre pescadores. Hay algunos que tienen como la necesidad constante de reconocimiento. Hay gente que entre semana sube la foto de un dorado que sacó hace mucho. Cuando publica eso en las redes, lo que busca es sumar likes. De ahí viene esto de tratar de hacer ver más grande a la especie de lo que en realidad es”, reflexiona el aficionado acerca de esa tendencia de andar midiéndose los peces entre los pescadores deportivos a través de las pantallas. Cuanto más grande la captura, más me gusta en las redes. Cuanto más me gusta en las redes, mayor alimento para el ego. 

Ezequiel apela ahora a la psicología con Freud y Lacan a la cabeza. “Para el ego el trofeo es el tamaño, pero me parece que también es algo azaroso. Hay que reconocer que hay que tener cierto conocimiento para pescar, pero lo cierto es que todo pescador que lanza su carnada o su señuelo lo tira para sacar el más grande. Eso depende de la zona, del río, hay lugares donde es más fácil sacar piezas de dos cifras…Pero siempre está el ego, la necesidad de reconocimiento por el otro. Me parece que está relacionado a la autoestima de cada uno. Hay gente que en su primera infancia no le han prestado atención y ahora quieren llenar la falta con la cantidad de likes”, elucubra el pescador y después remata: “Ya parezco Gabriel Rolón”. 

Celulares con cámaras, redes sociales, egos y peces son parte de un combo explosivo que ha dado origen a una técnica para agrandar trofeos que los pescadores llevan largos años ocultando y que ahora Ezequiel está dispuesto a develar a nuestros lectores. Claro que ese conocimiento le fue revelado por otro pescador y no tiene pruritos a la hora de dar a conocer su nombre: Pedro Cuezzo, a quien parece decirle, parafraseando a Rodrigo Bueno: Me has enseñado tú, tú has sido mi maestro para hacer que el dorado aumente varios kilos. ¿Pero qué es lo que sabe Ezequiel y que el resto de los pescadores guardan bajo siete llaves? La maña ultra secreta que imparten algunos guías de pesca y que los aficionados de la provincia ponen en práctica cada vez que tienen la oportunidad de hacerlo: la técnica que agranda a los peces en las fotos. 

 “Hay tipos que hacen mucho marketing. Son los Caruso Lombardi del río, venden mucho humo. Hay algunos que van directamente a buscar la foto para el Facebook, pero también hay gente que elige ir a pescar para pasar un buen momento. Antes, cuando iba de pesca, estaba con mucha ansiedad por ese trofeo de las fotos y no lo disfrutaba tanto. Hoy no soy resultadista, es algo en lo que estoy trabajando. Ser resultadista implica poner expectativas y eso te liga a la frustración Estoy eligiendo ir a pescar desde otro lugar, obvio que tengo ganas de sacar el gran dorado gran, como todo el mundo, pero no es lo más importante. Esta es una actividad que me nuclea con un montón de amigos y que para mí es algo muy placentero. Ahora disfruto desde cuando salgo hablando boludeces en el auto, el asado, la charla, esas cosas”, explica Ezequiel quien tampoco reniega de su pasado de pescador para la tribuna y el aplauso virtual en las redes: “He pescado truchas por primera vez en septiembre y tuve la suerte de sacar una trucha grande y no la subí a las redes. Tampoco quiero tener una doble moral, por eso no pienso sacar las fotos mentirosas de mi Facebook. Creo que eso habla de una evolución. Uno es lo que ha hecho iluminado por el presente y está bueno aprender a no ser tan ridículo”. 

Más allá de esa nueva percepción mucho más hedonista de la pesca deportiva, para Ezequiel es necesario cambiar algunos hábitos de la pesca y avanzar hacia formas que protejan los recursos ictícolas de nuestros ríos atestados de trasmalleros con sus redes y de industrias que contaminan constantemente los afluentes: “Es una cuestión cultural, aprendidas de antes y transmitidas de otras generaciones. Hoy es mucho menor la cantidad de recursos que hay y está en cada uno romper esos mandatos. Para mí se debería disolver esa grieta entre los que devuelven los peces y los que sacrifican. Yo he conocido lo que es la devolución y creo que hay que tratar de concientizar, de que cada vez hay menos peces y uno lo nota año a año. No se lo cuida al recurso y el Estado no le da el valor turístico que podría generar la pesca deportiva. Ni siquiera tenemos una policía dedicada a la fauna, es más bien anti cuatrerismo. Tengo 40 años y nunca nadie me pidió un carnet en los ríos tucumanos”. 
 
El secreto de cómo agrandar peces en las fotos
 
Con el conocimiento adquirido a lo largo de tantos años de agigantar las piezas de las fotos, Ezequiel nos brinda una serie consejos a tener en cuenta a la hora de ostentar los trofeos de pesca:

-  Sacar la foto con los brazos estirados hacia adelante al borde de dislocar el hombro.
- La cabeza del pez siempre hacia adelante. 
-  En la imagen no se tienen que ver los dedos del pescador porque sino se ven los dedos gruesos y eso te delata. 
- La foto se saca siempre desde abajo y muy cercana a la cabeza del pez.
- El cuerpo de quien sostiene el pez debe estar tirado hacia atrás 
- Recortar la foto, que quede lo más justa posible, eso te agranda más el pescado. 

A continuación, las fotos que revelan el uso de la técnica: