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Tucumán, no lo entenderías: capítulo cinco

Increíble, pero cierto

Una moto con colchón incorporado, el insólito caso de la cantante que es jujeña pero no argentina, el hoyo más peligroso del condado, las expresiones de amor más bizarras de cirujas y decanos y de yapa una historia que trasciende nuestras fronteras.





Más que una sección periodística, nuestro “Tucumán, no lo entenderías” se ha convertido ya en un sentimiento que trasciende banderas políticas, hinchadas de fútbol y dogmas religiosos. En definitiva, se trata de una manera de ver el mundo y de habitarlo; una manera muy propia de esta comarca plagada de sucesos y personajes confusos, contradictorios, insólitos y extravagantes; episodios que parecen sacados de una película de esas que pasan los sábados en Canal 10 o Canal 8 donde los caballos hablan y los perros juegan al básquet. Esa dimensión tucumana de la realidad ha encontrado muchos adeptos; lectores apasionados por esas historias que hacen a nuestra identidad provinciana y que la acartonada solemnidad mediática suele dejar afuera en su afán de informar acerca de los grandes hechos que ni son tan grandes ni tan divertidos. Son esos mismos fervorosos lectores los que han hecho de “Tucumán, no lo entenderías” mucho más que un hashtag y que, justo es decirlo, nos ahorran mucho laburo así que muchas gracias y, como solía decirse cuando el payaso Tapalín salía en la tele: no cambien nunca. 
 
 
El sueño de los motociclistas santiagueños
 
Semáforo de 25 de Mayo y Córdoba, día de semana por la nochecita, los transeúntes que vuelven a sus hogares y el tránsito que a esa hora es más lento que Los Plateros cantando “Only You”. Ese es el escenario en el que transcurre este episodio nunca antes visto. Porque sabemos de motos con parlantes, motos que llevan cantantes de trap o motos que transportan mascotas, pero nunca de una con colchón incorporado. Sin dudas, el zenit de los motociclistas que buscan confort y relax a bordo de su vehículo. Parafraseando a la famosa canción de Néstor en Bloque, conductor y acompañante bien pueden cantar: Un colchón nos separa. Porque entre ella y él, según lo muestra la imagen que se volvió viral en las redes sociales, media un mullido, confortable y cómodo colchón nuevo. Y vos qué esperás para tener la auténtica moto de tus sueños. 
 

El hoyo más anunciado del condado
 
No se sabe bien si es producto de una campaña de cuidado proctológico, una acción performática de algún trasnochado artista local o un monumento al bache, lo cierto es que, en la esquina de Las Piedras y Constitución, la goma y el paragolpes destrozado de un automóvil nos advierten en buen tucumano: “Guarda el hoyo” y, acaso en su afán inclusivo, agrega: “Putos”. Por acá, donde algunas calles tienen la fisonomía de la superficie lunar, homosexuales y heterosexuales, hombres y mujeres, conocen la sensación de comerse un buen hoyo. Después de todo, embocar es humano y errar, a veces, es divino. 

 

La artista de la república separatista de Jujuy
 
Que la Argentina es vasta y diversa no es ninguna novedad y que Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires, ningún secreto. Pero de ahí a considerar que una artista jujeña no es tan argentina como su par porteña suena como demasiado. Esto sucedió en la nota de un canal de TV local que anunciaba el estreno del videoclip del tema “Ladrón” en el que participan la archifamosa cantante 100% argentina Lali Espósito y la no menos talentosa, pero acaso no tan nacional trapera jujeña Cazzu. La cuestión es que el sócalo de la nota presentaba: "La argentina canta con la jujeña Cazzu". No cabe duda de que se trató de un error, pero que suscitó una encendida polémica en las redes sociales donde denunciaron discriminación, racismo, tiro, lio y cosa golda. Parafraseando a una gran banda de estas latitudes, aunque con indubitable esencia jamaiquina: pasaporte para Jujuy, yo me voy de Tucumán. 

 

Inesperado mensaje de amor ciruja 
 
“Somos un café y un cenicero, en el bar que ya sabemos y a la misma hora que ayer”, reza el compositor tucumano Paz Martínez en ese himno a la infidelidad y a la trampa que es la canción “Amor pirata”. Los grandes protagonistas de esta historia son un bar, un café, un cafetero pasional y uno de los Directores Técnicos de San Martín. Se trata de un amor que, más que pirata, es ciruja y que está escrito, como el destino que leen las gitanas, en la espuma y en la borra del café. Y es un amor que no se borra, a pesar del efímero lienzo en que ha sido declarado. En mensajes arrojados al mar en botellas, con señales de humo en el cielo, escrito con Liquid Paper en los bancos de la escuela, desde tiempos inmemorables, el amor ha encontrado los formatos y las plataformas más diversas para su expresión. Bien lo sabe ahora Favio Orsi, quien no se esperaba la proclama pasional y amorosa que encontró inscripta en la superficie de su cortado el pasado domingo. Se sabe que hay diestros cafeteros que dibujan en la espuma corazones, tréboles y otras artísticas figuras, pero este fue más allá y puso: “Vamo los Santo”. ¿Cómo reaccionó el DT ante semejante declaración? Para eso lea esta historia de un amor como no hay otra igual. 
 
Un sentimiento que se lleva bajo las plumas
 
Se sabe de loros que cantan la marcha peronista y de otros que visitan las cervecerías artesanales, pero también los hay de aquellos que, típicamente verdes, como su naturaleza manda, esconden bajo su colorido plumaje un alma albiceleste. Ese es el caso de Coco, el loro decano que entona algunos de los grandes clásicos de la hinchada de Atlético. Esta singular ave no sólo se despacha con el típico “Vamos Deca”, sino también con el “Es un sentimiento, no puedo parar” y hasta canta los goles. Así se lo puede ver en este video donde demuestra su variado repertorio tribunero. 


 
Bonus track: Ceres, no lo entenderías 
 
A esta historia tuve el privilegio de escucharla alguna vez en boca de un afamado narrador que nació en la localidad santafecina de Ceres y supo afincarse en estos pagos. Este es un recuerdo y también un homenaje a ese juglar mundano conocido por propios y extraños como El Payo por su blanquecina cabellera. 
Cuenta la leyenda que una tarde de hace ya largos años atrás, en Ceres, en la entonces nueva ruta nacional 34, se produjo un brutal accidente. En la entrada del pueblo, un Ford A se interpuso en el camino de un gran camión. El derrotero azaroso del auto destrozado había dejado tendidos al costado de la ruta los cuerpos de los tripulantes; en una escena de esas que los periódicos no dudan en calificar como dantescas. La noticia del terrible suceso convocó a curiosos de todo tipo y a los representantes de la ley y de la ciencia: el comisario del pueblo y el médico forense de la policía. El Comisario Baudilio Díaz, un morocho de trato tosco y completamente lego en cuestiones científicas, seguía de cerca los pasos del Doctor Eudes Odones. La eminencia de la medicina local se agachaba junto a los cuerpos para tomarles el pulso y, luego de constatar la ausencia de todo signo vital, con gesto marcial, le confirmaba al comisario la muerte del infortunado viajante. La operación se repitió con cada uno de los accidentados con igual resultado. Una vez que hubo verificado el deceso del último de los tripulantes, cuando ya daba por finalizada su triste tarea, se escuchó con total claridad un agónico estertor:
– Ayudemé doctor, estoy vivo.
Antes de que el galeno atinara una respuesta para aquel pedido de auxilio, el comisario se acercó raudamente al moribundo y, con tono admonitorio, le dijo:
– Callate vos. Si el doctor te dice que estás muerto, estás muerto ¿Desde cuándo vos sabés más que el médico?