El enojo, la emoción necesaria
ENTRE LÁPICES Y EMOCIONES
La psicopedagoga Cecilia María Lozano aconseja sobre cómo lidiar con esta emoción en los más pequeños.

¿El que se enoja pierde? Yo creo que no. Pierde el que no aprende a distinguir la emoción y tampoco a buscar una manera de manejarla. El que puede decir que no se enoja, yo le diría, ‘que tira la piedra el que esté libre de pecado’. Esta emoción nos acompaña de por vida y está impregnada de una connotación negativa. Enojarse está mal, esa es la idea que socialmente está latente, y yo los invito a repensarla.
En este mundo donde reinan el odio, la ira, el resentimiento y tantos sentimientos que dañan, primero, a uno mismo y, por colación, al otro; los llevo a pensar en ello, para que las generaciones futuras, nuestros niños puedan disfrutar de un mundo más sano.
Frecuentemente escucho frases como: “¡No te enojes! ¡Está mal enojarse!”
¿Qué sería de nosotros si no existiera el enojo? Posiblemente un tránsito terrenal de poco aprendizaje, y habló del emocional. Soy una convencida y, apelo a mi experticia (si me permiten la expresión), que manejar el enojo se aprende, y eso implica que se enseña.
Los niños deben experimentar emociones negativas y positivas. Así podrían reconocerlas, para luego manejarlas. Desde pequeños manifiestan su desagrado, o frustración de diferentes maneras. Algunos niños gritan, otros pegan, muerden o quizás se callan (ojo, los adultos también). Lo que aquí refiero es que estas formas de comportamiento se aprenden.
Cuando se pierde el control, el enfado se vuelve destructivo. ¿Cómo ayudar a los más pequeños a gestionar esta emoción? En lo posible llevar adelante algunas de estas sugerencias que pueden ayudar a tal fin.
- No reprimir su emoción, por ejemplo “¡No te enojes!”
- Dejar el tiempo y el espacio que se manifieste, quizás si le buscamos un lugar distinto a donde está, el niño puede calmarse.
- Ante conductas de agresión (golpe, morder, gritar) con una voz firme pero empática, explicarle que eso hace daño.
- Cuando pasa la emoción, tener un diálogo, cuanto más pequeño el niño, más corto debe ser. Y ustedes dirán ¿Que hablo?
- Ayudarlo a reconocer la causa de su enojo.
- Mostrarles las conductas positivas, lo que sí pueden hacer, en lugar de lo que no
- Ayudarlo a comprender que puede escoger, cómo reaccionar cuando está enojado, a descubrir qué técnicas de autocontrol le sirven a él. Podrías decirle: “cuando yo estoy enojada, a mí me sirve…”.
- Respirar lentamente.
- Escuchar música.
- Escribir acerca de lo que siento.
- Irme a mi cuarto un rato sola.
- Jugar con mi perro.
- Dar una vuelta.
- Salir a correr.
- Hablar con una amiga.
Los niños cuando va creciendo van incorporando conductas de manejar el enfado, en la escuela, en su hogar, con sus hermanos, amigos, etc. La forma en que los padres responden a las situaciones emocionales influye de manera significativa en el aprendizaje del niño a manejar sus propias emociones. Los pequeños necesitan una guía para poder expresar y dominar las emociones y conductas correctamente. Los hijos que ganan habilidad para manejar las emociones como la que aquí mencionamos, pueden sobrellevar y repeler mejor el estrés. Considero que cuando podemos poner en palabras lo que sentimos, es mucho más llevadero gestionarlas.
También cabe decirles que algunas condiciones agravan el enojo en los niños; no dormir bien una noche, cuando están enfermos, cansados, cuando tienen hambre, el aprendizaje (cuando el niño aprende que enojarse consigue lo que quiere, se enoja con más frecuencia) y la baja tolerancia a la frustración.