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"Ni el perro lo quiso comer": expectativa versus realidad por un sánguche de milanesa en Tucumán

HISTORIAS MÍNIMAS

A doña Ester le cayó el nieto a comer: acababa de salir de ducharse, todavía tenía el pelo mojado para ponerse a fritar, y quiso darse con un gusto tan rico como tucumano. La foto que escandalizó al barrio.

Expectativa.





Es sábado a la noche y a Ester le cae el nieto a comer. Acaba de salir de ducharse, todavía tiene el pelo mojado para ponerse a fritar. Se le va a llenar de aceite el baño de crema y no es cuestión: toda su vida le cocinó a sus hijos y ahora, en el corazón del Oeste II quiere darse con un gusto tan rico como tucumano: pedir un sánguche de milanesa.


“Efectivamente el sábado a la noche viene mi nieto y me dice: ‘Comamos un sanguchito’. Yo accedo y le digo: ‘Bueno, pero pedí acá’”. Acá es el corazón del barrio, cerca de la escuela, en la grutita donde trabaja Ulises, quien es conocido por sus exquisiteces hechas sánguches.


“Le dije a mi nieto que pidiera ahí, pero me dice que no, que no le gustan, que tiene una señora que no falla. Lo pedimos a las 10 de la noche y empezamos a pedir: quería una milanesa a la napolitana, pero no había para una sola. Entonces definimos: mi nieto se pidió un sánguche de milanesa con huevo y queso que sale 180 pesos y yo uno por 160 sin huevo, con poquita lechuga y sin Savora: 340 pesos”.


A Ester le respondieron que los sánguches iban en camino y llegarían a su casa en 20 minutos: “Siempre dicen eso, pero la verdad es que se demoran más. Una vez me llegaron a la 1 de la mañana. Esta vez, cuando abrimos el pedido, mi nieto me dice: ‘Abuela, esto no es mío’. Y tampoco era lo que yo había pedido: era pan casero, la milanesa yapada, mayonesa sola, lo había cortado por la mitad, quiero hacer un bocado y estaba re picante. Le saco la milanesa, ni el perrito la pudo comer”.


La foto que acompaña la nota es la que Ester subió al grupo de Facebook del Oeste II donde muchos comentaristas la acusaron de hacer el cuento del tío, de comerse la mitad y escrachar a la sanguchería. Doña Ester aclara los tantos: “El de él no tenía huevo ni nada, vino con las papas empapadas en aceite. La foto que yo saqué fue al mío: sale la mitad porque la otra mitad se la había dado al perro. Me quedé con bronca y con hambre”.


Los pedidos por delivery en Tucumán crecieron con el correr de la pandemia: microemprendimientos de barrios afloraron y, si bien la mayoría funcionan, algunas no dan en el clavo y le hacen pasar un mal momento al cliente: “Le mando un mensaje a la señora y le digo que no es el pedido, que nos ha vendido liebre por gato. Me responde que mil disculpas, que no daban abasto, que nos iban a mandar un regalo, algo que rechacé”.


“Pero si faltaba algo para el mal momento fueron las obscenidades y comentarios que tuve que leer cuando hice la publicación: cuando conté que la otra mitad se la había dado al perro, me decían: ‘Sí, claro, muerde parejo el perrito’. Hasta el día de hoy una sola señora me volvió a mandar pidiéndome que diga dónde es, que el barrio tenía que saber, pero no lo voy a hacer. Sólo doy la nota para que la gente sea más seria con los pedidos. Ya había tenido malas experiencias, ya había dejado de hacer pedidos: se abusan y traen lo que quieren. Y no es así”.


La dura realidad.