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"Quedamos helados": adiós a Bartolini, el doctor que llegó de Perú y dio su vida por Tucumán

HISTORIAS DE PANDEMIA

El doctor Claudio Castro dejó su Arequipa natal para venir a estudiar medicina en la UNT: "Trabajaba desde las 6 de la mañana hasta la medianoche, pero una mañana no salió de su habitación". Buen bailarín en lo de la Vilma, mal jugador en Play5, paso a paso, cómo se desencadenó todo, la palabra más sentida de su amigo Beto y la caravana conmovedora de Soremer. VIDEO





Claudio Castro era un muchacho de 18 años cuando dejó su Arequipa natal, en el corazón del Perú, para estudiar la carrera de Medicina en la Universidad Nacional de Tucumán, al igual que tantos compatriotas. Uno de ellos es Beto, Chupón, el amigo que hace dos años estuvo para su amigo en un momento personal difícil, le dio las llaves de su casa, una habitación y pocos pero buenos momentos juntos: “Trabajaba todo el día, se levantaba a las 6 y volvía a la medianoche”.


Esas llaves de su casa que Beto le dio a su amigo Claudio, bautizado como Bartolini por la gloriosa barra peruana de médicos y notables que se juntan todos los martes en Play 5, son las llaves que el martes de la semana pasada quedaron una mañana en la puerta: “El lunes a la noche de la semana pasada había vuelto más temprano de lo habitual, se puso a cocinar, a hacer hamburguesas, unos pochoclos, comió y se metió a su habitación”.


Ese primer llamado de atención, el del horario temprano para un lunes a la noche, se convirtió en un alerta cuando efectivamente Beto vio las llaves de su amigo ahí: “Ese martes nos levantamos con mi novia y vimos que estaban sus llaves, y se escuchaba que estaba en su habitación con la televisión encendida. En el patio estaba su auto. O sea que Claudio ese martes ya no había salido a trabajar en Soremer. Si bien habitualmente no lo veíamos porque o se iba a Soremer o también hacía reemplazos, nos llamó la atención que estuviera todo el día encerrado. Ese martes a la tarde no salió de su cuarto. A las seis de la tarde le golpeé la puerta:


- Cumpa, ¿cómo estás? ¿Estás bien?

- Sí, estoy bien.

- Cualquier cosita avisa.

- Sí, sí.


Durante todo el miércoles el doctor Castro no salió de su habitación. El jueves a la mañana tampoco se preparó para ir a trabajar temprano y recién al mediodía salió de la habitación con su barbijo negro para comunicarle a Beto y a su pareja lo siguiente: 


- Me hecho un hisopado. Estoy con fiebre, agitación, dolor de cuerpo, les digo para que lo tengan en cuenta. Ya me siento un poco mejor, pero espero los resultados.


“Estábamos almorzando cuando nos lo dijo desde su puerta y volvió a meterse a la habitación. Ese jueves a la noche intentó hacer un pollo, lo sacó de la heladera, pero lo volvió a guardar: se volvió a meter en su habitación, no quiso salir. O se sintió incómodo, pero no supimos nada hasta que el viernes a media mañana, sin salir de su cuarto, me mandó un mensaje al celular”, relata Beto. Su amigo le preguntó:


- Cumpa, ¿tenés un número de taxi?


“Ahí ya se nos pararon las antenitas: ‘Se siente mal’, pensamos. Seguramente se va a su ART. Cuando salíamos nosotros, vimos que se estaba preparando para salir. Cruzábamos algunas palabras cuando vimos que venía la ambulancia de Soremer a buscarlo: Claudio no subió del lado del acompañante, subió atrás. Hizo la seña con el pulgar levantado que estaba bien o saludando a los vecinos. Esto pasó a plena luz del día: subió y se lo llevó la ambulancia”.


El viernes, a las seis de la tarde, el doctor Castro llama a su amigo Beto: 


- Cumpa, quedé internado en el sanatorio Pasquini.


El sábado al mediodía, Beto lo llama al amigo quien le informa: 


- Estoy mejor de la agitación, pero esto mejora lentamente.


- Ten paciencia, este problema no se soluciona de un día para el otro. 


Junto a los médicos Valeri Andía González y su hermano del alma el doctor Manuel Otazú, Bartolini tenía a todos sus amigos en vilo. Y a Beto preocupado, con la tensión de que no llegue el llamado que en estos casos suele llegar a la medianoche: “El lunes no le envío mensajes para dejarlo descansar. A las 12 de la noche estábamos por irnos a dormir cuando nos llama una amiga, llorando. Y nos dice que Claudio había fallecido”


Es en este momento del diálogo con el diario el tucumano que Beto no puede seguir hablando. Se quiebra, balbucea, habla sin hacerse entender, su novia le alcanza un poco de agua, rompe en llanto, toma otro sorbo y cuando se calma, jura: “No podíamos creerlo, estábamos duros, nos sentimos muy mal. Fue un mazazo para todos. No hemos dormido. Todo el mundo estaba despierto, nadie podía dormir. No lo podíamos creer: 52 años tenía, dos años menor que yo”.


La despedida al querido doctor Claudio Castro, sin tantas repercusiones como el conmovedor adiós a su colega Jesús Amenábar, ha sido con una caravana de ambulancias de Soremer y, detrás de las ambulancias cuyas sirenas no dejan de sonar en Tucumán todos los días, los amigos de Bartolini: “Ayer nos hemos calmado recién. La muerte de mi amigo ha sido algo impredecible, muy rápido. Creemos que ha tenido alguna comorbilidad: nunca me dijo que era hipertenso ni nada, nunca nos dijo: ‘Mira, yo so diabético’. Nunca”.


¿Cómo recordarán los amigos al doctor Claudio Castro? “Como un tipo educado, piola, respetuoso, bailarín. Le encantaba divertirse. Un padre responsable más allá de que se separó de la madre de sus hijas, se preocupaba por su familia, siempre tutelando a sus hijas. Alegre cuando íbamos a comer los viernes o sábados a lo de la Vilma, en la avenida Alem: allí mostraba sus pasos de cumbia, salsa y cuarteto: era un bailarín fenomenal”.


Y cuando todo comience a volver a la normalidad, los martes a la noche en las canchas de Play5 faltará un jugador en el equipo que se junta a disfrutar del tercer tiempo con karaoke incluido: “Era hincha de Boca. Entendía poco con la pelota. Iba siempre de pantalón largo. Era un queso, como dicen acá, para jugar. Lo puteaban cuando daba mal un pase y lo mandaban al arco. En el arco se defendía. En el arco y en la vida. Eso: Bartolini fue un gran defensor de la vida”.

Toda la barra de amigos y amigas en lo de la Vilma, el restorán peruano de la avenida Alem.