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El héroe que superó el miedo para sacar a María del pozo

Historias de acá

Gabriel Alejandro López es el bombero que el domingo bajó hasta las profundidades para rescatar a la mujer de 76 años a la que se tragó un pozo cuando colapsó el piso de su casa. “No somos superhéroes, aunque nos gustaría”, dice el hombre que ya había participado de un operativo en el que salvó la vida de una bebé.

Gabriel López en acción el domingo en pleno rescate.





Cuando María Romero entró en esa habitación repleta de trastos no se imaginaba que el peligro la acechaba bajo sus pies. Era tarde de domingo con sol en Tucumán y no había indicio alguno que hiciera prever una tragedia en la casa de Santiago del Estero al 1900. La mujer de 76 años fue a buscar algo y, de pronto, el piso se transformó en un hueco que se la devoró, un pozo con más de cinco metros de profundidad y repleto de agua. A pesar de los golpes en todo su cuerpo, María se aferró como pudo a las paredes de ese túnel vertical. Abajo suyo, el agua, el fondo, la incertidumbre y la desesperación. La escena transcurrió ante los ojos de una de sus nietas que corrió a pedir ayuda. Minutos después, la pieza se colmó de policías y bomberos, entre ellos, el comisario principal Gabriel Alejandro López, el hombre que se adentró en las profundidades para salvar a la mujer y el héroe de esta historia; aunque él reniegue ahora de ese título para insistir en que sólo cumplió con su deber. Como en ocasiones anteriores, este domingo, su trabajo fue heroico.  

“Se trataba de una persona de edad y con sobrepeso que, al ingresar a la habitación, se le rompió el contrapiso porque debajo se había formado un pozo con agua. Se precipitó y cayó unos cinco metros quedando en el agua y sostenida de las paredes del pozo por sus pies, la espalda y los brazos, con el inminente riesgo de que se agotaran sus fuerzas y se hundiera en el agua. Eso podía provocar que se ahogara si no supiera o pudiera flotar por sus propios medios. Por suerte, la persona quedó consciente en el lugar, con politraumatismos y una lesión importante en uno de sus brazos que le impedía moverlo”, explica el rescatista de 47 años que desde hace más de 25 que trabaja en la Dirección General de Bomberos de la Policía de Tucumán. 

Cuando él y sus compañeros llegaron a la casa de María, ya se encontraban en el lugar los bomberos voluntarios de Barrio El Bosque y personal de la Comisaría séptima que colocaron una escalera para poder acceder al fondo del pozo. Como Gabriel ya tenía puesto el arnés en su traje de bombero, sin pensarlo demasiado y sin perder tiempo, le ataron una cuerda y fue quien encaró el descenso en la oscuridad del hueco. Con cada paso que daba hacia abajo, la escalera se hundía más y más hasta siete metros de profundidad. Cuando estuvo junto a María, sus primeros esfuerzos fueron para tranquilizarla ya que se encontraba en una crisis de nervios: “Una vez en lo profundo, calmé a la víctima que se encontraba muy asustada y fui buscando alternativas para poder asegurarla con otra cuerda, al mismo tiempo que hacía que ella se sujetara de mí lo más fuerte posible. Al cabo de unos minutos y con un gran trabajo en equipo, logramos izarla a la superficie para colocarla en una tabla de rescate y trasladarla a la ambulancia para su atención”. Después del rescate, la mujer fue trasladada al Hospital Centro de Salud donde fue atendida por las lesiones que le ocasionó el fuerte golpe en todo el cuerpo y de una luxación en el hombro izquierdo. 


¿Cómo afronta un bombero el peligro cuando hay una vida en riesgo? ¿Qué pasó por la cabeza de Gabriel a la hora de enfrentarse a lo desconocido? ¿Sintió miedo? Ahora que María está a salvo y con el vértigo de las pulsaciones ya vueltas remanso otra vez, el bombero reflexiona sobre lo que vivió el domingo y cómo debe actuar un rescatista en este tipo de situaciones: “En todo pedido de Auxilio, al desplazarnos al lugar y constatar cuál es la emergencia que requiere de nuestro rápido accionar, somos capaces de dejar de lado nuestros miedos, sentimientos, prejuicios… sólo nos enfocamos en neutralizar la situación y evitar todo daño posible que ponga en peligro la vida de una o más personas”. 

Ante el miedo y el riesgo inminente, muchas personas se paralizan, pero un bombero debe proceder a la acción. Mientras, el miedo sigue ahí, como un combustible interno. No se va, pero se transforma. Así lo explica Gabriel: “Aunque sí sentimos miedo al principio, como todos, anulamos inmediatamente esa sensación en milésimas de segundos, y transformamos ese miedo en adrenalina pura que recorre nuestro cuerpo y nos da fuerzas para encarar el salvataje. Estamos formados para eso. Mientras el común de la gente amenazada por un incendio escapa de las llamas y del lugar lo más rápido posible, nosotros corremos hacia ellas y eso es algo que ya está asociado en nuestra naturaleza de bomberos porque sabemos que pueden existir vidas en juego. Al lograr extinguir el siniestro o salvar a alguien, nos sentimos tan  reconfortados, tan plenos, que todo el esfuerzo realizado, el riego asumido o el stress de la situación desaparecen como por arte de magia y nos dejan predispuestos para enfrentarnos a una nueva misión”. 


Del miedo a la adrenalina, del análisis del peligro a la acción. Pero nunca se trata de un arrojo temerario ni de un acto solitario de valentía, sino de un trabajo en equipo y coordinado insistirá Gabriel donde cada uno aporta sus propio conocimiento y experiencia: “Los integrantes de una dotación de bomberos siempre trabajamos en conjunto. El éxito de un rescate o de una intervención, como en este caso, no es de una sola persona, pese al riesgo que uno asume a la hora de decidir enfrentar un riesgo determinado. Es todo un equipo que persigue un mismo objetivo, por lo que cada tarea desarrollada por uno de los integrantes de la dotación es fundamental y se sostiene siempre con la constante capacitación del personal, entrenamiento, compañerismo, espíritu de lucha y, sobre todo, la experiencia que nos brinda el trabajo diario y el respeto mutuo”. 

“No somos superhéroes, aunque nos gustaría, sino simples personas con una gran responsabilidad. Ojalá Dios nos siga protegiendo como lo viene haciendo siempre en cada labor desarrollada, por más compleja que sea, para así poder regresar a casa y compartir con nuestros seres queridos y, sobre todo, velar también por la seguridad de ellos”, comenta el bombero que desestima el título de héroe para presentarse como un hombre común que enfrenta situaciones extraordinarias. Y no es la primera vez que a Gabriel le toca poner el cuerpo y enfrentarse a una amenaza: “A lo largo de mi carrera como bombero, Dios y el destino me permitieron, siempre junto a mis compañeros, ayudar a mucha gente en situación de peligro. Nosotros tratamos de brindar siempre nuestro máximo esfuerzo y en ocasiones poniendo en riesgo hasta nuestra propia integridad física”. 

De todas esas veces que le tocó enfrentar el peligro en sus 25 años como bombero, hay una que Gabriel no olvidará mientras viva. Fue en 1997 y la situación era dramática: “Intervine en varios salvamentos importantes, pero hay uno que sigue siendo el más emocional y, hasta el día de hoy, lo vivo como si fuese ayer. Se trató del rescate de una bebé recién nacida en la localidad de El Colmenar y que su madre la arrojó en el interior de una letrina. Junto a mis compañeros, logramos rescatarla con vida y fue muy muy gratificante, más al saber que hoy en día seguramente esa persona ya es toda una mujer”. 

Antes de volver a su estado de alerta permanente, el héroe de este último domingo destaca la misión que tienen por delante las fuerzas de seguridad ante la pandemia que afecta a la provincia y al mundo entero. También quiere dejar unas palabras a los tucumanos que están ahora del otro lado de las pantallas: “Le hago extensivo un mensaje a la sociedad por si quiere usarla, máxime en estos tiempos que estamos viviendo: “Nunca pierdan las esperanzas, Dios siempre, pese a la complejidad de la situación por la que atraviesan, les proporcionara una oportunidad para salir adelante, algo a que aferrarse, una luz en la oscuridad, un bombero que le extenderá una mano, un policía que los protegerá o un simple mensaje que los reconfortará”.