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Leo Mattioli sigue vivo en Tucumán: el recuerdo del último romántico

Historias de acá

Le decían “El león santafecino” y es el último gran ídolo que tuvo la cumbia romántica. A nueve años de su muerte, el histórico productor Miguel Moyano recuerda cómo fueron sus inicios como solista y revela el drama que sufría el artista. Mirá completo uno de sus últimos recitales acá.

Mattioli, un romántico encantador de corazones. Crédito: https://telefenoticias.com.ar/





Algo le duele a Leo Mattioli. Puede ser el corazón que le arde en el pecho y le desgarra la voz; esa voz con la que canta amores, desamores, traiciones, pasiones, romances prohibidos y penas, muchas penas, esas que duelen como le duelen a él cada vez que las vuelve poesías; poemas que son canciones. Puede que sea aquella gota de sangre que salió de su boca y que no era un caramelo, sino la enfermedad que lo acechaba. Puede que sea la vida y sus accidentados caminos. Leonardo Guillermo Mattioli, el león santafecino, está herido, pero bajo el escenario nadie se entera, embelesados como están con su música. El que lo sabe, porque lo conoce bien y porque ha sido quien le ha abierto las puertas de Tucumán y de todo el norte, es Miguel Moyano, el histórico productor de la provincia que ahora, a nueve años de la muerte del último gran ídolo que tuvo la cumbia romántica, lo recuerda y lo revela por primera vez.

El desembarco de Leo Mattioli en Tucumán fue en 1999 cuando todavía era la voz del grupo Trinidad, según recuerda Moyano, productor de ese show y de todos los recitales que el cantante dio tanto en la provincia como en todo el norte del país. Aquel recital fue todo un éxito, tanto que, ahí nomás, ni lerdo ni perezoso, Moyano arregló la vuelta del grupo. Pero, a la hora de volver, el cantante regresó solo, en lo que fue una de sus primeras presentaciones como solista. Si bien hubo cierto problema de cartelera porque era un artista todavía ignoto dentro de la movida tropical, el productor tucumano se valió de un pequeño artilugio a la hora de presentarlo: “Como había andado muy bien programamos una segunda gira del grupo Trinidad. Pero, una semana antes del show, me llama su representante y me dice que Leo se había abierto de Trinidad y que venía como Leo Mattioli. Imaginate, hacía un mes que estaba anunciado como Trinidad. Entonces, como una idea mía, se me ocurre que lo presentemos como Leo Mattioli y su grupo Trinidad. Fue una invención mía para tapar el bache. Cuando vino, vino con su propio grupo. Fue muy bueno, pegó al instante”.

Pero, en el medio, la vida del artista se tiñó de tragedia. Fue el 15 de enero de 2000 y fue en las rutas, siempre las rutas, esa especie de Triángulo de las Bermudas que se llevó la vida de muchos miembros de la movida tropical. Esa vez, en ese accidente automovilístico que sufrió junto a los integrantes de Trinidad volviendo de un show, murieron Sergio Reyes y Darío Bevegni, tecladista y acordeonista de la banda. Mattioli estuvo varios meses internado recuperándose de las consecuencias físicas del accidente y, a la hora de volver a los escenarios, ya lo haría como solista. Al dolor de la pérdida de sus compañeros lo tradujo en el disco “Homenaje Al Cielo” que vio la luz en noviembre de 2000. Pero hubo otro dolor con el que conviviría hasta el final de su carrera que fue, también, el final de su vida: las secuelas de la fractura de cadera que le impedían moverse con normalidad y que lo volcaron a la morfina. Leo sufría cada vez que se subía a un escenario.


“Hay algo que yo siempre destaco de Leo, él sufría mucho de dolor con la prótesis de cadera. Él vivía inyectándose calmantes, se inyectaba él nomás. Su carrera de solista han sido más de diez años, pero con mucho esfuerzo y sacrificio, ese es el recuerdo que yo siempre resalto porque estaba en el escenario y, con ese dolor, cantaba. En las últimas giras traía una banqueta en la que estaba semi sentado en el escenario porque no podía mantenerse parado”, revela Moyano. Justamente sentado en ese banco es que se lo puede ver en lo que fue uno de sus últimos shows en la provincia. Fue en el Club Central Córdoba durante los bailes de carnaval de 2010. Como se aprecia en el video que se publicó en estos días, ya no gozaba de los rizos frondosos que lo acompañaron a lo largo de su zenit artístico. El pelo ralo y corto, el rostro hinchado y con anteojos, la camisa oscura siempre abierta en el pecho y las joyas doradas y brillantes que lo caracterizaron como parte de la realeza de la cumbia. Su voz es la misma voz que siempre le cantó a los romances tortuosos y a las pasiones vedadas, aunque ahora lo acompañaba una corista. Todo el recital sentado en la banqueta y con un pie sobre un fardo de nieve artificial. Así lo vieron y lo disfrutaron aquella noche los tucumanos. Y así lo agradecía él: “Estoy más que contento de estar aquí con todos ustedes. La verdad que tantos años trabajando, tantos como solista para que me sigan recibiendo aquí como en mi casa… muchas, pero muchas gracias”.

Moyano hace memoria y recuerda que ese recital no fue el último que Mattioli dio en Tucumán. A comienzos de 2011, Miguel Moyano junto a su hija Luciana produjeron lo que fue la última gira del cantante por Trancas, Metán y Rosario de la Frontera. Antes del mediodía del siete de agosto de ese año, cuando faltaban sólo seis días para su cumpleaños 39, sufrió un paro cardiorrespiratorio en el hotel Gala de la ciudad de Necochea adonde había ido a brindar un recital. Fueron más de diez años de una relación asidua y afectuosa entre el productor tucumano y el artista. “Él era muy buena gente. Yo fui la persona que lo trajo a Tucumán y él me respetó toda su carrera eso. Imaginate, lo llamaba todo el mundo y él fue muy respetuoso de la relación. Lo recuerdo como alguien muy generoso, que ayudaba a la gente que necesitaba. Era alguien muy dado con todo el mundo, con el público, con la gente que se le acercaba a saludarlo. Era muy amable, siempre tenía tiempo para las fotos y para los autógrafos. Muchas veces, él estaba comiendo y la gente no lo dejaba comer tranquilo y él nunca, pero nunca, perdía su amabilidad”, lo recuerda el productor tucumano de 72 años, cuarenta de ellos dedicados a la movida tropical.


Mattioli era un león herido. No sólo por aquel accidente que casi le costó la vida en 2000, sino que tuvo que ser internado en varias ocasiones por problemas cardíacos y por una neumonía de la cual casi no sobrevive para contarla y cantarla. Una de sus debilidades era el cigarrillo, confiesa ahora, en la semana en la que se cumplieron nueve años de la partida del artista, el productor tucumano: “Él fumaba muchísimo, cantaba con un cigarrillo en la mano, fumando. Cuando lo veía yo lo aconseja para que deje el cigarrillo, el me respetaba y me apreciaba mucho, siempre me decía que ya lo iba a dejar, pero no había caso, al rato ya estaba fumando de nuevo.  Como siempre digo: cantando parecía un tipo sano al 100%. Hasta el último, unos meses antes de morir, cuando hizo su última gira por acá”. Hay quienes dicen que, en el último tramo de su carrera artística, el cantante se valía de un respirador apostado al costado del escenario para poder dar sus shows. Pero a eso, Moyano lo desmiente: “La verdad que nunca lo he visto, para mí que es mentira”.

El último de los románticos de la cumbia nació el 13 de agosto de 1972 y se crio en el Barrio Centenario, un complejo de viviendas lindero al estadio de Colón de Santa Fe. Cuentan quienes lo conocieron que ahí, desde muy chico, dio sus primeros shows subiéndose a un árbol para cantarles a los vecinos. Su carrera como solista fue vertiginosa y el éxito inmediato. Moyano no lo duda, no habrá otro como él: “Era un gran cantante y compositor, muy pero muy carismático. Era impresionante la gente como lo quería y como reventaban los bailes cuando él tocaba. Los músicos tocaban la intro de los temas y la gente explotaba. Era un numero uno, no sé si habrá habido otro como él, ni si lo habrá”.  

Basta con recorrer cualquier barrio tucumano de aquellos donde proliferan los parlantes en las veredas en las siestas y tardes y noches de sábados y domingos: Leo Mattioli sigue vivo por acá.

Mirá su show en Tucumán: