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"¡Diario diario diario diario diario!": Marta, la noticia de Tucumán

HISTORIAS DE ACÁ

Desde hace 35 años es la voz y el canto de lo que pasa en nuestra provincia impreso en papel: “Recuerdo como si fuera hoy los días que me volaban los diarios de la mano. Desde entonces todo el mundo me quiere". Quién es, cómo vive y el secreto de su frase más famosa.

Marta.





Antes que nada paren las rotativas porque mientras Marta López se repasa la boca con rouge para la foto, avisa: “Joven, ponga que estoy buscando novio”. Ya informados los galanes interesados, deben saber que Marta tiene miles de nietos y nietas en las calles de Tucumán dispuestos a ubicarlos si no están a la altura de esta señora amada por todos desde el primer día. “Todo el mundo me quiere a mí. Hasta el más chiquitito. Todos me besan. Se siente un orgullo grande que todo el mundo la quiera y la tengan en cuenta a una”. 

Este jueves de sol estamos sentados sobre los escalones del Subsidio de Salud, mientras un policía relojea que nada le pase a Marta: le cuida los diarios cuando Marta cruza al drugstore del frente, le mira la bolsa ecológica de Carrefour con dibujos de huevos, sandías, bananas y paquetes de harina donde Marta pone su mundo cada mañana que despierta en su casa de Lomas de Tafí.

Cuando baja del colectivo, Marta pasa a buscar los diarios por Crisóstomo Álvarez y llega a pie, rápido, moviendo las caderas al ritmo de las noticias, como si se le escapara la novedad si no corre hasta su puesto, como si la gente no pudiera salir a enfrentar el día sin saber qué pasó ayer que no sepan hoy, quién ganó los Números de Oro, qué dice el Horóscopo, los chistes de Landrú y quién aparece en los Avisos Fúnebres.

Son tradiciones que viven en los diarios de papel como La Gaceta que vende Marta López esta mañana y cada mañana de su vida: “Hace 35 años que empecé. Cuando el diario se vendía. Ya no. Cuando el diario era en blanco y negro. Nací y me crié en la General Paz y Entre Ríos: por aquel entonces me iba caminando a buscar los diarios a la Crisóstomo Ávarez, siempre con una bolsita vacía, y la llenaba de diarios. Me despertaba al alba, a las cinco y media. Ahora a las ocho y media ya está bien”, le cuenta al diario diario diario diario diario el tucumano.

Y profundiza sobre las razones del cambio de horario entre aquella muchacha y esta señora de pelo corto con diarios en la mano: “Para qué me voy a levantar temprano por dos diarios. Antes sí: cinco y media me iba caminando a la Crisóstomo. No había problemas. La gente era buena. Nadie hacía nada. Ahora sí. Los cargaba en una bolsa, o en un canasto, y derecho a la Entre Ríos y Piedras. Ahora me pasé aquí en el Subsidio y a la siesta me voy a Turismo a vender alfajores, chocolates, spray, lo que venga”.

Canillita es el título que la Universidad de la Calle le ha sabido dar a aquellos niños de pantalón corto y piernas delgadas que salían a vender para paliar el hambre. Algo así ha vivido Marta desde sus comienzos pero con una aclaración: “Fui la primera mujer de Tucumán en vender diarios. No soy canillita. Soy vendedora de diarios. Siempre anduve sola. Nunca tuve compañeras. Por ahí mi hermana, pero ella menos. Siempre me manejé sola. Empecé con la venta de diarios para ayudar a la familia porque somos muchos en la casa, muchos hermanos”. 

Mientras una extensa sábana de papel con titulares negros y en mayúscula cubrían las mañanas de Tucumán, mientras esas letras se inmortalizaban una por una en los talleres de tantas manos que pasaron por el diario que cumplió hace poco 108 años, Marta creció viendo cómo los tucumanos se informaban, pero también cómo a algunos lugares no llegaba ese diario. Entonces se le ocurrió ir a buscar ella los ejemplares y venderlos en su esquina: “El diario llegó a mis manos porque ofrecieron venderlo y los vecinos me decían: ‘Si usted lo trae, le vamos a empezar a comprar’. Les pregunté a los vecinos de la cuadra: ‘¿Seguro que me van a comprar el diario?’. Y me dijeron que sí. Así he comenzado”.

“Nunca lo dejé puerta en puerta. La gente venía a comprarme a mi puesto original, al primero, a mi esquina, a la de Entre Ríos y 9 de Julio. En esa época se vendía lindo el diario: entre 20 y 25 diarios por día. Ahora 2 ó 3. Nada. Con los Números de Oro levanta un poquito cuando no hay ganador y el pozo se acumula. Pero si no, nada. Me gusta leer el diario. Pero lo leo poco porque veo poco. Antes también se vendía el diario La tarde y Noticias. Todo eso se vendía. Trabajaba hasta la noche. Siempre me ha gustado llevar las noticias lindas y las no tanto también. La última vez que vendí mucho fue cuando lo han muerto al Padre Oscar allá en la iglesia de San Martín de Porres. Pobre Padre Oscar… Pobre Padre… Han entrado a la casa de Dios y lo han muerto”, dice Marta, quien ahora se tapa los oídos y levanta la voz porque una ambulancia del 107 enciende las sirenas y acelera por 9 de Julio, paralizando a los autos y a la gente preguntándose si será o no será lo que puede ser y deseamos que no lo sea. 

Todo el mundo anda preocupado por la pandemia. Sobre todo la gente grande de mi edad (Marta es coqueta pero no tiene problemas en ventilar sus 67 abriles muy bien llevados). Por eso tampoco se vende. La gente grande que me compra el diario no está saliendo a la calle”, informa Marta, quien como un taxista forma parte del primer filtro que registra el clima, la temperatura, y hoy más que nunca lo que se respira en la calle, en ese espacio común donde todos convivimos y nadie te la cuenta: se la conoce o no se la conoce.

¿Y a Marta? ¿La conocen? Claro que la conocemos. “Todo el mundo me conoce, joven. En la esquina de 24 y 9 de Julio todos me elogian: los changos pralineros, los chicos de La Pizzada me mandan café, una porción de pizza o lo que les quede a ellos, con orgullo. Creo que es porque yo soy contenta, ¿qué se le va a hacer? Siempre ando optimista, siempre alegre. Rezo a la noche antes de irme a dormir y rezo a la mañana al despertar. A la iglesia no voy. No le rezo a ningún santo. Sólo a Dios. Pero siempre ando con una sonrisa. Es importante estar siempre con una sonrisa para el cliente y que se venda más”, sonríe Marta, quien pone los diarios que no ha vendido este jueves en la bolsa de Carrefour y se va de un pique abrigada en dos sacos de lana. 

Se ha abrigado esta mañana Marta después de tomar el primer mate cocido, de prepararse: mientras coloreaba su boca, mientras se fijaba que no se le corriera el rouge, mientras se pasaba la lengua y le daba un beso a la servilleta de papel, Marta culminaba todo el ritual frente al espejo ensayando la frase mágica, la que primero modula, articula la mandíbula en silencio y que ya desde la garganta va tomando volumen hasta que resuene en cada esquina: “Siempre la practico en mi casa antes de salir: '¡Diario diario diario diario diario!’ Es la frase que me acompaña siempre, la que me caracteriza. '¡Diario diario diario diario diario!'. Es mi sello, joven. Lo dejo, hasta luego", se despide Marta López, la vendedora de diarios de papel en la era digital, de mano en mano en los tiempos del click, la encontrarán en la calle o por Facebook, qué importa: sea del formato que sea, aquí la tapa es ella, todos los flashes son para Marta, Martita, para Marta, la noticia de Tucumán.