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"Nunca ví algo así": la magia de Los Tuerk-s y el récord de un cliente

HISTORIAS DE ACÁ

Gabriel Barrionuevo es el dueño del bar mítico de Villa Alem que cumple 31 años vendiendo los sánguches más grandes de milanesa de Tucumán. Con jamón y queso, huevo frito y papas fritas, ¿qué hizo el joven de buen comer?

El templo de Buenos Aires al 1300.





Hay un cuento de Carver que se llama Gordo donde el personaje se sienta a la mesa del restorán y no para de pedir comida: entre la entrada, el plato principal, la sopa y el postre, siempre pide un poco más de pan con manteca.


Los libros están en las bibliotecas y en las librerías con café. O también se puede ir a una sanguchería de Villa Alem, en la Buenos Aires al 1300, donde un cliente solo entra, saluda, se sienta en una silla doble de plástico y pide un Tuerca gigante. Pero antes, la entrada.


“Sobre un pan va el queso, una milanesa de base puesta sobre el queso así se gratine, otra milanesa superpuesta, las verduras, y la gran idea que se le ocurrió a mi viejo: más queso, jamón, huevo frito y papas fritas adentro: el famoso Gigante Tuerca”.


Quien habla no es un personaje de novela, pero podría serlo. Se llama Gabriel Barrionuevo y es el hijo de don Juan Carlos Barrionuevo y de doña Mercedes Santillán, quienes el 6 de junio de 1989 crearon Los Tuerk-s. “Todo empezó con una ventanita: por ahí empezamos a vender”.


Gabriel Barrionuevo apenas tenía 14 años cuando estaba sentado a la mesa: su padre Juan Carlos, una leyenda en la Federación de Automovilismo en Tucumán, con carreras en el Autódromo, en el Kartódromo, en el Parque, en El Timbó, y una pasión por los fierros dio origen al nombre Los Tuerk-s.


“Después del nombre, no dudó: mi papá también había sido árbitro de la Liga Tucumana de Fútbol hasta que un problema en la rodilla lo retiró. Nosotros siempre comíamos las milanesas de mi mamá y ahí surgió: ‘Pongamos un bar’. Y aquí estamos ya hace casi 31 años”, relata Gabriel, quien se hizo cargo de la leyenda y vio con sus propios ojos al hombre récord de Los Tuerk-s.


“Te voy a contar el récord: un muchacho de entre 18 y 20 años entró al bar. Pidió un Gigante Tuerk-s y una Coca Cola de 1 litro. Estaba haciendo el último bocado al sánguche. Ya no quedaba nada del huevo ni de las papas. Tomó un vaso de gaseosa y pidió uno más. Nos empezamos a codear con los mozos y llegó el vago al final. Pero antes de meterle el último bocado, suspiró y levantó el dedo de nuevo: ‘Haceme uno más’. Tres Tuerk-s Gigantes se metió. Nunca ví una cosa igual”.



El Gigante Tuerk-s es una oda a la caloría, un himno a los triglicéridos, un rechazo fervoroso a los puristas del salad bar, un misterio inexplicable para los macrobióticos. Es una zapatilla bella de carne, fiambre, verdura, huevo, papa y pan: la pirámide soñada en la cadena alimentaria por cualquier faraón de Villa Alem.

Los faraones de Villa Alem son los que se cruzan con Gabriel por la calle y saludan a Gabriel, pero nunca le dicen Gabriel: “Todos me gritan: ‘¡Eh, Tuerca!’ ‘¿Qué hacés, Tuerca?’ Y por lo bajo me preguntan: ‘¿A qué hora abren, Tuerca?’ Y no me lo preguntan por la pandemia, ¿no?”. 

Los faraones son los clientes que entran caminando de costado a sus casas después de la trampa. No vienen de ver a otra mujer ni cometer ninguna infidelidad amorosa. No.
“Son los clientes que se escapan. La mujer los puso a dieta. No se cuidaron nunca y ahora están a sopa todos los días. ¿Sabés lo que hacen? A las siete y media de la tarde ya caen al negocio. Antes de ir a cenar a la casa, a escondidas, se clavan una milanesa y se van tranquilos. Ahí llegan y chamuyan con la ensaladita”, se ríe Gabriel.


Son los clientes de toda la vida, la gran familia que rodea al bar que ha trascendido al barrio y a la provincia: “Vienen de todos los barrios a comer. Nos piden milanesas de El Manantial: llego hasta la Colón y Roca, el cliente me espera ahí, ese es el punto de encuentro y se lleva los especiales de los Tuerk-s. O me piden para la Delfín Gallo y Muñecas: nos encontramos en la Sarmiento y listo. Hay clientes de Buenos Aires, Corrientes o Santa Fe. Nos cuentan que apenas se bajan del avión, ya piensan en pasar a comer una milanesa. Nos ofrecieron poner una sucursal en Mar del Plata: explotaría”.


Hablando del tema, lo dice Gordillo en uno de sus monólogos y lo explica el heredero de Los Tuerk-s: ¿qué pasa con los sánguches de milanesa en Buenos Aires? ¿Por qué son esa pesadilla fría en papel film servida en bandejas de plástico? “Es una cuestión de consumo, me parece. Con la empanada les ha ido bien a pesar de que las hacen agridulces. Ellos son fuertes con las pizzas”, analiza Gabriel, a punto a de abrir esta noche el delivery de 20 a 24 hasta que vuelvan las noches más felices a Villa Alem y donde siempre tiemble de aceite una milanesa frita en el aire.


Mientras tanto, Gabriel repasa el último recuerdo hablando de noches felices: “Mi papá tiene un récord que no sé si lo tienen en otro lado: un sábado llegó a vender 1436 sanguches en una sola noche. De verdad no creo que alguien lo haya hecho. Por eso decimos que el que no conoce Los Tuerk-s, no conoce Tucumán. Y lo dice el lema en nuestro local: ‘La costumbre de comer bien’. Siempre ha sido la idea”, cierra Gabriel. 

Y así como después de leer esta nota es difícil no pedir uno completo con picante, tampoco se puede dejar de pensar en qué será de la vida del muchacho que se comió tres Tuercas de un solo tirón: “Lo veo de vez en cuando. Es patovica. No me he olvidado más la cara. A veces lo cruzo con mi señora y le digo: ‘Mirá, mi amor, ese es, el del récord que ahí va. Ese es”.