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Quiénes son los tucumanos que buscan un lugar en la primera división del rap

Historias de acá

Owen y Ezek son dos exponentes del rap local que aspiran al ascenso a la Freestyle Master Series (FMS). Cómo es el mundo de las batallas de gallos en Tucumán, la disciplina que convoca cada vez a más jóvenes y que busca profesionalizarse. Mirá los videos de los duelos.

Owen consagrándose en la final en Salta. Foto: facebook DNG Free





El piletón del Parque Avellaneda parece un pequeño coliseo colmado de viseras y gritos. Los protagonistas se miden con las miradas, se intimidan, se preparan para la balacera que determinará al ganador del duelo. La gente alrededor agita y, a la hora de la verdad, hace silencio. Y son las palabras las que salen trazando agudas, filosas, hirientes como puñales. Al final de la poesía habrá un vencedor y un vencido y acá no habrá justicia poética que valga. Tucumán no es Filadelfia, pero la escena bien podría pertenecer a la película Rocky V cuando el protagonista de la saga, Rocky Balboa, enfrenta a su discípulo Tommy Gunn en una pelea callejera. Acá Augusto Obeso, alias “Owen”, es el maestro y Ezequiel Belpassi, alias “Ezek”, su aprendiz. Pero en esta película es el pollo quien se lleva la batalla de gallos. 

- Ha sido un baile – refresca Ezek la herida. 
- Dejate de joder.
- Esa final ha sido contra Owen, mi hijo al que quiero mucho, ya vamos dos a cero – insiste en la chicana. 
- Yo soy Apollo, este es Rocky – sentencia Owen. 

Owen y Ezek tienen 25 y 20 años respectivamente y desde que Ezek hizo sus primeras armas en el rap que entrenan juntos sus rimas en El Tugurio, el lugar al que Owen compara con la academia de los X Men donde él hace las veces de Chales Xavier, es decir, de sensei. Pero en aquella jornada de febrero, en el Tucumán anterior a la pandemia, fue el discípulo quien resultó victorioso en la final y se consagró como el representante de la provincia en la Copa Federal del NOA que organiza la crew DNG y que otorga 10 mil puntos para la tabla de ascenso a la FMS (Freestyle Master Series), el equivalente a la primera división del rap en Argentina. 

Pero Owen se quedó con la sangre en la lengua y fue un par de semanas después a buscar en Salta aquello que se le había negado acá en Tucumán. “Perdí con Ezek en la final y me convenció de que yo era el victorioso, pero él ha ganado. Estaba enojado y dije me voy a Salta. El 7 de marzo era la final allá. Es una locura el nivel que hay, zarpadísimo. Hace dos años había movida de rap, pero pasaba poco”, cuenta el tucumano que venció en la ronda final a Alkoy, representante salteño. Según lo define, su estilo es una mezcla de poética y cuelgue que genera en las rimas una deriva que puede terminar en cualquier parte: “Soy un colgado, empiezo hablando de un vaso de vidrio y termino con los Simpsons”

Owen en Salta el día que ganó la competencia. Foto: facebook DNG Free.

Crew es una palabra inglesa que se traduce como “tripulación”, pero en el mundo del rap define a una tribu o grupo de pertenencia y suele ser la firma distintiva en los grafitis. Evaristo Vega, alias “Vega”, tiene 23 años y es uno de los referentes de la crew DNG y uno de los organizadores de las batallas de gallos (como se llama a los duelos de raperos) DNG Free. De acuerdo a lo que explica, la Copa Federal del NOA, que debía definirse en junio en Tucumán pero que se encuentra ahora en suspenso a raíz de la pandemia, puede ser el trampolín a la FMS que es la mayor vidriera del rap en el país. Todos los años hay dos ascensos, dos descensos y un repechaje. Batallar en la FMS significa contratos,  recorrer las distintas provincias del país y una audiencia de más de 500 mil personas que siguen el evento. 

En Tucumán, la movida que organiza DNG en el piletón ha ido creciendo de manera exponencial, al punto de que algunas de las fechas han llegado a tener más de 200 inscriptos. Las primeras fases de la competencia consisten en rondas de siete u ocho raperos y, a partir de los cuartos de final en adelante, las definiciones son mano a mano. Las instancias definitorias se dirimen en varias rondas y hasta puede haber desempates. Quienes eligen a los ganadores son los jurados que suelen ser tres o cinco, siempre un número impar. Las inscripciones cuestan alrededor de cincuenta pesos y ese dinero luego se reinvierte en la difusión del evento. Antes, el ganador se llevaba plata, pero ahora los organizadores aspiran a que los premios contribuyan a fomentar la carrera artística de los participantes. “No sirve darle plata al ganador porque la mayoría se la gasta en cagadas como en ir a tomar una cerveza y creemos que si el premio puede ser grabar un tema o un videoclip, eso es algo que le sirve para seguir progresando. La idea es ayudar al artista a crecer”, explica Vega. 


Los criterios para definir a los ganadores son subjetivos y dependen de los jurados. Eso suele generar más de una polémica. Acá las aguas se dividen entre los organizadores y participantes. Hay quienes apelan a una evaluación más resultadista y valoran, sobre todo, el acote o punchline, es decir, la forma de rematar los versos. Otros, ponen el ojo en la lírica y en la construcción de las rimas. También el histrionismo de los participantes y las reacciones del público contribuyen a la definición. La polémica está abierta. “Mi criterio es que sea lo más nítido posible, que se pueda escuchar y entender todo. Además, la técnica y que responda al contrincante”, explicita Vega. Para Martín Rotger, alias “Negro”, de 24 años y otro de los organizadores de la DNG Free, el rapero es una especie de payador, pero también debe tener dotes de actor: “Es lo que se dice y cómo se lo dice porque hay distintas formas de decir para que quede más agradable al oído. Es importante llegar a la gente y también la puesta en escena: no podés decir a este le voy a romper la taza en la cabeza sin hacer el gesto que acompañe a eso que estás diciendo”. Owen, por su parte, planta bandera a favor del lirismo y lo explica con una analogía futbolera: “Yo soy menotista, a mí me gusta que sea lindo, no me importa si pega o no pega. Hoy que las batallas se volvieron más deportivas, la cosa se puso más bilardista, es decir, que valoran el golpe y no cómo se cocina. Para mí, hacerle pasar vergüenza al oponente vale más que ganarle. Lo importante no es ganar, sino que el otro pierda”. 

Y así como hay bilardismo y menotismo, contundencia y lírica, también hay juego sucio. No falta quienes insultan al adversario, lo chicanean o apelan a los golpes bajos. “Hay gente que bardea o que hace lo que se conoce como berretín que son chistes oscuros, pero lo más importante es la destreza de improvisar y responder al momento. Si tu punchline termina con algo y yo te lo doy vuelta, no tenés nada que hacer. Hay respuesta que son inteligentes y otras que no”, explica Vega. Conocer al contrincante también puede ser una clave para el éxito a la hora de golpear ahí donde más duele, eso sí, sin apelar a la bajeza del agravio personal. Así lo explica Owen: “Si yo sé que vos sos calentón, te hago dos caños. Se juega mucho con lo personal, con conocer al oponente para sacarlo del partido. Yo, por ejemplo, soy muy histriónico y apelo mucho a eso”. 

Owen, Vega y Ezek.

No siempre todo lo que pasa en la batalla, queda en la batalla. Suelen haber picas y confrontaciones entre integrantes de distintas crews de la provincia, pero estas no se traducen en episodios de violencia física, sino en otro tipo de incidentes. “A mí me han pintado en el piletón así una poronga”, recuerda Vega haciendo el gesto de separar las manos. El espacio entre una y otra es de aproximadamente un metro: “Eso fue un acto de vandalismo, la municipalidad lo iba a sacar, pero después me tuve que ir con una espátula y me puse a pintar todo de nuevo”. Para Owen, eso ya es parte del folclore en el ambiente de las batallas de gallos: “Entre las crews hay un yeite, siempre hay algún conflicto. La envidia siempre está porque es propio de la gente, por eso el coronavirus es peor que el dengue porque lo transmite la gente, no un mosquito”.

Todos coinciden que llegaron a las batallas de gallos a través de los grafitis. En el mundo del rap y de las crews, un arte está íntimamente ligado al otro.  “A mí el hip hop me ha llegado a los once años. Primero me han gustado los grafitis y ahí conocí el rap y el freestyle. Yo no sabía que se podía improvisar, no conocía nada de eso y ahí me han llevado a la batalla de gallos. Entonces me dije: ¿si ellos lo hacen por qué yo no?”, cuenta Ezek. En el caso de Owen, recuerda que en sus tiempos de estudiante de la carrera de psicología, cada vez que había alguna protesta o movilización, era de los que tomaba el megáfono para lanzar sus improvisaciones, pero el encuentro con el rap se dio mucho tiempo antes de esa etapa: “Rapeo desde hace doce años, mi primera competencia fue en 2008 y también entré por el grafiti. Rapeaba en las tomas de la facultad, era más del megáfono que del micrófono”.

Ezek en plena competencia en el piletón. Foto: facebook DNG Free.

¿Qué hay que tener para saber improvisar en una batalla? Para Owen la respuesta a esa pregunta es pisarla y encarar, sin vergüenza ni pudor alguno: “Creo que hay que ser descarado y de ahí te vas a todo lo otro: labia, vocabulario, rapidez mental y tener la cabeza fría, pero, más que nada, coraje y descaro”. Ezek coincide, pero advierte que ser un buen rapero en las batallas no necesariamente significa alcanzar el éxito artístico. Para pegarla en el mundo del rap, hay que saber negociar con el público: “Pienso que la clave para pegar a veces es dejar de lado tus ideales, hacer lo que le gusta a la gente y no lo que te gusta a vos”. En el caso de Owen, el rap, al igual que la poesía que escribe, es una forma de expresión: “No quiero caer en la paja moral, pero creo que tiene más llegada hacer cosas impersonales. Yo rapeo lo que escribo en poesía y eso lo consume quien le gusta. Música es música, le guste a quien le guste, si le genera algo a la gente está bien”. 

Owen y Ezek, maestro y alumno, son los tucumanos mejores posicionados en la copa regional y saben que ese puede ser el paso previo de una proyección artística que trascienda los límites de la provincia. El sueño del changuito, de jugar en primera, sin embargo, no los desvela. “No lo pienso como un objetivo, pero, si pinta jugar en primera, me gustaría porque es una puerta para hacer conocer mi música. Mi meta es seguir con la música”, confiesa Ezek quien, además de las improvisaciones en las batallas, tiene grabado el disco "Windows No-Venta". “Para mí la idea es flashear con las batallas porque son un lindo punto de encuentro y sirve para pulir lo que has aprendido. Es una batalla de egos a fin de cuentas. Mi idea es seguir haciendo música y que la batalla sea una faceta más. Si pinta, pinta, en primera es por contrato y a la FMS la ven 500 en vivo más de 500 mil personas”, comenta Augusto. Owen y Ezek, Apollo y Rocky, no se trazan una meta, sólo un camino. Mientras, afilan sus lenguas. 

Mirá los videos de las finales de las batallas de gallos: