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El virulazo, el tango que le canta al coronavirus

Música y pandemia

El cantante de la bohemia tucumana Julián Morel puso la voz y el compositor santiagueño Hugo “El Duende” Garnica la letra para retratar la pandemia en una canción. Conocé la historia del disco “Apocalipsis pandemial” y escuchá lo que cuenta este tema que aspira a volverse viral.

Julián Morel, referente del tango en Tucumán.





Se nos vino el bicharraco a contagiarnos,
te cortaron la Milonga y el frapé 
te pusieron unos tiras en el barrio 
y ya no podés tomar café…

Suena el vozarrón arrabalero de Julián Morel poniéndole la garganta a la pandemia y retratando de manera mordaz al gran protagonista de estos tiempos: el coronavirus. “Virulazo” se llama el tema con cadencias canyengues que compuso el santiagueño Hugo “El Duende” Garnica y que interpreta el cantante, protagonista insigne de la bohemia tanguera tucumana. Una conjunción de amistad y arte que, más que canción, parece una crónica de actualidad. 

“Este tango tiene dos cosas importantes para destacar: que habla de un tema actual, pero que está reflejado con ironía humorística. Nosotros los argentinos nos tomamos todo así, en joda, tenemos esa idiosincrasia. Eso sí, es una ironía muy dura. Después de todo, es insólito que algo chino dure tanto tiempo”, comenta Morel y en la humorada con la que cierra la frase deja a relucir el filo de la ironía como un facón lingüístico. El arte, se sabe, tiene su propia manera de mirar la realidad y la risa, aunque a veces ahogada por el rictus de la angustia, no viene nada mal en los tiempos que corren. 

Salieron los cobanis por el barrio,
fue el escabio, el asado y touché.
Cada chancho que se encierre en su rancho
Y no andés a los besitos ¡ya sabés!

La postal de la pandemia nos llega en lunfardo y con el tono siempre nostálgico del tango. Aunque esta vez, esa nostalgia no necesita irse lejos en el pasado, sino que se extraña eso que era cotidiano días antes de que empiece la cuarentena en todo el país. “El tango lo que refleja es esa nostalgia por las reuniones. Estamos usando cosas que no pensábamos nunca usar, como las videollamadas y las reuniones por computadora. Cuando pase esto va a ser un recuerdo importante”, reflexiona el músico para después adentrarse en su propia experiencia de alma bohemia y melómana: “Yo sabía que todos los jueves salía a cantar y me encontraba con gente en la peña La Malparida, me juntaba ahí a tomar un wiski con un amigo, a hablar de las cosas importantes de la vida… esto es la antítesis. En Europa nadie te dice vamos a comer un asado en casa, eso existe acá nomás, y eso es lo que más se extraña ahora”. Morel hace una pausa y luego sentencia: “Me parece que esta es una pandemia capitalista, hice ese análisis”.

En el mundo del arrabal, la palabra “virulazo” es bastante extraña, ya que no se encuentra en ningún diccionario de lunfardo ni gauchesco. Por un lado, puede remitir al famoso bailarín de tangos, coreógrafo y amo de las pistas de milonga Jorge Martín Orcaizaguirre, quien era mejor conocido por el sobrenombre “Virulazo”. Este apodo le quedó de la época en que era jugador de bochas y, en lugar de decir “bochazo”, solía arengar: “Mandale el virulazo”. De ahí le quedó. Pero, en algunas localidades del sur del país, suele usarse a manera de verbo para describir una forma displicente de andar, “virulear” es una forma de recorrer la ciudad sin apuro alguno a la manera de quien pasea. En la jerga de la bohemia también a quien relaciona esta palabra al consumo de sustancias non sanctas. Lo cierto es que ahora, después de la confección del tango, virulazo nos remite a ese virus que nos acecha y nos obliga a aislarnos.  

Tanto el nombre como el tango surgieron por iniciativa de “El Duende” Garnica, amigo de la vida y de los escenarios de Julián. El músico santiagueño fue “el autor intelectual”, de acuerdo a las palabras de Morel. Una vez que compuso el tango, lo llamó para que Morel le pusiera su impronta arrabalera: “Él está haciendo un disco muy raro para la época. Es un disco en plena cuarentena que están grabando músicos en distintos lugares del país. Él tenía toda la idea y yo nomás hice mi aporte. Él confió en mí para eso y la verdad está muy lindo, quedó muy bien”.
 
Julián y El Duende, amigos arriba y abajo del escenario.

Es el propio Garnica quien explica el origen del tema que forma parte de un disco de 40 canciones llamado “Apocalipsis pandemial” que fue producido íntegramente durante el aislamiento social.  “El Duende”, que ahora vive entre Santiago y Córdoba, había ido a Buenos Aires por unos trámites cuando se desató la pandemia y se dispuso la medida de la cuarentena en todo el país. Sin tener cómo volver al pago, no tuvo más remedio que quedarse en la casa de un amigo, el músico Pablo Aladrén. Entonces, empezó a componer canciones, empezó y ya no paró: “Sucedió esto de la pandemia y siento que tengo el derecho, el deber y la obligación de reflejar una situación social y contemporánea como la que estamos viviendo. Por eso lo llamé al colega Motta Luna y le dije escuchá Motta vamos a escribir sobre esta situación. Lo del virus ha ido tomando envergadura, es una cosa seria que nos llama a tomar conciencia sobre el cuidado del planeta y me pareció que teníamos que dejar una obra significativa para la posteridad”. 

Lo de Garnica fue una avalancha creativa que, poniendo el foco en la pandemia, se tradujo en 40 canciones que cuentan lo que estamos viviendo por estos días y lo hacen combinando distintos estilos musicales. Hay zambas, chacareras, tangos, cumbias, guarachas, canciones de rock y hasta ska: “Esta es la única temática que tenemos hoy en día. Esto lisa y llanamente nos ha tocado a todos… a vos, a mí, al gobernador, al rey de Arabia… lo único que hemos querido es dejar un testimonio; es una forma de aportar desde nuestra humilde poesía a la sociedad”. En los temas se abordan distintas temáticas relacionadas a la pandemia como el rol de los enfermeros, la crisis económica mundial, un homenaje al cura Pepe y el trabajo solidario que hace en las villas, entre otras. Las canciones fueron grabadas por músicos de todo el país valiéndose sólo de sus teléfonos celulares: “El valor que tiene es que es un disco que ha sido grabado de esta manera con estos elementos precarios porque era lo que teníamos a mano”. Es un auténtico retrato artístico colectivo de los tiempos que vivimos. 

En cuanto a la elección del tango y de Julián Morel para interpretarlo, Garnica explica: “Este es un virus que ha cambiado la forma en que vivíamos. Tiene un poco de lunfardo y una temática de los años 20 o 30… Desde ahí hemos intentado contar lo que a la comunidad tanguera le pasa ahora. He hecho hincapié en un gran difusor del tango en Tucumán como es Julián. Sé lo arduo que ha sido para él irse de Buenos Aires para hacer su carrera allá donde el tango no es un género muy popular”.

Julián Morel es más porteño que el tango y más tanquero que Buenos Aires, pero tucumano por adopción y convicción. Tiene 57 años, nació en La Paternal y se crio en Don Torcuato, pero desde hace veinte años que vive en Tucumán. Siempre con la guitarra y un whisky nostalgioso a mano, es amante ferviente de las noches de bohemia y animador infaltable de ellas. Por ahora, los escenarios de la provincia deberán esperar por su música. Su situación no es distinta del resto de los músicos tucumanos: “No estoy trabajando porque no hay shows, desde el 13 de marzo que no toco. Ahora estoy en mi casa, en la parte de laboratorio, componiendo, armando el repertorio para cuando pueda volver a tocar. Tampoco puedo dar clases como lo venía haciendo porque la única manera ahora es a través de internet y mis alumnos no están acostumbrados a eso”.

Además de uno de los referentes de la escena tanguera local, Morel es Secretario General en Tucumán del Sindicato Argentino de Músicos (SADEM) y se hace eco de la crisis que atraviesa el sector en la provincia y en todo el país: “La falta de regulación histórica en el sector hace que estemos todos precarizados, si uno no toca o no da clases, no cobra. A mí me parecen muy bien las medidas del gobierno, no hay otra manera de enfrentar la pandemia que el aislamiento. Pero hay gente que está muy necesitada y todos los músicos estamos en la misma. El gremio en todas las seccionales está haciendo un relevamiento para ver de qué manera colaborar con los compañeros para paliar esta situación”. El cantante estimó que hay alrededor de 3000 músicos activos en Tucumán, pero sólo 300 están afiliados por lo que se hace difícil saber a ciencia cierta cuántos son los afectados por la falta de espectáculos.  

“Nosotros somos el último orejón del tarro, seguramente seremos los últimos en poder volver a trabajar. La realidad indica que hay muchos compañeros que están mal. Es muy complicado por el tipo de trabajo que hacemos, ya que no tenemos relación de dependencia, salvo los que integran orquestas o coros. La mayoría ni siquiera puede acceder al bono de 10.000 pesos de la IFE. Creo que lo que hacemos nosotros no se lo considera como parte de la producción cultural de un país, sino que muchos lo toman como que es joda. No se tiene en cuenta todo lo que estudiaste para ser músico y lo que gastaste en instrumentos”, reflexiona ahora en tono serio, preocupado por un panorama que bastante incierto para quienes son parte de la industria de la música. 

Como buen hombre de tango y arrabal, Julián prefiere hacer del lamento canción. Por eso, los últimos versos del “Virulazo” apelan a conjurar a la pandemia y a sus consecuencias de todo tipo. En tono socarrón y paródico, con drama, pero también con risas. Como en el tango, como en la vida misma:

Bicharraco me espantaste las minusas,
ya no tengo ni pa puchos ni pa gel,
tras cartón el “teropún” que no fía
a la barra ni a la madre de Gardel...

Escuchá El Virulazo: