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La última sonrisa del querido Ardiles, el gran mozo tucumano

HISTORIAS DE ACÁ

Juancito Segovia inmortal: empezó como bachero en La Gran Vía y no paró más. El triste adiós a uno de los mozos más queridos de la ciudad en las palabras de sus clientes habituales. La historia detrás del personaje del bar El Empuje.

Adiós a Juan Segovia, Ardiles.





Atlético lo tenía a Villa, pero en los bares tucumanos te atendía Ardiles. El Dios Decano de pelo largo y barba brillaba sobre el césped del Monumental, mientras Osvaldo Ardiles te pasaba como poste en Huracán. Juntos, Villa y Ardiles formarían una de las duplas inolvidables del fútbol argentino. Al menos así lo escuchaba por LV12 un joven bachero tucumano nacido bajo el nombre de Juan Segovia, tan calcado al Ardiles jugador, que así lo bautizaron y llamaron hasta su última sonrisa, la que dejó este martes 14 de abril en una cama del Centro de Salud.


La historia de Juan Martín Segovia, de aquí en adelante Ardiles, comienza en la esquina emblemática del centro tucumano, la de 25 de Mayo y San Juan que conserva la particularidad de conservar las estructuras originales desde el 1900 tanto en lo que actualmente es El Empuje como en la casa de dos plantas del frente donde venden hamburguesas.


A metros de esa esquina, en San Juan 450, vivía José María Espeche, el popular Pantera, dueño de Bigote’s, quien creció viendo al joven mozo dando sus primeros pasos con un saco blanco, pantalón negro y la bandeja redonda de plata: “Él decía que me ha criado a mí. Yo tenía 14 años. Iba con mi viejo. Yo tomaba gaseosa y mi viejo tomaba café o una cerveza. Antes de los 18, yo ya era cliente. Iba a Tic Tac Toe y después me cruzaba. Para mí era el mejor tipo de todos los que trabajan ahí. Me fiaba cuando no tenía guita. Era un grande de verdad”.

Pantera Espeche es quien revela uno de los detalles quizás desconocidos del bar que fue como una segunda casa para Ardiles: el nombre. “Creo que se llamó alguna vez La Galera. Creo. Pero sí estoy seguro que después se llamaba La Gran Vía, siempre en la misma esquina de 25 y San Juan. Pero el tema es que en ningún lado de la fachada decía La Gran Vía. Y cuando ibas a abrir la puerta, te encontrabas con el típico cartel que decía ‘Empuje’. Entonces todos los que íbamos decíamos: ‘Vamos al Empuje’. De ahí quedó”.

Ardiles a los 20 años, siempre impecable.


Siempre con Ardiles como protagonista central de esta historia, el actual Empuje era un bar con otro clima: más de amigos, con música y horarios más extendidos. Siempre había tiempo para el primer café antes de entrar a la Facultad, o una pausa de los Obeid a la salida de Lisandro, o ya entrada la tarde noche un mejicano con cerveza, o entrada la medianoche un vino si sonaba el folklore de los Paz o los Posse o los Zavalía, sin los grandes ventanales a la calle como ahora: “Era un bar más de amigos, no tan formal como ahora. Cuando lo compraron los Budeguer, lo remodelaron y ya quedó El Empuje”.


Antes de las remodelaciones a cargo de la familia Budeguer, también era habitual entrar los domingos a la tarde para ver los partidos codificados de la A que no pasaban todos los bares tucumanos. Quizás El Central en la 25 y Córdoba, tal vez Rucafé en la 25 y Mendoza, pero no muchos más: “¿Quién juega?”, preguntaba Ardiles, traía la Coca Cola chica que tenía que durar por lo menos hasta el segundo tiempo. Si jugaba San Lorenzo había que pedirle a Ardiles la gauchada, que suba un poco el volumen, que no se enoje si eras el único que gritabas un gol del Beto Acosta o del Pampa Biaggio. Siempre cómplice Ardiles, siempre atento a las familias que caían con los chicos a los trencitos, al lector misterioso de la mesa individual, siempre haciendo circular los pedidos encargados al Enano Luisito, su compadre de todos estos años en la cocina. Ya jubilado Luisito, en un día difícil para él como para su hijas Nadia e Iris, quienes han despedido a su padre con una foto que conmueve.


¿Qué le pasó a Ardiles? “Lo había visto rengueando últimamente. Ayer me enteré. Me contó un amigo a la siesta lo que le pasó. Venía enfermo. La verdad que es una gran pérdida para todos nosotros. Lo queríamos mucho”, lo despide Miguel Hayward, habitué de la trilogía de bares tucumanos unidos por 100 metros: El Empuje, Bigotes y Café París con un beso a la distancia en la esquina de Santiago y Laprida a La Oca. Una ciudad ya sin el Amanecer ni Lisandro ni Tarquino, lugares característicos por sus trabajadores, por los Ardiles, por las Blanquitas del Bar América, por los Daniel Mendoza ahora en Bioquímica, por los Carlos Carrasco y los Pedro Sánchez de Lisandro, por los mozos con guitarra de La Leñita, por los mozos y por las mozas de la ciudad que se extraña.

“Es un dolor muy grande para mí que haya fallecido Ardiles. Me acuerdo de él con mucho cariño. Se hacía querer, te atendía bien, lo recuerdo con cariño”, lo despide Pantera. Los mensajes se multiplican en la publicación compartida en el grupo Fotos Antiguas de Tucumán. Entre ellos, el adiós de Damián José Paz: “Hasta siempre querido amigo Ardiles (Juan Segovia). Te apodamos así en la década del 70. Eras igualito al 8 de la selección Argentina. Gracias por tantas amabilidades y gentilezas. No importaba si te alcanzaba sólo pal sanguche y sin propina... nos atendías igualmente como duques. Nunca un mal gesto o mala cara. Jamás de mal humor. QEPD. Te vamos a extrañar mucho”.

¡Qué foto! Pantera Espeche (primero de la izquierda fila de abajo) junto a la barra alrededor del gran Ardiles.

25 de Mayo y San Juan en 1908, una de las esquinas más emblemáticas de Tucumán.

El Empuje hoy, la segunda casa de Ardiles.

Con su entrañable amigo Luis.

La foto más actual con sus compañeras del bar donde trabajó más de 40 años.

El futbolista Osvaldo, el Ardiles menos famoso.