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"No se lo des": pidió un gato negro y sembró el pánico en La Banda

HISTORIAS DE ACÁ

Valentina M. realizó la publicación en las redes sociales en plena cuarentena. La sospecha de una vecina, el temor de un vecino, los mitos y leyendas en el barrio y la palabra de la protagonista. Fotos y capturas.

Los gatos negros generan temor en los más supersticiosos.





“No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir”, advierte Poe en la primera línea de El Gato Negro, el cuento de terror ambientado en el hogar de un joven que lleva una vida sin sobresaltos. Ese cuento es uno de los más célebres de la literatura universal y acaso una de las expresiones más cabales de lo que los felinos de pelaje oscuro han representado desde la antigüedad.


Históricamente, el gato negro ha sido asociado con la brujería por la Iglesia en la Edad Media. Hubo otras civilizaciones como los egipcios antiguos o los mismos romanos que lo han considerado un animal sagrado, mientras que otras lo han definido como la representación misma del Diablo en la Tierra. Famosa y actual sigue siendo la superstición de que cruzarse con un gato es mala suerte. En las obras de teatro en algunos países, en cambio, que un gato negro aparezca antes de la función augura un éxito. En algunas ciudades de Estados Unidos se cree que el gato negro ayuda a las novias a casarse. Y, ya en tiempos más cercanos, hasta la aparición de un gato negro es considerado un deja vu o un error de la Matrix.


Todo esto lo conoce Valentina M., estudiante de periodismo y cuentista, quien siempre ha tenido mascotas en su casa de Banda del río Salí, hasta que la semana pasada, en plena cuarentena, mientras la paranoia, las supersticiones, los mitos y leyendas están a la orden del día, a ella la invadió el simple deseo de adoptar un gato negro y lo publicó en las redes sociales: “Tengo algunos cuentos que publico y otros que guardo. No empecé las clases todavía y durante esta cuarentena volví a escribir y retomé la música. Pero lo que me pasó no es ningún cuento. Todo empezó cuando quise adoptar un gato negro. Tenía perros cuando era chica, pero hace bastante que no teníamos una mascota”.


Antes de preguntar si alguien sabe dónde Valentina M. (sus datos han sido preservados por la integridad de la joven) podía adoptar un gato negro, ella habló con su mamá: “Me dijo que podíamos tener un gato siempre y cuando no le rompiera las plantas. Los gatos son más tranquilos que los perros. Me puse a buscar un gato la semana pasada en plena cuarentena. Y quería que sea negro. No me gusta mucho el marketplace de Facebook, la parte donde sirve para comprar y vender, pero en realidad es cualquier cosa: sólo sirven para escraches, no te contestan bien las preguntas o llegan a decirte cualquier cosa”.


Las restricciones de la cuarentena le impidieron a Valentina M., como en otros momentos de su vida, salir a preguntar puerta a puerta quién tiene una mascota en adopción, entonces preguntó en un grupo de Facebook si había alguien de la zona que haya tenido gatitos en excepción: “Busqué un gato negro porque me gustan los gatos negros. Sabía que podía llegar a generar sospechas, pero nunca lo que pasó. De hecho, en la parte de publicaciones antiguas me fijé si alguien había tenido un gatito negro: había varias publicaciones viejas y nadie contestaba mal”.


Cuando Valentima M. preguntó, hubo respuestas naturales y educadas, pero también hubo pánico en algunas personas que, descubiertos, crearon perfiles falsos e insistieron con nombres inventados y memes: “Me comentaron si con el gato negro quería hacer macumba. Le respondí, a modo de broma, que sí. Pero descubrí que no me hablaba en broma, me hablaba totalmente en serio. También me hablaron de huesos y velas como si quisiera hacer un ritual. Pero hubo una señora que apareció de la nada y le respondió a todos: ‘No se lo des, por favor’. Pedía que no me dieran gatitos a gente que no conocía. A mí tampoco me conocía. Le pregunté por qué yrespondió: ‘Amo los bichos y esto me huele raro. Si quiere un gato tendría que ser en cualquier color, ¿por qué precisamente negro?’ Me gustan los gatos negros y no me gusta el maltrato animal”.


“Siempre fui del color negro, me visto con colores oscuros, viene de costumbre. Además los gatos negros son los últimos que se adoptan porque la gente tiene esa etiqueta. Están los que se cruzan si ven un gato negro, muchos creen en los sacrificios. No se sabe bien si hay brujas, pero que las hay, las hay. Sé que hay gente que hace rituales. No los hacen con túnicas y velas ni en círculos, hay curanderos más allá de la paletilla, no se los ve en las redes, y ahora vienen con ese miedo de los gatos negros no tiene ese miedo. Hay muchísimos gatitos en mi casa, muchos los van abandonando en la puerta de mi casa. Los recibo sin importar el color. Y también lo damos en adopción”, explica Valentina M.


Luego de la situación impensada atravesada por un gato negro, Valentina M. adoptó un gato negro. No se llama Plutón, como el del cuento de Poe, pero se llama Salem, como Sabrina, La Bruja de Salem, una serie televisiva ícono para adolescentes: “A la serie original no la vi, pero vi el remake de Netflix que no tiene nada que ver. Se llama El mundo oscuro de Sabrina. Le puse así al gato riéndome de todo lo que pasó. Amo a los animales. Siempre los gatos negros han sido estigmatizados por su color”.


El final de esta historia es feliz, pese a las suspicacias y sospechas que había levantado en las casas de La Banda y en también en algunas de Lastenia. “El gatito tiene un mes y medio. Se llama Salem, cuyo nombre es de origen hebreo y significa ‘Paz’. ¿Se dan cuenta? Alguien me lo dio al gatito, esa persona no le hizo caso a todo lo que se armó: me lo dio igual, me pedía que lo cuidara mucho y hoy ha tenido su primera visita del veterinario. Es mimoso, juega todo el día. Como todo gato, duerme en cualquier lado, a veces tenemos que andar buscándolo en el patio. Cerramos bien aquí, no tiene forma cómo salir. Y si alguien de la familia se lo cruza de noche, no pasa nada. No, no pasa nada”.