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"Me dicen que ya estoy mayor": Daniel, el mozo tucumano que busca trabajo

HISTORIAS DE ACÁ

Daniel Mendoza tiene 37 años de experiencia y el domingo cerró la parrillada donde trabajaba. "Todos buscan jóvenes", lamenta, luego de intentar en las cervecerías que pululan, en los bares y restoranes, y en las redes sociales. Quién es y qué piensa.

Daniel Mendoza busca trabajo.





Sobre un fondo verde claro se extiende el antebrazo de un mozo de saco negro, camisa blanca, gemelos de oro, guantes blancos y una bandeja de plata que contiene una frase: “Mi celular 3813155297”. El resto del texto que acompaña lo mencionado dice: “Busco trabajo de mozo. Cuento con más de 30 años de experiencia. Tengo movilidad”. Pero hay una frase que Daniel Mendoza, el gran mozo tucumano que busca trabajo, tiene que poner: “Aclaro tengo 56 años”.


Es viernes al mediodía y Daniel Mendoza no está atendiendo mesas. O preparándose para una buena siesta porque esta noche comienza el fin de semana y es el momento más esperado para la gastronomía, las mesas llenas, el servicio esperado, las horas extras y las propinas que tanto significan en un trabajo generalmente mal pago y en negro. Pero no: Daniel Mendoza se quedó sin trabajo el domingo, se le ocurrió buscar trabajo a través de las redes sociales, caminar la ciudad con el currículum en mano, pero nada.


“Estaba en una parrilla y el domingo han cerrado. Lamentablemente no iba mucha gente. Fue entonces que se me ocurrió hacer el cartel y la repercusión me ha asombrado. Más de 2 mil personas lo han compartido. Pero una sola persona me llamó y me quería probar gratis por dos días. Tengo 37 años de experiencia y me quieren probar. Conozco todos los puestos de la gastronomía. Trabajé toda mi vida, tengo buena presencia, nunca tuve un problema, pero a mi edad está complicado. Me dicen que ya estoy mayor. Intenté en todas las cervecerías nuevas que abrieron. He dejado currículums en Laprida al 100, en la Corrientes, en varios lados, pero la respuesta siempre es la misma: ‘Buscamos jóvenes’”.


Número bajo para el servicio militar, Daniel Mendoza sonríe cuando recuerda que se salvó dos veces en el 82. Entonces empezó a trabajar con los compañeros gastronómicos: “Era de barrio Jardín, y empecé a trabajar en un bar por la Belgrano. Luego llegó el boom del pool a Tucumán y trabajé en la Mendoza y Laprida: ahí había un pool famoso que se llamaba Vinicius. Luego trabajé en la sanguchería La Palmera, en Muñecas y Marcos Paz. Todavía está la palmera, ahora hacen crossfit”.


En el 96, pleno uno a uno, Daniel empezó a hacer temporada en Mar del Plata: “Había un yanqui que me daba la propina en dólares: tomaba whisky y me dejaba 50 dólares. Eran tres días de trabajo. También están los que consumen mil pesos y dejan monedas. Eso ofende a los mozos. Sin embargo, somos trabajadores. Por eso los mozos en Mar del Plata son todos tucumanos o santiagueños. El marplatense es vago: no trabaja 16 horas ni loco. La propina es importante para nosotros: algunos son generosos, otros no. En algunos trabajos te hacen compartirla con todos. El mozo siempre ha trabajado por la propina para el mozo. Es que el cliente valore cómo lo has atendido”.


Cuando en el cartelito para buscar trabajo Daniel Mendoza aclara que tiene movilidad explica: “En el 2000 estaba bien difícil la mano: trabajaba de servimoto en invierno y de mozo en los veranos. Hasta que se enfermó mi vieja y no pude viajar más. Ahí empecé a trabajar en El Quebracho. La tenía enfermita ya y, como vivo en el centro, trabajé en el local de la 25. También hice bailantas y boliches. Trabajé en La Zona de Gaby, que ahora es un bodegón. Y en Severio, al lado. Trabajar en un bar del centro sería lo ideal. Últimamente trabajé medio lejos, pero no tengo problemas. Necesito trabajar”, explica Daniel, tucumano y fanático de Rosario Central, quien dedica unas últimas palabras al ser mozo, al oficio, a lo que su experiencia puede aportar.


“Claro que ser mozo era un oficio: ahora hay mucho evento, muchos creen que llevar dos platos es ser un mozo. Un mozo es aquel que recibe al cliente, lo saluda, le dice buen día, le pregunta qué va a tomar, le aconseja lo mejor de la carta, ofrece, se acuerda de lo que has pedido, te trae lo que has pedido, es el que está mirando las mesas y no todo el tiempo con el celular, así ves si falta algo. Y si tenés billetera y manejás la plata, tenés que estar atento. Si te tocaban las mesas de afuera, antes era muy peligroso, tenías que cobrar en el acto. Ahora no sé. Me gustaría volver a trabajar. Intenté de todas las formas. Aquí dejo mis datos. Es difícil a mi edad. Pero no pierdo las esperanzas”.