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Hasta la montaña del rock: el viaje en bondi a una fiesta de 3.700 personas

TEMPORADA

Con Las Pelotas y Nagual como bandas principales, el festival Rock en Las Montañas en Tafí del Valle fue un éxito. Para algunos el día de gira empezó en la plaza San Martín, 14 horas antes del regreso a casa. El mensaje de Germán Daffunchio al día siguiente.

Locura en el predio Los Cuartos. Foto de Sky Drone Tucumán





Anteojos oscuros, lista impresa en mano, un colectivo a sus espaldas, plaza San Martín. Sábado a las 14:30.


-No veo la hora de salir a la ruta, dice Porrón, Cristhian Sánchez en el documento y su apodo en el podio de los tucumanos que más han viajado para ver una banda.

Porrón completa su lista y les rockers que estaban en la plaza ya se subieron arriba de alguno de los seis colectivos de Lunáticos Viajantes que arrancaron rumbo a Tafí del Valle, directamente al festival Rock en Las Montañas y que regresarán cuando termine la última banda.


Pero para eso faltan más de 14 horas. Y el micro Refuerzo Número 5 ya es una fiesta.

Suena Nagual. Foto Marcos Arias

-¡Qué belleeeza! dice el pasajero rock José María d'Hiriart, cuando Ezequiel, el muchacho de la conservadora del Indio, hizo detener el micro para comprar un cable, a 15 minutos de haber partido. Luego conectó su teléfono al equipo de música del colectivo y ahora todo el pasaje canta con Las Pelotas. Y vamo Las Peló.


El bondi cruza Acheral y sube, se mete en la selva de la montaña. Y por aquí pasará la mayoría de las 3.700 personas que asistieron al festival, según los datos de la misma producción, los muchachos de los Lunáticos Viajantes.

Por esta misma montaña y en este mismo colectivo, está sentada la folclorista tucumana Nancy Pedro, quien abrirá el festival con la potencia de su voz.


Por acá también pasarán los dos colectivos que partieron desde Mataderos, en la provincia de Buenos Aires, para ver a Nagual Rock: l20 personas con una bandera de 14 metros de largo por 14 de ancho, que lleva impreso el nombre de la banda sobre los colores de la Whipala.

Y por acá, entre los árboles que le cuelgan lianas y que llevan a sus pies el río Los Sosa, se deslumbrará otra vez Germán Daffunchio, el cantante de Las Pelotas, quien recuerda este paisaje cada vez que piensa en Tucumán.

“Estuvo muy lindo todo. Muchas gracias!!!”, escribirá el domingo Daffunchio, así, con tres signos de admiración.

La bandera de Concepción. Foto SkyDrone

Pero en el Refuerzo Número 5 aún nadie sabe que estará muy lindo todo. Porque no es momento para pensar a futuro. Porque el bondi es también rock. Es rock cuando se convida hielo. Es rock cuando uno saca la guitarra y otros se miran con hermandad al cantar más alto la frase que más sienten. Es rock cuando el del asiento de al lado ya no es más un desconocido, cuando se salta en el pasillo, cuando se viaja con la familia, como Giselle Vivanco que se ganó el viaje para ella y tres personas más, y eligió a su mamá, a su hermana melliza y a su cuñada. O como Ezequiel, el chango de la conservadora, que viaja con su novia, esas parejitas que encuentran el rock el camino para que crezca su amor. Es rock cuando el bondi se detiene en la ruta para que meen y los muchachos se van para cualquier lado y las muchachas se organizan y orinan por turnos cubriéndose con una bandera.

Luego, el Refuerzo Número 5 sigue viaje y se mete en el valle. La selva queda atrás. El camino se despeja y aparece el cerro Nuñorco, que está celeste y que las nubes lo abrazan desde la espalda y se desvanecen al descender entre sus siluetas.

También a mano izquierda, el agua azul del lago La Angostura acompaña a la ruta durante 14 kilómetros. El dique artificial alcanza una profundidad de 20 metros. Y, según dicen, en alguno de sus rincones acuáticos duerme un bicho que tiene entre 10 y 15 metros de largo. No hay pruebas científicas de ello, pero dicen que aparece por la noche.

Sobre arriba del lago, pero mucho antes de llegar al cielo, también hay nubes. Son alargadas, estiradas como rayitas de crayón. Y ahora quedan atrás, cuando el Refuerzo Número 5 entra a Tafí del Valle, que está repleto, que desde el martes no se consigue reservas para dormir en esta noche de sábado.

El colectivo se detiene en la puerta del club Los Cuartos. El amigo Franco Sosa, quien coordina el bondi, le desea a los pasajeros que la pasen lindo. Y avisa que dentro del predio estará en la barra. Esta noche se venderán todas las cervezas, pero aún están enfriándose.

Cinco cuadras de la calle es un encuentro de amigas, de amigos, de corazones rockeros, leales a su música y de latir sincero, como el corazón del Pelao Guaymás, pelotero si los hay, que a los 15 años, en los tiempos del MSN, pidió que le hicieran un correo para poder chatear. Cuando le preguntaron qué dirección de correo quería “laspelotas_25”, respondió el Pelao, quien hoy cumple 34 años.


Y desde ese encuentro callejero, el público entra a un predio al aire libre, donde los rocanroles se cuelan en el vientito del valle, en una tarde y en una noche que no hace falta abrigo.

Atrás, el pueblo. Foto: SkyDrone

Donde hay aplausos, canciones y bienvenidas para Lo Peor del Mundo, La Ribera, Aneurixma, Cabarette, Los Kuervos y para Eugenia Mur, Mariana LKH y Bianca Ragusa, quienes cantaron con Nancy Pedro.


Y al escenario sube Nagual Rock. Con toda la gente que los acompaña, Nagual explota. La noche anterior habían tocado en Tilcara, y la noche siguiente tocarían de vuelta en Tafí, en un bar. Pero esta noche Nagual le pone la mística del rock del país: los trapos, el viaje, el asado en la calle.

El escenario se oscurece. Cuando vuelven las luces, tocan Las Pelotas. Y cuando Las Pelotas tocan, se despeja el cielo, por ratitos. La luna sale a ver  de qué se trata.

Quizás se trata de un encuentro lento con uno mismo. De una conexión nostálgica, humana y sentida, “como el agua que se escurre entre los pies”. Y entonces su música se baila como flamean las banderas que van y que vienen y caen en su propia tela, como cuando un pensamiento cae en el alma. Frente al escenario, y entre ellas, la bandera de Concepción que siempre está.

O quizás se trata de una pulsión, de la liberación en éxtasis de sentir que no vivís mejor gracias al reloj, ni a lo establecido, ni a las invasión noticiosa, ni al mandatado de la guita. Porque “de allí no hay como zafar, como la misma muerte”. Entonces no hay tiempo para quedarse quieto y la música te empuja los pies y todo es un salto de independencia, empujones de verdades, gritos rupturas internas. Es un pogo por el placer emancipatorio, colecivo y rockero.


Y entonces vamos Las Pelotas.

Daffunchio y Martínez, foto: Fernanda Barrera Lobo


Y una vez que finaliza el recital, las pantallas anuncian que Los Gardelitos tocarán en Tucumán el 20 de marzo. Sube potrero de Arrabal, empieza una fiesta ricotera y todavía bailan.


Después de 14 horas de gira, todavía bailan. Eso también es rock.