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"Fui feliz": la vida de película de Yole, la maestra tucumana de 94 años

HISTORIAS DE ACÁ

Su padre escapó de la Italia de Mussolini, se recibió en la Normal, fundó una escuela con sus propias manos, conoció a Evita Perón y despidió a su marido de una manera conmovedora. VIDEO

Yole, una vida de película.





Yole Bosonetto se define como una adolescente de 94 años. Nació en Tucumán luego de que su padre, un diplomático italiano, fuera enviado a la Argentina por Benito Mussolini. “Nací en la ciudad de Tucumán. Tenía una vida muy linda, tenía todo lo que deseaba, no me hicieron faltar absolutamente nada. Además, mi papá era profesor de violín, me cantaba el Danubio azul con letra propia y así me dormía”.

La historia de película de Yole llegó a la sección He vivido, un ciclo de entrevistas de Telefe Noticias conducido por Erica Fontana, conmovida ante la historia de la abuela tucumana, quien le contó sus comienzos y qué le pasó a los 18 años: “Cuando fui creciendo iba a la escuela Normal de Maestros de Tucumán y en cuatro años me recibí de Maestra Normal Nacional. Fue el primer título que se le brindó a la mujer en el año 44. Recuerdo que Radio Tucumán vino y me hizo una entrevista para saber qué sentíamos ser la primera promoción de maestras. Se le daba el título a la mujer para que pudiera seguir su camino con cierta independencia”.

El primer trabajo de Yole fue en Gobernador Piedrabuena, Burruyacú,  a tres kilómetros en el límite de Salta: “La escuela era un ranchito. No había médicos, policías, hospital, no había nada. Teníamos 3 ó 4 aulas. Yo vivía en un rancho de paja, piso de adobe, mi cama era un catre de campaña. A las 6 de la tarde los llamaba a los padres para que ellos también aprendiera a leer y escribir. En ese lugar aprendí a saber que el camino que yo elegí era el que yo deseaba. Me formé con un carácter firme y seguro. Cada 15 días volví a Tucumán, tenía 85 kilómetros de distancia”.

Una vida de película no es tal sin un gran amor: se llamó Roberto. “Me enamoré y me casé. Él me iba a esperar cuando venía el tren, me llevaba a cenar al cerro, al Aconquija. Tuvimos una hermosa familia. Tenía un negocio en las Termas: un negocio de autopartes. Ahí me dice una chica: ‘Falta una escuela’. Censamos a 185 chicos y terminé fundando la Escuela 187 de Termas de Río Hondo”. 




Madre de Roberto, Carlos y Martha, cuando nace su primer mi hijo en septiembre, finaliza el ciclo escolar en octubre y a Yole se le ocurre que cambiaría su vida: “Me tomo el tren con mi hijo en brazos y me voy a ver a Eva Perón, a la calle Córdoba 835, donde Evita tenía su escritorio. Llego y me pregunta un guardia si tenía audiencia. Le digo que no, pero le aviso: ‘Quiero saber si es verdad lo que dice la señora Eva Perón: si lo único que importa son los niños, tengo niños que no conocen ni una taza’. Logré verla, le conté, llamó a una empleada y Evita le indicó: ‘Todo lo que diga la compañera, deselo: botiquín, ropa, guardapolvos, medias, de todo, de todo’. Me despedí, le di un beso, ya estaba muy pálida en ese momento y me dijo: ‘¿Vio que los niños de mi Patria son los privilegiados, ¡no pueden esperar!’”. Dos vagones cargados de materiales y mercancía llegaron a los 15 días para la escuela.

Yole Bosonetto vivió 48 años como docente. Luego de separarse de su marido Roberto, volvieron a encontrarse hasta el último día de él: ‘Pasaron los años cuando salí volando a internarlo. Tenía problemas de corazón. El médico me dice: ‘Es cuestión de horas, él ya no puede hablar, pero la va a escuchar’. Le dije: “Viejito, fuiste el primer amor de mi vida, el único hombre de mi vida, eres el papá de una familia maravillosa, márchate en paz, que Dios te bendiga, yo te doy todo mi corazón’. Me escuchó y se fue, se van a cumplir 10 años”, relata Yole, quien se había casado con Roberto el 27 de septiembre de 1947 pese a la negativa de sus padres, quienes no asistieron a la boda. Hoy, todo es un recuerdo para Yole, quien confiesa haber vivido y dejó un agradecimiento como pensamiento final de la entrevista: “He vivido una vida feliz. Dios me dio algo maravilloso, una luz acá en el cerebro para saber encaminarme por la ruta de la vida”.