Guido Guerrero y el final de un hito: "No había un programa como Manyines"
HISTORIAS DE ACÁ
El conductor del exitoso programa de radio Fish revela sin filtros qué fue lo que anticipó la despedida del aire luego de siete años: “Manyines llega a su final por una cuestión personal y otra con la radio". El adiós a los oyentes y un repaso intenso de todo lo vivido.

Guido Guerrero se despide de su público hasta pronto.
Guido Guerrero sale de los pasillos de la calle San Martín y llega a la redacción de el tucumano todavía con los rulos húmedos. Saltando por las tapias, subiéndose a una moto ajena o tirándose sobre un taxi libre, llega. Cuando llega, entra. Y saluda a todos y todas con las dos manos. Guido Guerrero tiene dos manos, pero no le alcanzan para sostener todo lo que de repente tiene: el abanico para los calores, las gafas para los soles de diciembre, los cigarrillos para soltar el humo entre pausas y el primer mate de la entrevista, de una de las últimas entrevistas que dará como conductor de Manyines, uno de los programas fundamentales de la radiofonía tucumana capaz de trascender el dial de la Fish.
Guido Guerrero deja el abanico para los calores, las gafas para los soles de diciembre, los cigarrillos para soltar el humo y de repente es un manos libres para agarrar el mate con una mano y para rascar la base del mate con la otra. Es en ese ademán, en ese rasque que te rasque, donde la ansiedad y el tono de lo que está pasando se traducen, se expresan, se comunican. Guido Guerrero pone fin a siete años de uno de los ciclos más exitosos de la década que termina y lo confiesa: “¿Que cómo estoy? Intenso como fin de año”.
Cubierto el pechito por Ayudante de Santa, la mascota de Los Simpson, y cómodo para volver a treparse a las tapias y a los techos con su enterito camuflado, Guido Guerrero vive en el aire, anda por los aires, toma aire y suelta de una bocanada todo lo que pasa con esta etapa final: “A la fuerza he aprendido que hay que ser más agradecido que crítico. Hay ciclos que se terminan y sabés que claramente no hay vuelta atrás. Ahí es cuando aprendés. Hay un aprendizaje muy grande por detrás, al margen de que te pueda doler o no. Siempre los finales tienen un poco de dolor, ¿no? Siento que hay algunos finales que me han hecho como medio de teflón. Entonces no me importa nada. Me gusta más pensar en lo que viene que en lo que se termina”.
A esta altura de la suaré se sabe: hay finales que alivian, hay finales que duelen más que otros, hay finales que uno elige y hay finales que no. El fin de Manyines, ¿con qué tiene que ver? ¿Con un ciclo agotado? ¿Con la falta de ganas? ¿Con la radio? “Es un combo de todo. Como una cuestión de presentimiento si se quiere, o de intuición cuando sentís que un ciclo tiene que cerrarse para comenzar otro. Son siete años que realmente han sido maravillosos y transformadores para todos los que hemos pasado por Manyines. Aunque me cueste, puedo reconocer claramente que Manyines ha llegado en su momento con una propuesta totalmente diferente en cuanto a la estructura interna misma del programa. Ha llegado ahí para sacudir un poco. Después de Manyines han empezado otros programas a mezclar un poco los lenguajes. Está todo copiado, pero no había un programa antes como Manyines”.
Manyines en la tarde o Manyines en la noche nació conducido por Miguel Martín y Gaby Carreras. “Hasta que Miguel me dice: ‘No puedo seguir, quédate vos con el nombre, con el programa, queda en tus manos’. Ahí es cuando el programa empezó a quedar más parecido a lo que a mí me gustaría escuchar, lo que a mí me gustaría saber sobre Tucumán, con la variedad, diversidad y pluralidad de voces que a mí me gusta escuchar. Ahí sí hicimos un poco más de ruido con los miércoles traviesos. Estaba La Barby, La Muda… La Muda en la radio… Una maravilla… Y después a darle un poco más de bola a lo que sucedía acá, en Tucumán, donde de verdad suceden muchas cosas”.
En sintonía con los tiempos, el formato de Manyines en clave humor comenzó a mutar, a alejarse del lugar común, a dejar la zona de confort para convertirse en un programa más político y eso, suspira Guido, ha generado efectos colaterales: “Durante siete años hemos pasado por dos gobiernos y empezando un tercero. En los últimos años, y no creo que por casualidad, si bien siempre ha tenido humor Manyines fue un programa más de denuncia. Todo el tiempo eran casos que nos llegaban que teníamos que atender. El aborto legal, la inclusión trans, son cosas que nos acompañan desde el principio, desde el primer año de Manyines estaban presentes. Encontré un equipo maravilloso para contarlo y jamás hemos transado con nada”.
Los problemas con radio Fish, argumenta Guido Guerrero mientras toma el tercer mate, empezaron con una competencia interna: “No podés plantear una competencia en una misma radio entre los programas. En los medios el ego está a la orden del día, querés ser el número uno. A Manyines le han choreado de lo lindo, la radio misma ha creado una identidad, un estilo, una imagen basada en todo lo que generaba Manyines. Hay programas que han cambiado su contenido entero. Eso me ha molestado. Me molesta enormemente la careteada: los dobles discursos, los triples discursos. Me molesta haber perdido compañeros por cuestiones de poder. Lo que ha pasado en la radio es lo que ha pasa en el país. Para el público somos inclusivos, un gran equipo, una gran familia, y después en las políticas internas ninguna familia ni nada. El poder enceguece a las personas. Cuando tenés un poco de poder no te conformás con una cosa. Y siento que Manyines sigue siendo bien popular, bien hecho a los ponchazos, atado con alambres, y esa particularidad es lo que el público agradece”.
La convivencia en la planta baja de la calle Junín cambió en los últimos días para Guido Guerrero: “Manyines llega a su final por una cuestión personal y otra con la radio: no me siento identificado con esa radio, con las políticas internas de la radio, con la dirección mucho menos. No creo en los dobles discursos. No quiero ser parte de eso. Preservo lo que hemos construido. Y prefiero llevarlo a un lugar donde se lo reconozca. Si me decís que apoyás lo emergente, a los grupos jóvenes, y te pedimos que nos bajés 500 pesos para que lo dividamos entre los 16 y me decís que no podés, no te creo, sinceramente no te creo. Es interesante cómo pasa eso desde la cabeza a lo que vendríamos a ser nosotros, los más descuidaditos, los laburadores, los que le acercábamos y vendían publicidad con la imagen nuestra, y después tenés esa clase del medio que transa con los de arriba mientras se han nutrido con los de abajo y a la hora de cortar el queso terminan cuidándole el bolsillo a los de arriba. Y no, no está bueno que esas cosas empiecen a pasar”.
¿Cuál es el lugar que la historia de la radio reservará para Manyines? “Lo que hacía diferente a Manyines es que no hemos intentado copiarle nada a nadie. De hecho yo no escucho radio. Soy de terror en eso que sí debería. Somos manyines, no hemos buscado nada, no somos ni locutores ni periodistas, nos han dado un espacio para comunicar. Y eso también está bueno decirlo: es una radio que nunca me han dicho de esto no podemos hablar. Manyines va a quedar en la historia de la radio como los rebeldes, como los incomprendidos. En su momento fuimos los que nos escapamos del cardumen, ahí sí siento que hemos hecho mucho en esa radio. Ahora no. A la radio no le interesa expandirse, se ha quedado como medio. Es una pena. Es realmente una pena. Ojalá que cambie, que haya un cambio profundo. El poder enceguece a las personas. Con mi equipo siempre hicimos algo distinto: si me tengo que llevar a uno, me voy con todos, con la Agu Doz Costa, con la Gore, el Javo, etcétera, personas muy cercanas que nunca hicieron radio y fueron maravillosos. Nunca miramos lo que hacía otro programa. Laburaban por dos mangos, eso también me dolía”.
Al aire hasta el viernes 27 de diciembre, Guido Guerrero y gran elenco quiere tirar la pecera por la ventana y lo hará con una gran fiesta gran a todo trapo este viernes en Santos Discépolo: “En este último trechito estamos muy felices, sabemos que el camino que estamos tomando es el mejor. Nuestras decisiones refuerzan nuestras convicciones. Nos quedan estos últimos días y hacemos una súper fiesta el viernes. Va a estar Miguel Martín y todos los que nos han acompañado. Va a estar el Barba Dub, la Flor Cazzu, Laureano Alonso, va a ser muy lindo”, jura Guido, más relajado y con ganas de celebrar por todo lo vivido durante esos siete años.

Es en el podio de lo que se lleva durante estos siete años cuando sin lugar a dudas aparecen los oyentes y el amor mutuo profesado a través de la voz y del escenario en común que es la calle: “El vínculo con los oyentes ha sido increíble. Es muy loco porque cuando hacés teatro lo ves al público o cuando estaba en la tele tenías ese reconocimiento. A mí me enloquece cuando te reconocen en la calle por la radio. Yo siempre llego tarde y me ha pasado muchas veces de querer esperar un taxi para llegar, y que frenen tacheros u oyentes: ‘Eh, ya está sonando la presentación, subí que te llevo’. Ojalá que siga pasando en el medio. El público es muy loco, somos un público difícil de conquistar, una generación que se había olvidado de la radio y volvió a enamorarse. Le dimos ganas de hacer radio a mucha gente. Me resulta muy loco que haya tucumanos en otras partes, en Buenos Aires, en Puerto Madryn, y que te manden mensajes”.
Cientos de programas ha conducido Guido Guerrero, ninguno como uno en especial que repasa sentado en la reposera de madera del patio de la casa del tucumano: “Una vez hicimos un programa sobre la transexualidad, invitamos a un chico trans, a su doctora y a la madre. Ha sido un programa que realmente ha sido mucho más expansivo de lo que pensábamos. Nos llamaron desde México, de Japón. Un año después vino una invitada trans para quien Manyines es algo que va a quedar grabado en su vida porque ella escuchó ese programa. Y cuando escuchó ese programa se dio cuenta que no quería esperar un día más para atravesar esa transición. Al año ya era una chica trans hablando conmigo, contándome esto al aire. Ahí es cuando vos decís: ‘Si en estos siete años uno logra cambiarle la vida a alguien por un programa de radio, por unas horas de aire, listo, está hecho, algo hicimos’. En estos tiempos de tanta desigualdad ojalá hayamos dado algo de felicidad”.
Llevar alegría en años difíciles para el país ha sido todo un desafío para Guido: “Había una sola manera de hacerlo: poner todo. Transmitir felicidad en ese panorama tan oscuro es bien difícil, pero siempre lo hemos hecho como una receta infalible, de corazón, sinceramente. Mucha gente me decía: ‘¡Vos no podés decir ‘Macri es un hijo de puta’ porque sos un comunicador social!’ Yo no soy comunicador social. Ese título nunca lo tuve. Yo soy actor. No podría trabajar en el medio si no pudiese ser yo. Acá hay una sola manera: ser vos. No podés subestimar a nadie. Si no sos buenito, si no sos un tipo sonriente, ¡no salgás sonriendo! Es como en la tele: ¡no hay un conductor gay! No hay nada peor que lo forzado. No hay conductores homosexuales en Tucumán. Y si hay están más maquillados que la Vanessa. Por eso tengo ganas de meterme en la tele. Hay mucho por cambiar, toda revolución empieza por uno mismo. Yo empecé la mía”.
La entrevista con Guido Guerrero llega a su fin. Sube a la terraza, se trepa a los andamios, posa para las fotos, carga los baldes y las palas de las obras en refacción, presume con todos los que pasan, salta, abre los brazos, mira el horizonte, quema, hace una seca, sonríe y salimos a la calle: yo lo acompaño unas cuadras. Son las seis y cinco de la tarde. Manyines, su programa, ha empezado hace cinco minutos. Guido está llegando tarde. Y encima tiene que pasar a buscar a una amiga que vive en Las Heras, cerca de la redacción de el tucumano. Guido camina apurado, pero es entonces cuando aparece el nombre de sus padres: “Soy hijo del Nolo Guerrero y de la Mary Salvatierra, mirá qué apellidos. Y Mary se escribe con y, como las Mary de verdad, como las que aman de verdad. Desde que la he perdido, no vuelvo a hacer nada más que no me provoque felicidad. La muerte, hasta la más visceral como puede ser la de la madre de uno, también te enseña de la vida. Es tan profundo el dolor pero es tan rico el aprendizaje que hay que atravesarlos a los dos. El aprendizaje que viene es mayor y no podemos esquivarlo”, se despide Guido, dándose cuenta que se pasó de Las Heras, donde lo espera su amiga para ir a la radio. Son cosas que, después de todo lo vivido y lo contado no le importan: siempre habrá en la calle un taxi, una moto, un auto, alguien, algo que le diga: “Ya empezó el programa, Guido. Subí que te llevo”.
