Top

Luces de neón: don Rosatto, Vidriolux y la verdadera historia del cartel de Salvic

HISTORIAS DE ACÁ

Llegó desde Córdoba, se enamoró de Elenita en Tucumán y creó la empresa de letreros más emblemática del norte argentino: cómo ideó al jugador que hacía pataditas en la San Martín al 400 y los carteles que más brillaron en las calles de la ciudad.

Salvic y el neón de la ciudad brilla por la noche en la década de los 70. La imágenes son de Fotos Antiguas de Tucumán.





Juran que Villa Alem se paralizaba cuando desde Vidriolux salía un cartel de neón con destino al centro tucumano. Los trabajadores de la empresa que iluminó las calles de Tucumán durante más de tres décadas tenían un ritual: “Era todo un evento cuando salía de la fábrica el cartel ya terminado: todos salían de sus casas, interrumpían las siestas. A los carteles se los sacaba a la vereda con mucho cuidado. Había que montarlos en la camioneta con una polea, a mano. Y a veces eran tan grandes que había que llamar una grúa. Se paraba el tránsito”.

Patricia Rosatto habla con eltucumano.com y era una niña cuando veía cómo Eros Ariel Rosatto, conocido por todos como don Eros o don Rosatto, daba las últimas órdenes en el local de la calle Entre Ríos al 900, entre Roca y Alsina, los carteles dejaban las sombras y comenzaban a ubicarse en las esquinas y lugares más emblemáticos de la ciudad, entre ellos, el de Salvic en San Martín al 400, El Molino en 24 de Septiembre al 500, o los que recuerda Víctor Rosatto, hermano de Patricia e hijo de Eros Ariel.

El cartel de Salvic y el de El Molino (la botella verde que se servía sobre una copa de Martini) quedó en el recuerdo de todos. Yo también recuerdo los carteles de Coca Cola formando con las luces la cortina en Belgrano y Ejército del Norte, o lo que hoy serían gigantografías como en la entrada del parque 9 de julio donde está el aserradero, o en la Mate de Luna, o en la 24 de septiembre donde hoy está Citröen y otro en la plaza Independencia donde ahora está la Farmacia del Pueblo”, detalla Víctor.

Pero antes de seguir el brillo de neón que se deslizaba sobre el asfalto mojado después de una lluvia de verano, vale contar que la historia del creador empezó en Córdoba: “Mi papá era chico cuando empezó a trabajar en un taller que hacía esos tipos de carteles en Córdoba. A los 21 se vino a Tucumán y ahí conoció a mi mamá, Elenita”, explica Patricia y Víctor agrega: “Estaba de vacaciones del servicio militar, conoce a mi mamá en Tucumán, se queda, lo meten en un calabozo, y empieza en Nopralux. Era por entonces vidriero, doblaba las letras de vidrio. Luego se instala solo, pone el primer Vidriolux en Florida y Buenos Aires, que actualmente es una verdulería, luego en Ayacucho entre Florida e Independencia, y luego ya sí compra el terreno de la Entre Ríos”.

Justamente sobre calle Entre Ríos al 953 lucía el cartel de Vidriolux: “Por entonces (década del 70), la Entre Ríos iba hacia el sur. Si uno venía desde el centro por la Entre Ríos, ya desde la Lavalle o Lamadrid se veía el cartel. Era el cartel emblemático de la zona. Detrás de ese letrero, la calle Alsina ya pasaba a ser de tierra, todo lo que era Villa Alem en la unión con San Cayetano. Era como si aquel cartel marcaba un límite entre la ciudad y el pueblo”, explica el doctor Rosatto.

“Cuando crea la empresa, mi papá llama a gente de Córdoba que se vino con lo puesto y nada más. Entre sus trabajadores estaban Juan, Nito, Coco, Peñaflor... Mi papá era vidriero, sabía doblar los tubos con soplete, con fuego, con calor, con bombas de vacío y gas de neón. Sabía mucho de chapa, de herrería, todo estaba calculado: acorde al tiempo que soplaba cuántos tensores debía colocar, esas cosas. A mí papá nunca se le voló un cartel”, dice orgullosa Patricia, quien detalla cómo Eros Ariel Rosatto, el fundador de Vidriolux, ideaba cada cartel que brilló en Tucumán.


“Leía muchas revistas que hacía traer de Estados Unidos. No había nada en el norte parecido. Todos sus trabajos eran sumamente originales como el cartel de Salvic. ¿Quién hacía carteles con movimiento? Cuando pensaba en un cartel, pensaba en todo: lo mejor era ver cuando les daba luz, la coloración, la luminosidad, cómo los hacía. Para una letra C se hacía una plantilla, sin apoyar sobre el papel”, recuerda Patricia. “Mi papá tenía su equipo de trabajo: Juan era su dibujante, pero muchas veces él hacía los bosquejos para la presentación ante las empresas. Todo era imaginación”, suma Víctor.

El primer cartel enorme de neón fabricado por Vidriolux fue la joyería Los cuatro cinco, donde hoy queda el banco Santander de calle San Martín. Pero el cartel que marcó un antes y un después y quedó grabado en la memoria de miles y miles de tucumanos es el de Salvic, la casa de deportes que debía su nombre a la sociedad compuesta por Salvador (Sal) Liberti y Víctor (Vic) Cohen. Lo recuerda Víctor Rosatto como si fuera hoy y revela los entretelones del cartel más emblemático de Tucumán: “Fue una creación de Vidriolux a finales de los 60 y principios de los 70. Fue el primer cartel en movimiento el de Salvic. Era todo un espectáculo verlo: la gente iba por la plaza Independencia para verlo. Recuerdo que mi papá decidió que iba a ser movimiento cuando consiguió de Estados Unidos los primeros intermitentes electrónicos. Esa era la clave para el movimiento de la pelota y del pie: debía ser sin esa pausa”.

¿Quién es el jugador del cartel emblemático? ¿Cuál era su camiseta original? “Quienes no conocen la historia pensaron muchas veces que era Maradona, pero no tenía nada que ver con Diego. Ni siquiera sabía mi papá de la existencia de Maradona porque el cartel se hizo antes de que empezara a jugar. El diseño se basó en Omar Sívori, una figura que representara al jugador promedio y que con las pataditas representara al jugador de fútbol en general porque Salvic comenzó vendiendo solamente productos de fútbol”.

Y atentos al detalle: “Lo que tampoco muchos saben es que don Salvic quería que la camiseta fuera blanca, pero mi papá les dijo que debía ser celeste y blanca como los colores de la Argentina, que también son los de Atlético. Don Salvic no quería esos colores al principio porque era muy hincha de San Martín, pero luego cedió”, relata Víctor Rosatto, quien jugaba al básquet en Belgrano y era tal la fama del negocio que un día le cambiaron el apellido y lo llamaron Víctor Vidriolux: “Yo soy Rosatto, no Vidriolux”, les dijo y no volvió más.

Ese cartel inauguró una época de oro en los letreros de neón y los diseños de Eros Ariel Rosatto trascendieron Tucumán: “Llegó a tener 20 empleados y puso carteles en La Rioja, Catamarca, Salta, Jujuy y Chaco. Hasta fines de los 70 trabajó con la Pepsi, después con la Coca, siempre con Phillips. También fue el representante en el norte de Quilmes y Brahma, ganó muchas veces el premio Águila Panamericana de Oro. Todo esto duró hasta fines de los 80. Como él decía: ‘Menem me destruyó’. Mi papá nunca apostó a dinero foráneo, siempre priorizó el stock, la calidad. El neón siempre fue lo fuerte, luego el acrílico. Todo se terminó hasta que hubo una ordenanza que impedía que los carteles salieran a la calle con la excusa de la contaminación lumínica”, relata Víctor. 

Eso sí: “El último cartel en quitarse, antes del nuestro de Vidriolux, fue justamente el de Salvic. Resistió por la importancia que tuvo en Tucumán”, cierra, mientras a más de un tucumano le bastará con cerrar los ojos, volver unos años atrás en el tiempo, pararse en la vereda de la galería donde hoy venden empanadas y Alberto Vier lustra botas y zapatos, levantar la mirada y maravillarse como la primera vez con ese jugador de la Selección que hizo más pataditas que nadie con esa pelota, una y otra vez sin que una sola vez se la haya caído, inmortal.


La familia Rosatto: Víctor, don Eros y Elenita (que en paz descansen), Marcelo (quien continuó con el legado de su padre), y Patricia y Rossana.