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"Bazán Frías es una película sincera, alejada del discurso del arrepentimiento"

DESDE ADENTRO

Lucas García, co-director junto a Juan Mascaró, se mete en las entrañas del film documental que retrata con la actuación de presos de Villa Urquiza la vida del célebre bandido tucumano. El proceso interno creativo y las contradicciones que ha dejado la película tucumana del año.

Bazán Frías, la película del año. Las fotos son gentileza de Lucas García.





Era el primer día del rodaje en el penal de Villa Urquiza cuando Javier, uno de los reclusos en ronda, dice: “Yo siento pasión por la delincuencia”. La frase retumba en el montaje de Bazán Frías. Elogio del crimen. La dice Javier de entrada, el primer sábado del rodaje de la película tucumana que se filmó durante tres meses, cada sábado, tres horas. Y es una de las frases que retumba desde hace un mes a sala llena en los cines tucumanos.

“Es la frase de la película: ‘Yo siento pasión por la delincuencia’. Genera risas, incomoda. No tuvimos que generar nada para que Javier lo dijera. Lo que teníamos en claro es que necesitábamos más ese discurso en lugar del discurso del arrepentimiento tipo: ‘La cárcel me va a servir para ser mejor’. No, eso no. Bazán Frías es una película sincera, alejada del discurso del arrepentimiento”, jura Lucas García, co-director junto a Juan Mascaró.

El diálogo que ocurre en la redacción del diario el tucumano profundiza sobre la frase que pone al espectador en clima, que lo mete de prepo adentro del penal después de que el guardiacárcel pone el pasador: “Cuando Javier dice lo que dice, eso de sentir pasión por la delincuencia, la gente se ríe. O cuando se explica cómo es la tortura del palo, la gente se ríe. Si se ha logrado hacer un acercamiento empático con eso, dentro de la incomodidad que genera el tema, bienvenido sea. Hay un criminólogo noruego, Nils Christie, que habla del doloroso esfuerzo de empatía. Parece que el dolor y la empatía no podrían estar en la misma frase. Creo que la película trata sobre eso: el doloroso esfuerzo de empatía por entender lo que le pasa al otro, al que está preso. Si genera risa, te podés reír con ellos, no de ellos”.

Héctor, el protagonista que intepreta a Bazán Frías, esquiva un puntazo durante el rodaje.

Bazán Frías retrata la vida del bandido más célebre de Tucumán a principios de 1900, definido por los diarios de la época como el Robin Hood tucumano. La historia de Bazán llega a Lucas García en el marco de un taller para la cátedra que Juan Mascaró dictaba en la Escuela de Cine. “Una de las consignas era hacer un falso documental. Un amigo de mi viejo tenía una crónica de Bazán Frías. Yo tenía esa crónica que eran dos páginas y comenzamos a tratar de hacer un falso documental sobre la vida de Bazán, todo muy rudimentario. Hasta que empezó a aparecer más información en el diario El Orden, en La Gaceta. Veíamos con Juan una cuestión política potente y así lo encaramos para hacer la película: presentamos el proyecto en 2014, en 2015 lo pre-aprobaron y en 2016 lo filmamos”.

Una de las tantas virtudes que tiene la película es haberla filmado en Villa Urquiza, con personas privadas de su libertad predispuestas desde el inicio a formar parte del proyecto: “Sabíamos que teníamos que filmar en el penal. Una de las anécdotas más fuertes es que Bazán Frías se escapa de la cárcel. Pedimos permiso a las autoridades, nos propusieron hacerlo bajo el formato de un taller y empezamos a rodar. Si no era así, en el penal, iba a ser un proyecto mediocre. Lo que surgió en el montaje es el papel de Alejandra, la protagonista, que no estaba pautado. Ella hace la voz en off, y es clave: necesitábamos que alguien contara algunas cosas”.

“A la historia de Bazán Frías sólo los más grandes del penal la conocían. Era un mito medio muerto, olvidado. Eso nos ha jugado a favor: les dimos el guión y se han enganchado con eso. Una vez adentro nos preguntábamos cómo resolver el problema de la representación, quién iba a interpretar a Bazán Frías. Una de las cuestiones más potentes era cómo poner a este bandido ahí adentro. La otra opción era hacer un documental tipo National Geographic, pero no iba a ser genuino”.

Lucas García (director) le da indicaciones a Sebastián Suárez (cámara) durante la filmación.

El encargado de resolver ese problema de la interpretación fue Héctor, el protagonista que encarna a Bazán: “En la primera clase con los muchachos estábamos reunidos y nos preguntábamos: '¿Para vos cuál es Bazán?' Lo vimos a Héctor y coincidimos: era él, al toque, era el que más ganas tenía, hasta se parece a Bazán Frías. Además de saber actuar, es recontra ágil. La escena del intento de huida, cuando va a saltar la tapia, la hicimos cuatro o cinco veces. Ninguno otro podría haberlo hecho. Estaba contento cuando la vimos en el penal. Todos la vieron: les parecía loco verse, notaban que no era un videíto, era una producción más profesional, mucho más verse en las escenas de una película”.

El proceso de hacer la película, de transitarla, de vivirla, de disfrutarla, de sufrirla, ha sido transformador en cada uno de los integrantes que participaron en ella: “Ha sido súper transformador. Entré a la cárcel con esa frase hecha de: ‘Darles voz a los que no tienen’. Una vez adentro me dí cuenta de que no puedo dar nada. Yo me he criado en El Colmenar. Los changos sabían dónde vivía, conocían la plaza. Pensé: ‘Yo podría haber estado acá. No puedo enseñar nada’. Me interpela mucho mi condición de clase, me duele, me incomoda mucho”, se sincera Lucas.

Y afirma: “No hay manera de abordar el delito desde mi condición de clase sin que sea incómodo. Ha sido un proceso interno de aceptar que va a ser incómodo y doloroso siempre y pensar si yo soy el indicado. Que ellos piensen: ¿qué hace este chetito de mierda acá? Hay un proceso mío de sincerarme: ellos van a ser un otro, por más que yo quiera generar empatía. Ellos van a ser otro, siempre. Sería un error querer mimetizarse, es imposible querer ser uno más. He tenido crisis personales con la película, la he llorado. Eso se nota: si está gustando es porque es sincera. Asumir que uno no es el otro, y aceptar que uno tiene privilegio de clases”.

Proyectada a sala llena desde un comienzo, luego de las risas, de la tensión, del conflicto atravesado por la historia de Bazán Frías, llega el final: placas negras y nombres de personas que participaron de la filmación y que murieron después del fin del rodaje: “Matías, uno de los chicos que estaba preso, me preguntaba si la película tenía sentido. Él aparece en la película. Cuando yo estaba en un cumpleaños, me llega un mensaje de la hermana: me cuenta que se había suicidado en el baño. Son cosas que nos han afectado mucho. O el caso de Moisés, que interpretaba a un policía con las contradicciones que eso genera, lo mataron al año de haber salido en libertad. Era un amor, tenía 3 hijos. Espero que la película sirva para pensar que son seres humanos y están ahí por algunas cuestiones precisas”.

Presos de Villa Urquiza en el papel más difícil: el de policías.

En una película que deja abiertas preguntas sin respuestas, también aparece el espectador en potencia que haya sufrido un robo, la pérdida de un ser querido, la imposibilidad de empatía con el que está preso: “Yo hago la película porque creo que es necesario. Por eso están las placas al final con lo que les ha pasado. No sé si las cosas van a cambiar con esta película, capaz que no. Está hecha con ese pesimismo. Pero me parece más digno trabajarlo así que romantizarlo. Y claro que también he pensado en el que la critica: ¿qué le vas a decir a alguien al que le mataron un familiar? ¿A un tachero al que le robaron 25 veces? ¿Qué le vas a decir?”

Durante las primeras funciones en la sala Incaa, hubo familiares de presos en el público: “Me parece valiente que se acerquen a verla, hay familiares que no pueden. Estuvo la familia de Matías, el que se ha suicidado. O está la hermana de Gokú: ella no justifica lo que ha hecho el hermano, acepta que está pagando su condena, pero decía: ‘No se tienen que olvidar que detrás hay una familia, no lo justifico a mi hermano, pero detrás de él hay una familia que lo quiere'”.

Con nuevas funciones a la vista y a la expectativa de que la película comience a viajar y atravesar a otros espectadores, Lucas García habla sobre el fenómeno Bazán Frías: “Me ha entusiasmado mucho que sea a sala llena cuando se la ha rechazado en los ambientes más oficiales. Es una película tucumana que es importante que la vean en todos lados, son pocas las películas que se han hecho acá. Es una película latinoamericana que trabaja una problemática que se da en todas las cárceles, que trabaja sobre una desigualdad que existe y que si el espectador logra abrirse un poco más puede generar cierta empatía”.

Actualmente, Lucas García trabaja en dos nuevos proyectos: “Ahí vienen”, sobre los saqueos de 2013 en Tucumán: “Indago a un pibe que andaba afanando y va a un negocio de barrio del kiosquero al que le robaron 30 veces. La tensión está entre ellos dos”. Y en un largometraje titulado, en principio, “De sangre azul”: “Me pregunto por qué uno decide ser policía sin caer en la estigmatización de que todos los policías son una mierda. Al igual que en Bazán Frías, los personajes tienen que ser ambiguos, quererlos y odiarlos, es lo más difícil dentro de una estructura dramática, es mi tema de reflexión. Y en eso es en lo que trabajo”.

El elenco de Bazán Frías. Elogio del Crimen.

PRÓXIMAS FUNCIONES
- SALTA: 1 y 7 de Junio 20 hs, 2 y 8 de Junio 22 hs en Espacio Incaa Hogar Escuela Salta.
- CÓRDOBA: 1 de Junio 17 hs en La Piojera Centro Cultural (Colon 1559 Córdoba Capital)
- MENDOZA: 5 de Junio 21 hs en Cine Municipal (9 de Julio 500 - Capital), en el marco de CICLO DOCA.
- TUCUMÁN: 6, 7 y 8 de Junio 20 hs en Sala Hynes o Connor (San Martín 251)