Top

Microdocumental: Lucas carga los libros en un carrito y los lleva a las escuelas

HISTORIAS DE ACÁ

Lucas López Lizárraga fue cartonero y juntó durante muchos años más de 20 mil libros. Todos los días sale con su moto por el sur de Tucumán para que chicos y grandes conozcan y disfruten la pasión por la lectura. Mirá esta historia audiovisual en un nuevo video de el tucumano.

Todos los días, Lucas lleva libros a las escuelas del interior.






Las grandes historias que ocurren en Tucumán a veces empiezan así: una familia tucumana decide volver a la provincia después de haber vivido mucho tiempo en Buenos Aires. La oportunidad de comprar un terreno en Monteagudo es suficiente motivo para pegar la vuelta. Y la mudanza se hace en camión: al lado del conductor, viajan Carlos y Enrique, y atrás, acomodado entre cajas de cartón, Lucas.

Cuenta Lucas que su padre Carlos, Carlitos como se llama el carrito en su homenaje, abrió grande los ojos cuando Lucas le dijo que volverían a Tucumán, pero con los libros. “¿Pero cuántos son?”, le preguntó. La respuesta ya la conocen todos los que vean la historia que publica este martes eltucumano.com: “Son como 20 mil libros y viajaron 1300 kilómetros hasta el sur de Tucumán”.

Son libros que Lucas y su padre fueron recogiendo en otro carrito, el que les servía para juntar cartón, papel y chatarra por las calles de Buenos Aires. Lucas ayudaba a su padre como él lo ayuda ahora a empujar el carrito que sale por las calles de Monteagudo. Son libros que la gente dejaba en las calles y luego, con el conocimiento de que a Lucas les gustaban los libros y no los vendía junto al cartón y al resto de los papeles, iban chistándole a su paso: “Pibito, vení, tengo libros para vos”.

Manuales escolares, Billikens ilustrados, diccionarios, revistas, libros, poemarios, biografías, biblias, novelas y miles y miles de páginas fueron sacadas de las cajas que habían sido el colchón y la almohada durante el viaje Buenos Aires-Monteagudo. Y con sus propias manos, Lucas y su padre armaron las bibliotecas con un detalle no menor: “Tienen que ser altos los estantes para que si entra el agua no se arruinen”.

Quienes han ingresado a una biblioteca saben que los libros necesitan ser leídos, abiertos. Que les entre el aire, que respiren y viajen, que no queden apretujados, inertes, muertos en los anaqueles laqueados de madera o en los mobiliarios originales de grandes intelectuales que también hicieron muchísimo por la cultura de Tucumán, pero cuyo legado ha quedado inerte, lejos de muchísimos lectores potenciales.

El propio Lucas tenía el celular en sus manos cuando vio una idea que le cambió la vida: un tal Martín Murillo pedaleaba una bicicleta por las calles de Cartagena, en Colombia. Así trasladaba la carreta literaria por todo el país cafetero y en la última edición del Festival Gabo fue la estrella entre los asistentes a Medellín. Todos se acercaban a conocer a Martín Murillo y a fascinarse por una idea tan simple como efectiva: “Sacar los libros a la calle, no venderlos ni regalarlos: prestarlos”.

Otra vez con las manos de su padre Carlos, quien aprendió el oficio de trabajar con las maderas durante la década del 70 en la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, compraron la estructura de hierro y armaron el carrito literario que todos los días sale desde la casa de la familia López Lizárraga, con el hermano Quique al lado, para esperar la salida de los chicos de la escuela 99, en Monteagudo, Simoca, Tucumán, en la ruta 157, kilómetro 1.181. Y no queda ahí: Lucas se mete con la moto entre los cañaverales del sur y llega a Trejo, Atahona, Trinidad, Niogasta, al Tucumán profundo donde un lector, una lectora, una niña, un adulto, espera tener un libro entre sus manos.

La noble tarea de Lucas Lizárraga ha conmovido a los tucumanos, quienes harán llegar sus libros a la redacción de nuestro diario, pero también pueden contactarse directamente con él. El sueño de Lucas es crear un comedor literario en su casa: de hecho, en el carrito literario lleva una garrafa para calentar agua y que los chicos puedan tomar mate cocido o chocolatada con tortillas mientras leen hasta entrada la noche en la plaza de Monteagudo.

A pocos metros de la plaza, la biblioteca de la Monteagudo no funciona: en lugar de libros funciona como un depósito. ¿No sería justo que un maestro de la vida como él la pusiera en funciones? Ideas y reflexiones que surgen después de conocer su historia, la de Lucas, quien escribió en una de las paredes de lona del carrito: “La educación consiste en sacar a la luz lo mejor de las personas. El carrito literario sembrando futuro y esperanza para un mundo mejor”.