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Hernán Arreyes, el bailarín que brilla todas las noches en La Cascada

PURO MOVIMIENTO

Baila ante más de mil personas todos los fines de semana en uno de los boliches emblemáticos de Tucumán. Tiene síndrome de Down y una capacidad admirable para los escenarios que le permitió armar su propio show. Sueña con un llamado de Tinelli al Bailando. Mirá los videos.

Hernán brilla con luz propia acompañado por las bailarinas de La Cascada. Foto FB Hernán Arreyes.





Ya llega el viernes y Hernán lo sabe. Son las doce de la noche y él está frente al espejo. Se puso la ropa nueva y ahora está acomodándose el pelo. Chequea que estén las gafas de sol y el celular cargado. "¿Listo, Hernán?", le pregunta Mario, su papá. Hernán abre la puerta de su cuarto, la primera de las muchas puertas que se le abrirán a lo largo de la noche. Hernán está listo. Y junto a su mamá Adriana, los tres saldrán en auto desde el barrio Mutual Policial con destino a La Cascada, a La Casqui, como le dice Hernán que acá llega, baja del auto como la celebridad que es, se despide de sus papás, saluda a todos, se abre paso entre los patovicas y se prepara para brillar.

Desde que era un niño, Hernán siempre fue el alma de la fiesta. No había comunión o cumpleaños donde no desplegara su show. Coqueteó con el folklore, pero le duró poco y se inclinó por todos los géneros tropicales. Cuando cumplió los 18, junto a David, su amigo de toda la vida, empezaron a salir a todos los boliches del Abasto. En Paparazzi, conocieron a Omar Esquivel, un tío de cariño que trabajaba en la noche y tomó a Hernán como un amuleto. Esa etapa se terminó con el caso Paulina Lebbos, el cierre de los boliches del Abasto y la llegada de las 4 am. Pero para entonces Hernán ya había conocido la movida nocturna, a los dueños de las discos, a los patovicas de la puerta. Y empezó a ir a bailar a Morena, a La San Juan, a otros lados, pero todavía sin conocer su lugar en el mundo.

Cierto viernes a la noche, ni su compadre David ni el tío Omar podían acompañarlo al baile. Y Hernán no quería quedarse en su casa. Ahí entró en acción su padre Mario, que lo llevó a La Cascada y así lo cuenta: "Encaré a los patovicas y les dije: 'Mirá, este es mi hijo. Quiere entrar a bailar. No hace problemas. Yo estoy en un asado aquí a la vuelta. Te dejo mi celular. Cualquier cosa me llamás'. Los patovicas lo dejaron pasar. Desde esa noche, Hernán entró a La Cascada y no salió más".

Es la una de la madrugada y Hernán se sube al escenario. No sólo tiene permiso para hacerlo sino que tiene su propio show ante la multitud: un show que empieza con él agachado, la vista en el suelo y continúa mientras se pone de pie, a medida que suben los acordes de Despacito. "Sí, sabes que ya llevo un rato mirándote...". Para el segundo tema, Hernán deja el saco en la baranda y se arquea de costado con un pie en punta: "Y la cosa suena ¡Ra! ¡Scooby Doo pa, pa! ¡Y el bum bum bum bum!". Y el unipersonal cierra con un tema de La Barra, de La Banda XXI, o de Alkalá, quienes marcaron a fuego a Hernán cuando lo invitaron a bailar durante sus shows, como Gladys o El Príncipe Ariel.

"Cuando bailo, siento que soy un genio, lo más, el mejor", dice el bailarín más famoso del templo de la calle San Miguel, quien brilla con luz propia entre las más de mil personas que ahora desbordan uno de los boliches más emblemáticos de Tucumán, personas que se acercan a Hernán para una selfie, besos con las bailarinas, poses con los muchachos, fotos que después Hernán subirá a su Facebook, muchas de ellas con Erika y Mariano Albornoz, los dueños del lugar que conquistó este joven de 27 años, con síndrome de Down y una capacidad notable para el baile, movimientos y una personalidad capaz de convertirlo en la sensación que es. Pero que no le alcanza. Porque Hernán quiere más.

"Mi sueño es bailar en Tinelli", dice Hernán, quien ha viajado con un grupo de fans de Gladys La Bomba al Bailando el año pasado. Acompañado como siempre por su mamá Adriana, conoció al conductor y hasta salió al aire. "Luego quisimos saber la posibilidad de que bailara en el programa este año, pero es difícil, no obtuvimos respuestas por el momento. Ojalá Tinelli le dé una oportunidad", sueña en voz alta la mamá, quien le llevó al Cabezón una pintura de Hernán, porque además de bailar como los dioses, Hernán pinta en la fundación Minka: "Pinto cosas de la vida. Ahora hago pinturas de la novela Elif".

Son las cinco de la mañana y la noche se termina para Hernán. Sus padres lo pasan a buscar en el auto si al día siguiente tiene que ir al lugar donde también se le abrieron las puertas, las de su trabajo en la citrícola San Miguel. "Desde chiquito fue noctámbulo. Salga o no salga, siempre se acuesta tarde", relata Mario. "Pero ya le encontró la vuelta al horario: duerme dos horas y va a trabajar. No fuma ni toma alcohol, es un chico muy sano", agrega. Y mientras se preparan para otra noche mágica, la mamá Adriana se emociona: "Hay veces que acompañamos a Hernán y nos quedamos ahí, toda la noche en La Cascada, donde ya somos de la familia. Hace mucho tiempo que vamos, pero cada noche nos pasa lo mismo: nos seguimos emocionando como la primera vez cuando vemos a Hernán subiendo al escenario mientras bajan las luces, sube la música y se pone a bailar, y nuestro Hernán se pone a bailar".

Hernán le pone la mejor onda a las noches de La Cascada.-

Hernán junto a Erika Albornoz (izquierda), la dueña del boliche que le abrió sus puertas.

Hernán sueña con llegar al programa de Marcelo Tinelli, a quien conoció en 2017.