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Coco es el rey del Mercado Persia y revela sus secretos mejor que nadie

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Con más de 20 años en su puesto, habla el vendedor con mayor antigüedad del paseo obligado de miles de tucumanos

Coco trabaja en el Mercado hace más de 20 años. Ahora lo acompaña Ivanna.





"Joven, ¿qué buscaba?", "Madre, ¿qué está buscando?", "Caballero, ¿qué va a llevar?". La pregunta puede variar en el Mercado Persia pero aquí todos los caminos conducen a Coco, quien con 22 años firme en su puesto, es el vendedor con mayor antigüedad de este paseo obligado del microcentro tucumano. "Sí, soy de los primeros, desde el comienzo. Todo esto se hizo con el propósito de sacar a los vendedores ambulantes. Estábamos en la calle y fue para darle más espacio a la vía pública".

A lo largo de sus más de dos décadas, el paisaje del Persia cambió: los negocios que arreglan y decoran celulares, por ejemplo, proliferaron en los últimos tiempos. "El mercado era igual que ahora, pero con menos locatorios. Con el tiempo se fue poblando entero. Hace 10 años se abrió una nueva galería, el sector 4. Pero todo era así, como ahora", señala Coco, anclado en los locales 28 y 29, del sector 3.


Otra característica nueva del mercado son sus empleados, entre los que se destacan los vendedores que llegaron desde África hace cinco años ya, y hasta toman mate con Coco. Entre ellos hablan en senegalés, pero se las ingenian en castellano cuando un cliente busca relojes o anillos revestidos en oro o plata, toda la bijouterie brillante calzada sobre un paraguas de terciopelo. "La convivencia con los muchachos africanos es muy buena. El trato que tengo con ellos es excelente. Son buena gente que ha entrado como nosotros, a ganarse la clientela. Gente muy buena, laburadora".

Son casi 200 puestos a lo largo y a lo ancho de todo el Persia: un poco más, un poco menos, cada local ronda los 3 mil pesos por mes de alquiler. "Los más caros son los que dan a la Junín, por una cuestión de flujo de gente. De ese lado circulan más personas. Pero por nuestras calles es un paseo obligado, todos llegan, miran, eligen, a veces compran, y otras no".

Coco es Ignacio Alfredo y siempre estuvo orientado al rubro deportivo: “Siempre estuve en este mismo sector. Antes vendía calzados deportivos, como hace 10 años. Y después cambié por ropa deportiva. Lo que más se vende son las camisetas de Atlético y San Martín, de los dos se vende por igual, bien. También las camisetas de Boca y River, y los shorts, eso se vende”.


Mientras algunos televisores están fijos en canal 8 y otros en canal 10, guarachas y reguetón conviven separados por rejas. Hoy es una mañana tranquila, los empleados pasan el tiempo ordenando la ropa que trajeron desde Bolivia y desde La Salada, y otros están con el celular, o se planchan el pelo, o visten y desvisten maniquíes.

Un hombre se acerca al puesto de Coco y es cuando entra Ivanna, su joven empleada que lo acompaña desde hace ocho meses: "Hacía mantenimiento en casas, pero quedé sin trabajo. Coco me enseña, yo lo veo vender, y me doy maña. Por ejemplo, ahí viene un hombre con la camiseta de River y le saco una musculosa con el escudito de River. Es mi primera experiencia. Trato de ser agradable, de llegar con mi sonrisa”. Eso sí, Ivanna le avisa a Coco durante la nota que si ingresa a Enfermería o a la Facultad de Artes en febrero, deberá buscarse otra empleada. “Me mete presión para que le suba el sueldo”, sonríe el hombre de 62 años, que tiene 6 hijos, 24 nietos y dos bisnietos.  


Como todo negocio familiar, el hijo de Coco es el encargado y los nietos se ocupan de todo por la tarde: abren las rejas, sacan la ropa a la vista de todos y atienden el local. “Antes eran mejores las ventas. Pero ahora se hicieron muchas ferias en los barrios y acá mismo en el centro. La competencia quita la venta. Cuando hay plata trabajamos algo. No es como antes, que eran mejores épocas. Lo que nunca falla es en las fechas clásicas como el Día del Padre, el Día de la Madre, el Día del Niño, la Navidad y el inicio de las clases. Esos son los días de mayor venta”.

En el mismo tono, Coco explica que noviembre históricamente es un mes complicado, un bache entre octubre como mes de las madres y diciembre cuando se vienen las Fiestas. A la espera de que el último mes del año venga con todo, el locatario más experimentado de este mundo de ropa, música, celulares y oro, define: “El Mercado Persia es mi vida. Por suerte tengo esto. Ya con mi edad no puedo encontrar otro trabajo. Es mi vida. Con esto vivo, no me estoy haciendo rico ni nada. Pero gracias a Dios, con esto puedo vivir”.