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Comer sano, un hábito que se transmite de padres a hijos

Buen vivir

Una nutricionista brinda consejos para cuidar la dieta de los chicos desde que están en la panza. Además, derriba algunos mitos sobre el costo de optar por lo saludable.

Imagen ilustrativa.





Alimentarse bien es, antes que nada, una cuestión de educación, hábito y disciplina. Esa conclusión se desprende de la charla que la nutricionista Melisa Astorga brindó a empleados de una empresa tucumana en el marco de la campaña “Niñez Saludable” con la que la ONG Ágora Responsabilidad Social busca generar conciencia sobre el cuidado de los más chicos de la casa.


¿Cómo se enseña a comer sano?


Se hace hincapié en que los padres aprendan a comer para poder transmitir ese conocimiento a sus hijos. Desde el embarazo, es muy importante -tanto para la mamá como para el bebé- el cuidado de la alimentación. Luego,  es recomendable la lactancia materna hasta los seis meses, edad en la que se empiezan a incorporar los alimentos poco a poco. A partir del año, el niño puede comer todo tipo de alimentos y este es el momento de brindarles una alimentación lo más variada posible dentro de lo saludable: los grupos de hidratos de carbono, proteínas y grasas; vitaminas, minerales.


¿El embarazo entonces no es un ‘recreo’ para satisfacer todos los antojos?

No, eso no es así. El cuidado de la alimentación de los chicos empieza desde el embarazo. Lo aconsejable para una paciente que  queda embarazada con un peso normal es que aumente entre 9 y 13 kilos. Si se trata de una mamá con sobrepeso o algún grado de obesidad, ya estamos hablando de un embarazo de riesgo en el que se estipula un aumento en el rango de 5 a 8 kilos. En el caso opuesto, de una embarazada con bajo peso, se lleva una atención muy personalizada y el esfuerzo se orienta a que aumente de peso, pero siempre un peso de buena calidad.  


¿Qué tan costoso es comer saludable?


Generalmente cuando dictamos los talleres muchas personas dicen que no se alimentan bien porque es caro. Existe esa idea de que hacer dieta es oneroso, pero no es así.  La clave es aprender a comer en base a lo que cualquier tucumano tiene disponible en la alacena o en la heladera. Lo fundamental es la frecuencia de consumo, la combinación de los alimentos y la forma de cocción. En este sentido, la educación alimentaria es primordial para ir modificando hábitos. Nuestro desafío radica en educar teniendo en cuenta la posición socioeconómica en la que se encuentran los pacientes para que se puedan alcanzar los objetivos.


¿Qué recomendaciones hay que tener en cuenta al momento de hacer las compras?


Siempre las frutas y las verduras de temporada son las más accesibles y de mejor calidad. Hay que estar atento, en contrapartida, a los alimentos que están de ‘moda’, como lo fue la rúcula en su momento, o los que están escaseando en determinados momentos del año, como  el tomate o el zapallito verde, que alcanzan precios muy altos.


Por otra parte, siempre son recomendables los productos descremados antes que los enteros en leches, quesos, yogurts y mermeladas.  Eso sí puede encarecer un poco más la cuenta del súper pero el resto se basa en carne de vaca, pollo, pescado, huevo, verduras y frutas de temporada e incluso fideos o arroz integral que perfectamente pueden formar parte de la alimentación.


¿Cómo se hace cuando los chicos sólo quieren patitas de pollo, hamburguesas o fideos?


Es fundamental que los padres tengan paciencia para incorporarles en la dieta los diferentes tipos de alimentos. Por los general,  dicen ‘no me gusta lo morado, o lo naranja, o no me gusta crudo’. Por eso, la etapa de la alimentación complementaria siempre es importante en los niños porque se van incorporando sabores a medida que su maduración digestiva lo permite.


Cuando hay algo que no les gusta,  una alternativa es ‘engañarlos’, de cierta manera, procesando o escondiendo aquello que no les agrada en una hamburguesa casera, en una salsa o en una sopa crema. A una hamburguesa casera, por ejemplo, se le puede agregar zanahoria, arvejas o cebollita rallada; también se puede poner menos sal y reemplazar por orégano o apelar a alguna esencia aromática. Otra alternativa es preparar un puré de coreanito con papa y agregarle un poquito de aceite de oliva; o esconderles chauchas o zapallitos en una salsa. Hay que apelar a la creatividad.


Los cumpleaños de infantiles son un tema aparte, ¿qué hacer frente a tantas tentaciones?

Es inevitable que los niños en un cumpleaños coman snacks, maní, papitas, chizitos y los dulces. Todavía no asistí a cumpleaños infantiles en donde haya ensaladas de frutas o pinches de frutas. En estos casos, lo primordial es enseñarles sobre las cantidades y fomentar la actividad física para que los alimentos no generen sobrepreso. En el caso de las bolsitas con dulces, sugiero que la mamá o el papá se encarguen de fraccionarlas a lo largo de los días y establecer un momento puntual para comer las golosinas. De esta manera, aprenden sobre la cantidad y la frecuencia de una alimentación sana. Por supuesto, también hay que acompañarlo de una adecuada limpieza bucal para evitar la formación de caries.  


La buena alimentación, ¿es cuestión de disciplina?


Si, es cuestión de educación y de disciplina. Son hábitos que se adquieren desde chicos y por eso los papás son tan importantes. En las escuelas y en todos los espacios sociales también debería implementarse la educación alimentaria para que los chicos puedan ir a un parque o a un kiosco y encuentren alternativas al algodón de azúcar o al chocolate o a las bebidas azucaradas.


 ¿Existe el famoso “el lunes empiezo”?
 
El Ministerio de Salud de la Nación elaboró una guía con 10 mensajes para una buena alimentación. No podemos irnos de aquí pensando que vamos a implementar todos. La clave es ir incorporándolos de a poco. Cada día tenemos que procurar dar un paso adelante: tomar más agua, tener una frutera en casa, preferir la cocción al horno antes que las frituras, realizar caminatas. Y así hasta lograr que se haga el hábito.