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"Si le decíamos 'referí bombero', te sacaba la roja": adiós a Aldito Rosales, el personaje de las previas de San Martín y los mil cafés en Floresta

HISTORIAS DE ACÁ

Luis Roque Aredes y la barra de amigos del bar le dan el último adiós a un fuera de serie: “Desde que nos hacíamos la yuta en el Parque Avellaneda ya andaba siempre de alpino. Después un día cayó vestido de traje, cortaba, silbato y dos tarjetas. Ahí empezó todo”. | Por Alfredo Aráoz

Aldo Rosales y su actuación memorable en Ciudadela: roja. Foto: SDLC





“El sábado pasado le dije a mi señora que me dejara acá en el bar, en Floresta, donde siempre nos encontrábamos con Aldo. Eran las cuatro de la tarde y hacía calor. Cuando vengo llegando al café, ahí estaba él sentado afuera del bar. Lo vi bastante planchado y le dije: ‘¡Eh, Aldo! ¿Qué hacés ahí? Pasá adentro que está el aire’. Me respondió algo así como un ‘Ajá’, pero nunca entró. Me dedicó una sonrisa como siempre sonreía él y se fue. Esa fue la última vez que lo vi. Todavía no lo podemos creer acá con los muchachos”.

Cuando Luis Roque Aredes dice “acá” es en la mesa del bar donde Aldo Rosales, Aldito, compartió uno de los miles de cafés que tomó con la barra en Floresta, el barrio junto a Ciudadela que todavía siente sus pasos de niño gigante con mocasines negros y lustrados, calles populosas de palos borrachos que aún escuchan su risa guardada en la solapa del traje, parrillas al aire libre rodeada de hinchas de San Martín, Cirujas incontrolables en las previas hasta que él, de un ademán, sacaba una tarjeta amarilla para calmar las fieras y una roja si se quejaban del fallo arbitral.

Las calles de Floresta, las calles de Ciudadela, las calles de Tucumán son calles que hoy lloran al querido Aldo Rosales, quien ha partido de este mundo a los 65 años de edad. 

Persona y personaje emblemático de los barrios más populares de Tucumán, Aldo Rosales es el mismo que se eregía como el referí de las multitudes y el que también habitaba los mundos imaginarios de un inspector de tránsito insobornable, listo con su silbato para decidir el destino de los autos y las bocinas a su paso, de pitarle al 12 si aceleraba demasiado, siempre con una mueca feliz y cómplice con el colectivero de turno coronada por un saludo eterno que también retumba por las calles del Tulio: “¡Qué pasa, Aldito!”.

¿Pero cómo empezó a gestarse por las calles este personaje hipnótico y bonachón de las calles de Tucumán? “Desde chico siempre fue hincha de San Martín. Cuando nos hacíamos la yuta de la Técnica para irnos al Parque Avellaneda a presumirles a las chicas de la Urquiza, ya Aldo andaba por ahí, corriendo o dando vueltas, siempre con alpino largo. El tiempo pasó y un día nos apareció vestido con el traje de dos piezas, saco y pantalón, camisa y corbata, un silbato y dos tarjetas, una roja y otra amarilla. Cuando hacíamos un chiste que no le parecía gracioso, sacaba una amarilla. Si le decíamos referí bombero, nos sacaba la roja”, sonríe el amigo Luis, a horas de la última despedida de Aldo Rosales en la empresa Flores del pasaje Padilla este martes 11 de febrero a la mañana. 

Como si el tiempo se hubiera detenido esta mañana, el amigo de Aldo, uno de los tantos amigos de Aldo, recuerda: “Pero Aldo no solo era referí en las calles, en las previas, en Ciudadela, cada vez que jugaba San Martín. No. Se hacía el inspector de tránsito y andaba con los silbatos. A él le gustaba todo lo que era controlar las cosas, siempre con su sonrisa tan particular. Porque Aldo era buenito, era un ángel. Siempre ha sido un niño, un chico muy especial, muy sano, que ni siquiera pronunciaba una mala palabra. Siempre impecable, nunca lo veías desarreglado o sucio. No. Todo lo contrario”.

Desde que hace 30 años un día salió de su casa en el Pasaje Barrialito, entre General Paz y Lamadrid, listo para llenar de color las previas de las tardes y las noches en Ciudadela, la popularidad de Aldo Rosales creció al punto tal de que la noticia de su muerte golpeó a hinchas de todas las generaciones: “¿A quién no le habrá sacado alguna vez una tarjeta amarilla o roja?”, resumían los amigos de Santo de la Ciudadela este martes, una de las páginas que le dedicó en vida un homenaje a Aldo con fotos y el ademán de expulsar a un hincha que le pedía perdón.

“Se hizo tan conocido que las últimas veces andaba con un juego de tarjetas amarillas y rojas de árbitro oficial. Alguien se las compró en Kavak Deportes y eran su orgullo. Aldo se sentaba en cualquier mesa, en todos los bares donde lo invitaran, a tomarse un cafecito, un café con leche. Tenía familia que lo cuidaba, tenía un hermano peluquero, una hermana, y muchos amigos. Aquí con los muchachos estamos tomando un café ahora en su honor. Lo velaban en Flores, pero yo no quise ir. Aldo era un muchacho que se había hecho grande, pero nunca dejó de ser un niño. Y así lo recordamos y recordaremos por siempre. Un grande Aldito, un grande de verdad”.



Luis Roque Aredes y muchachos del bar en Floresta, el barrio donde Aldo Rosales vivirá por siempre.