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Ojo: lo único que San Martín debe tener en cuenta para que el sueño de Primera se haga realidad

ANÁLISIS

Ni un ciego pega un ojo esta noche. Ni en Ciudadela ni en la mayoría de los barrios de Tucumán. Hace rato que el mundo San Martín no duerme. Es tan grande el sueño del Pueblo Ciruja que desde hace un mes vive la vigilia más larga de la historia. Llega la final. La gloria espera. | Por Alfredo Aráoz

Bellos milagros sucederán. Foto: CASM Oficial.





Ni un ciego pega un ojo esta noche. Ni en Ciudadela ni en la mayoría de los barrios de Tucumán. Hace rato que el mundo San Martín no duerme. Es tan grande el sueño del Pueblo Ciruja que desde hace un mes vive la vigilia más larga de la historia. Es un sueño que te despierta a mitad de la noche y no porque sea una pesadilla. El colchón de puntos donde descansa la ilusión justifica la ilusión. Pero no es un colchón de Flores ni un lugar para dormirse en los laureles que supimos conseguir. Que Aldosivi sea el rival de la final supone un único alivio: no es Deportivo Madryn el rival por el ascenso a Primera. Tampoco es Chicago. Es Aldosivi. Y en los papeles y en el juego, no deberían dormir a San Martín. Que sea el Tiburón el rival de la final confirma lo que será la final: ojo por ojo, diente por diente.

“Ojo con Madryn” fue la frase que más sonó en los últimos días. Te la decían hasta los hinchas de Atlético, siempre tan pendientes de vos que solo tu tristeza los puede alegrar. Sin el humo alimentado por los medios de prensa y por el creador del humo que dirigió el último partido en Primera, la única verdad es la realidad y se llama Aldosivi y por algo jugará el mismo partido que San Martín para volver al lugar que a San Martín le corresponde por historia. Pero ojo: con la historia no hacemos nada. Si la historia mandara, San Martín ni jugaría la final contra Aldosivi ni contra nadie. Yo no les voy a contar una historia, que es la historia del Santo, nacido en La Ciudadela, muy cerca del Abasto, el mismo que goleó a Boca en La Bombonera, el que dio la vuelta en Chaco y en Almirante Brown.

San Martín es tu vida y, como tal, es la que te impide vivir estos días en paz hasta que llegue el domingo en Córdoba como si fueras un ser humano más. Nadie acá va a venir a decirte lo que estás viviendo sin haberlo vivido todavía. Es tan grande San Martín que has señado pasajes sin saber dónde vas a jugar. Es tan grande lo que está en juego en siete días que algunos te hablan de la matrícula del colegio, del cumpleaños de tu hijo, del prestamista que te espera si no llegás. Acá lo único que importa es cuándo pingo se ponen en venta las entradas y después vemos. San Martín es eso: no pegás un ojo, los abrís, los cerrás, soñás, a veces te cagás de miedo, a veces te imaginás en la Plaza Independencia. Todo puede pasar. Eso lo sabés desde que decidiste que es rojo y blanco el color de la fiesta, ¿o no?

Pero ojo. Así como viste el gol de Tino en el Monumental, también viste esa noche contra Ñuls y supiste que todo era más de lo mismo. Hay una gran diferencia entre este sueño de ojos abiertos con respecto al último ascenso y empieza por la dirigencia. Es una dirigencia que se tiene que plantar desde esta noche para que todo dependa de los que te llevaron hasta la final. Nadie le va a meter el dedo en el culo a San Martín como pasó en la pandemia. Eso no puede volver a pasar y dependerá de Moisello que no suceda. Para cruzar el disco, para llegar a Primera, todo está dado: el mudo se convirtió en Traductor y es uno de los mejores técnicos del país, tenés al mejor arquero de la Argentina, tenés una defensa sólida, volvió Lucas con la vena en el ojo después del choreo de los 44 puntos, está Caco como último héroe del ascenso, está el Turbo de las finales épicas, está Junior, están los changos del Complejo, está el único movimiento nacional y popular de Tucumán, están las virtudes que superan a los defectos.

Pero ojo: no se duerman, uras. No se relajen. Hasta la última gota. Quedan 90 minutos. Son los más importantes de toda esta historia. La página está en blanco. El póster los aguarda. La gloria los espera.