"Si sacan buenas notas, entran con nosotros a la cancha": la historia de los hinchas de San Martín que estudian debajo de las tribunas
Los Pibes del Ritmo lograron que el club les abriera las puertas de la cancha para que profesores que alientan al Santo les enseñen a chicos y vecinos del barrio antes de cada prueba. ¿Qué pasa si les va mal? Ciudadela es el Otro. | Por Alfredo Aráoz

La Escuela de Los Pibes del Ritmo.
En esta escuela que trasciende al tablón, sobre una mesa montada en caballetes ocurre toda la escena: carpetas de Messi, tres termos para el mate con mucha azúcar, algunos instrumentos dorados de viento y el CASM dibujado por todas partes en hojas cuadriculadas. Alrededor de los tablones de madera está la cortadora del césped por donde corre Gonzalo Rodríguez y al fondo del aula también están las bolsas de abono para la Tierra Santa. Más allá están los trapos que Los Pibes del Ritmo y La Gloriosa Brava flamean los días de partido y todavía un poco más allá hay un cartel que dice: “Usen las manos para escribir, no para cogotearse el ganso”.
Son las ocho de la noche del miércoles y en Ciudadela las mesas de Potente todavía están patas arriba. La kiosquera de La Brava está calmando a su hija que llora a mares. Carranza Motorepuestos revisa una moto en la vereda de la Pellegrini. La milanesa presidencial y la milanesa guerrillera de Punto Ciruja esperan por sus clientes. Y un padre con el gorro de San Martín saca a pasear a su hijo por el pasaje Saravia. Cuando es día de semana, Ciudadela se mueve como barrio popular que es, pero algo le falta y lo que le falta es eso que pasa en el corazón de estas calles con palos borrachos y postes de luz pintados de rojo y blanco: la cancha.
Cuando San Martín juega los domingos, todo se centra aquí, en este estadio ahora de día de semana sin partido. Un estadio entero para caminar por sus tribunas, para dimensionar lo que pasa cuando está lleno, para recorrer sus pasillos, para saludar a los porteros, para mirar la estatua del Malevo solito de noche (como tantas noches de su vida) sin fotos alrededor, para mirar la cantina cerrada donde aprendió a sumar Indalecio y sin autos, con los jugadores ya en sus casas después de un entrenamiento más.
Pero por algo el Estadio Más Encantador del País está abierto. No hay partido, pero no por nada el portón de la Bolívar tiene sus hojas de hierro negro como el pueblo abiertas de par en par. “Lo buscan a Nahuel”, dice este miércoles a la noche el hombre de seguridad en la puerta del club. Cuando entramos, hay que atravesar toda la playa de estacionamiento para escuchar las razones del porqué el estadio está abierto: primero suena un viento, después un timbal, luego un surdo y un bombo también. Cuando eltucumano llega hasta debajo de la tribuna de la calle Rondeau, aquí debajo encuentra un aula. Bajo estas tribunas donde la popular retumba los domingos, los miércoles hay un aula. Y cuando entramos al aula, la música de los instrumentos se apagan por un segundo y lo que se escucha dice así: "Profe Matías, ¿este número va a aquí, o no?", "Profe Matías, ¿cuánto queda si le saco el 15?".
La Escuela de Los Pibes del Ritmo funciona los miércoles debajo de las tribunas donde la hinchada de San Martín le da sentido a los domingos. El profesor Matías es uno de los hinchas y socios del club que dejan sus clases en una escuela de Tafí Viejo para venirse en moto a Ciudadela y enseñarles a los chicos y adolescentes que necesitan apoyo escolar para rendir las pruebas. Son alumnos de la Escuela Belgrano de día y también de la 259 de noche. Pero el profesor Matías no es el único héroe en este lío de bombos y banderas, de cuadernos Gloria y redoblantes, de carpetas forradas de San Martín y botellas grandes de Pepsi. "Además de Matemáticas, acá tenemos profesores de Lengua, a Mauro que estudia Biología y les enseña Ciencias Naturales, Chocholo es abogado y enseña cosas de Derecho y también está el Surdo que enseña Historia. ¡Contale Exequiel cuánto se ha sacado Amayita!”, grita Nahuel, uno de los líderes de Los Pibes de Ritmo. “¡Ocho!”, grita Amayita.
Exequiel es el compadre de Nahuel. Es uno de los más grandes de Los Pibes del Ritmo y quien, además de enseñarles música a los chicos, también se sienta como un alumno más porque también tiene una meta: “Quiero terminar la secundaria. Estoy yendo a la nocturna. A veces me atraso porque estoy acá en la cancha, o porque a veces simplemente me cuelgo, o porque tengo que viajar con la hinchada. Pero quiero terminar la escuela para recibirme. Es importante para mí. ¿O no?”, dice mientras se sube a la mesa el famoso y popular Beto, el gato de la escuela. "Le pusimos Beto por Bethoven", se ríen los chicos.
Cuando promedia la entrevista de eltucumano en el corazón de este movimiento social sin igual que es San Martín, el grabador encendido para la entrevista se parece a la señorita estricta de la clase. “Eh, hablen bajo”, les dicen Los Pibes a Los Pibitos. Les chistan y les piden que guarden silencio. Pero para que Franchesco con su musculosa de LPDR se calle, nadie sabe bien qué tendría que pasar. "Los Pibes del Ritmo ya no somos tan pibes. Somos adultos con responsabilidades. Y armamos la escuela porque las clases son un incentivo para los chicos. Para que entiendan las familias que somos una familia. Acá hay una cuestión social. Somos todos amigos. Y no queremos que no se pierda la esencia de lo que han sido Los Pibes del Ritmo en sus comienzos. Los changos se apoyan en la tarea. Y los profes les dan apoyo escolar a los chicos del barrio, a los que son de San Martín”, explica Exequiel.
“Le hemos pedido a la dirigencia que nos preste este espacio y lo usamos para darle una mano a los más chicos. Imaginate lo que es hacer la tarea bajo la tribuna. Los queremos ver bien. Los queremos con los estudios y en la cancha. No los queremos ver en otro lado. Es un sueño venir a estudiar acá, a la cancha. No tienen excusas. Pero también sabemos que son jóvenes porque nosotros también hemos sido jóvenes y te podés equivocar. Pero a mí me hubiera encantado tener la posibilidad de venir a aprender a la cancha de San Martín cuando era chico”, agrega Exequiel, el músico que estudia partituras y refuerza matemáticas con el profesor Matías. y tampoco se olvida "del profe Martín y de la Flor Ale Alí que nos dieron el apoyo para empezar este proyecto".
¿Quiénes son los capos en el aula que como Noriega en el césped vienen a dar una mano? “Está Lucho que hace 10 años es de Los Pibes y da la clase de bombo y música de cancha. Si querés seguir en la misma o querés salirte, es una cuestión de cada uno. Pero salís de la escuelita de Los Pibes. Está Amayita con el rengo, Taqui que es bombista y ayuda a armar y desarmar los bombos. ¿Y los alumnos? Está Franchesco que es por quien hemos empezado. Franchesco tenía problemas de atención y ahora viene contento cuando aprueba una materia. Están Jorge y Gonzalo Amaya, Fabri y Tomás ahora. Pero hay más. Hay otros chicos en la escuela, pero a veces no pueden venir por la movilidad. Subió el boleto y vos has visto como está todo. El club nos presta las instalaciones y nosotros lo hacemos a pulmón: no queremos que se pierda la esencia. Sabemos que el nombre de la banda de Los Pibes del Ritmo va a ser eterno. Pero para eso tenemos que dejarle algo a San Martín”, resume Exequiel y se escucha la moto: “Ahí vuelve el otro cabecilla. ¿Qué pasa Nahuel?”.
Nahuel entra al aula en la moto y se baja rengueando porque todavía sigue con el golpe de un accidente que tuvo hace unos meses. Labura catorce horas en un bar con El Dulce (Matías Leguina), hace poco se subió al paravalanchas y todavía le duele la pierna. Pese al dolor, lo mismo está acá: “Para nosotros es un orgullo que los chicos aprendan. Siempre lo hablamos con el Surdo y con Lucho. Queremos sacarlos a los pibes de la calle, de la droga, que vean a la barra de otra manera, que les guste la música, que dejen de perder el tiempo, de estar al pedo. Que se críen de otra manera. que vengan y aprendan. Tienen clases de viento con el Surdito, a Marcos Jerez con el trombón, a Mauri, al Rasta. Aquí todo es para progresar, para salir”.
¿Qué dicen los padres cuando los hijos les cuentan que tienen clases de apoyo escolar con la hinchada? "Están muy agradecidos. La madre de Franchesco, El Cabudo Amaya que manejaba todo y ahora tiene a sus hijos aquí, por ejemplo, nos agradecen. Para nosotros es un orgullo. Y es lo que yo quiero para mis hijos. Cuando estén nuestros hijos en la tribuna, en la tela, así va a ser. Nosotros, como decía Exequiel, ya no somos tan pibes. Ya pisamos los 30. Y vemos llegar a Cuervito, a Tomás, a Fabricio, a Franchesco. Hemos sumado a todos los pibes de Wacanda como le decimos a los chicos de Villa Carmela y se ha formado un grupo más lindo de lo que era”, se enorgullece Nahuel mientras se clava una tortilla con un mate ya lavado.
Ahora bien, ¿qué pasa si no estudian? ¿Qué pasa si desaprueban? Ahí Nahuel lo llama a Tomás, con 16 años y el vozarrón de la transición a la adultez, un pibe que es un lujo, bien educado, inteligente con solo verlo y quien responde la gran pregunta: “¿Qué pasa si quedo de curso? Me mandan a tocar a la barra de los putos", bromea Tomás, quien resume la adoración que sienten miles de chicos hinchas de San Martín cuando ven a los más grandes con el tirante en el paravalanchas de la Rondeau: "Es emocionante para mí estar aquí aprendiendo en la cancha con ellos. De changuito siempre me ha llamado la atención ver cómo tocaban. Siempre quise venir a aprender. No cualquiera puede estar acá. Y es muy lindo que los changos nos den una mano. Ahora estoy con Matemáticas haciendo la tarea con Amayita. Espero poder aprender y sacarme una buena nota”.
El profe Mauri es el único que no tiene la camiseta de San Martín, pero no hace falta. Tiene la blanca y negra de Central Córdoba porque es hincha del Ferroviario, es más santiagueño que Koli Arce y está viviendo en Tucumán donde les enseña música a los chicos: "Yo voy a un instituto donde estudio el Profesorado de Música y quiero ser Director de Banda. Más que para que aprendan a tocar de oído, a mí me gustaría que sepan de música. Por eso siempre les dejo tarea. Esto que pasa aquí es algo increíble, sorprendente, no lo vi en otra cancha. Acá hay talento, hay futuro y hay perseverancia. Ahora los ves así chiquititos y más adelante son los que van a transmitir mucho de todo lo que aprenden".
Mientras la charla va llegando a su fin, el profe Matías no para un segundo de enseñar Matemáticas. Él también entró al aula en moto después de las clases en Tafí Viejo: "Fuimos creciendo juntos con Los Pibes y esto lo hago por las ganas y por la necesidad que los chicos tienen. Hoy, con la situación actual del país, tener un profe que te dé clases particulares es difícil. A mí la barra me ha enseñado muchas cosas como la amistad y sobre todo a saber que San Martín es la familia que uno elige. Uno va aprendiendo de los más grandes y se lo transmite a los más chicos. A veces termino de enseñar a las once de la noche, pero siempre me hago el tiempo. Y lo hago con gusto. Sería un sueño enseñarles matemáticas acá arriba, en la cancha, a todos los chicos de San Martín sentaditos en el césped. Yo sé que las matemáticas son un cuco para muchos, pero a mí me gustaría que les gustara. Si vos a mí me decías que yo iba a poder unir las dos pasiones como las matemáticas y San Martín nunca lo hubiera imaginado. Pero solo San Martín lo puede generar. Esto es algo loco. Solo el hincha de San Martín lo hace. Nadie quiere estar a las 9 de la noche estudiando matemáticas, pero esto es lo más que me llena. San Martín te llena", se emociona el profe Matías, mientras Amayita aprende.
Cae la noche en Ciudadela y termina otra clase en la escuela de Los Pibes del Ritmo. Antes de dejar limpios los tablones donde hicieron los deberes, todos se juntarán para la foto que ilustra esta historia. Entre las gorras de Tino Sanguchería y un paquete de yerba CBSÉ, entre las gomas para lápiz y para tinta, entre los sacapuntas y las hojas de burro para el mate, de izquierda a derecha están Jorge Amaya, Fabri, Mauri Santiagueño, Emanuel Súper, Profe Matías, Exequiel, Franchesco, Nahuel, Gabriel Taki, Tomás, Gonzalo Amaya y Lucho. Todos sonríen. Arriba de ellos los esperan las tribunas para alentar los domingos siempre y cuando cumplan con la tarea o como les avisa Nahuel con una carcajada: "Si sacan buenas notas, entran con nosotros a la cancha. Y si les va mal en la prueba, ¡ya saben!".
Con ustedes: La Escuela Los Pibes del Ritmo.
Muchos de los alumnos son de la Escuela Belgrano.
Entre los vientos, Los Pibes enseñan y aprenden.
El profesor Matías le enseña Matemáticas a Amayita.
Los dirigentes colaboraron con útiles para las clases y las instalaciones para el apoyo escolar.
Con la firma de Lucho Ortega.