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Es mucho más importante que el triunfo de San Martín: qué pasó en Córdoba después del partido

ANÁLISIS

Si una imagen vale más que mil palabras, esta noche hay una imagen que vale más que tres puntos. Pasado enterrado, vuelta de página y la importancia de hablar el mismo idioma. | Por Alfredo Aráoz

¡Es para vos! Foto: CASM Oficial.





Si una imagen vale más que mil palabras, ni se gasten en leer este análisis. Pero miren la imagen. Y mírenla bien. No solo es una imagen que vale más que mil palabras. Es una imagen que vale más que tres puntos. Es una imagen aún más importante que el triunfo. Claro que sin el gol de Junior la imagen no sería tal, pero mírenla bien: 25 hombres de rojo y blanco felices en un vestuario pintado de celeste y blanco. Sí, son los colores los que componen la imagen. Y son los colores los que mandan. Fue, es y será así. Pero no queda ahí.

Porque si hay algo que tiene la imagen de esos hombres apretados para la foto es justamente lo que transmite esa foto. Si la observamos en detalle vamos a dimensionar la importancia de lo que ha pasado esta noche en Córdoba, en una cancha difícil, ante un rival duro, pero que por alguna razón cree que puede ser algo así como un clásico del interior contra un grande como San Martín. Hinchas que intentaron llenar la cancha, que pararon el partido subiéndose al alambrado y que terminaron rendidos como aquel domingo de Lavallén.

En estos años de seguir a San Martín a todas partes no recuerdo un grito de gol como el del Ratón Ibáñez aquel domingo al mediodía en la misma cancha y en el mismo arco que el de hoy. Fue un estruendo, una bomba atómica. ¿Se acuerdan? Si cierran los ojos, lo vuelven a escuchar. Claro que aquel gol no será comparado con este de Junior ni mucho menos, pero no es cualquier gol el de Arias: es un gol que si todo sale bien va a formar parte de los importantes. Por lo pronto, es muy importante para el goleador condenado por el penal errado en Santa Fe. Si se acuerdan, Hernández y Moreno también erraron, pero fue Arias quien volvió con pedido de captura.

No es menor que Junior haya sido el encargado de dar vuelta la página esta noche en Córdoba. Si lo piensan bien, si hacemos memoria inmediata, rápida, cercana, el mejor partido del ciclo Flores fue contra Arsenal. Después de esa noche, aparecieron las deudas, y después de las deudas, los penales fallados. O sea: esa noche contigo la pasé bien, pero yo me enteré que te debes a alguien, y tú fallaste. O sea: lo que pasó, pasó. Es hora de terminar de enterrar el puterío de Zafarana, renovarle el crédito al Traductor y volver a Ciudadela el próximo partido con otro tono, con otra estirpe, con otras ganas, con otro semblante distinto al lógico empingue que llevaste contra Patronato.

Que lo que pase en el vestuario sea conocido solamente por la imagen que acompañan a estas palabras. Miralos bien: a algunos no les conocés el nombre, pero miralos. Ahí está Dattola señalando un amuleto de la suerte feliz. Ahí está Banegas sonriente pese al terrible dolor que sufrió en la espalda y que todavía le duele porque no salió, porque no pidió el cambio pese al pedido del médico, porque siguió jugando. Ahí está Darío apretando el puño y gritando “¡Vamo!” como capitán de este grupo y como arquero imbatible en el campeonato. Ahí está Gonzalo, el más eufórico como enfermo de San Martín que es, cantando la de la gitana o alguna que ya le empieza a enseñar a los compañeros. Cuando está eufórico, qué cosa hermoso es Turbo. Y cuando está sereno en el campo de juego, cómo juega y asiste al gol del compañero.

Están todos en la imagen de este vestuario feliz. Están todos en la imagen más importante que el triunfo en sí mismo. Ya ganó San Martín con anterioridad, pero esta imagen es distinta. Y sobre todo es distinta porque ahí, medio tapado, al lado de la heladera de Pepsi, también está él. Está mirando a sus jugadores. Y está con la primera sonrisa que se le recuerde en mucho tiempo. Ni los goles del partido pasado lo habían inmutado. Ahora sí. Él también sabe que no es un triunfo más. Él también sabe que no es una imagen más. “Les demostramos a los hinchas que transpiramos la camiseta. Todo el mundo en Tucumán más feliz”, dijo sobre el final. Ya saben quién es. Ya no hace falta aclarar quién es. Quizás comenzó a hablar el mismo idioma. Y cuando se habla el mismo idioma, todo se traduce en felicidad.