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Que siempre el corazón te galope fuerte, que nunca te falte el Santo

¡CIUDADÉ!

Que nunca te falte el grito del final, la descarga de un puño cerrado, de la piña al aire, del abrazo con el mozo tan Ciruja como vos. | Por Gabriel Sanzano.

Nunca me faltes. Foto: CASM Oficial.





Que nunca te falte el vaso escarchado, la Quilmes helada, que por celeste y blanca viene más fría que cualquier otra. 

Que siempre el corazón te galope fuerte desde un par de horas antes, que nunca dejés de despertarte sabiendo que ese día juega el Santo y que por eso te tiembla el cuerpo desde la primera hora. 

Que un gol tempranero te sacuda la modorra y te raspe la garganta de un grito seco, inesperado y te mantenga alerta las siguientes dos horas, con el sufrimiento propio de un triunfazo parcial de visitante.

Que nunca te falte la caricia en la pierna en el momento justo, la puteada bien tucumana y compañera de la que no entiende nada y entiende todo cuando el pendejo que acaba de entrar no arranca.

Que nunca te falte el grito del final, la descarga de un puño cerrado, de la piña al aire. Ni el apretón de manos con el mozo tan Ciruja como vos, o quizás más.

Que nunca te falte la última birra, la de la victoria, la birra relajada, la última birra, la penúltima. Que nunca te falte el Santo, papá. Que nunca te falte el Santo.

¿Quilmes? Una cerveza.