Vergüenza es robar
Ceballos tiene 100 años de perdón. Para este plantel no hay indulto, solo olvido. Final cantado de una temporada nefasta. Es mejor así. Compendio de malas decisiones afuera de la cancha y de impericias adentro. Nada nuevo. Más de lo mismo.
Vergüenza es robar y justamente, vergüenza es el robo de Ceballos, vergüenza es este plantel que osó usar la roja y blanca todo el año sin transpirarla, ni sangrarla, ni llorarla, ni nada. “Ladrón que le roba a otro ladrón tiene 100 años de perdón”, entonces, Ceballos, disfrutá tu siglo de indulto que ya te va a tocar pagarla algún día.
Que la patada en la cabeza a Pío Bonacci, que el penal a Banegas, que la falta previa en el gol, son todas verdades, son todas decisiones de árbitro bombero, pero no es menos verdad que este equipo no hizo nada para ganar. ¿Qué digo ganar? Empatar. Solo tenían que empatar con Riestra de local. Solo eso, y no pudieron. Ni siquiera patearon al arco, ni hoy, ni en las últimas 5 fechas, ni en más de la mitad del torneo. Estos no tienen perdón, Ceballos sí.
Viene Riestra de local y te guapea, Riestra te traba más fuerte, te pega, te agarra, te mete, te gana de macho, porque vos no reaccionás, porque Pío Bonacci se toma en serio el nombre de sumo pontífice y le ofrece la otra mejilla a Dematei toda la noche, se deja tacklear y no hace nada. Se deja patear la cabeza y ni reclama. Dios mío, ¿tendrá líquido refrigerante en las venas?
Pero qué le vamos a decir al Pollito Pío, que jugó poquito este año y hasta un gol hizo. La pregunta es quién lo fue a buscar, a él y todos sus compañeros. ¿Quién decidió desmantelar por completo un plantel que había cosechado 66 puntos? Ya sabemos que lo del año pasado tampoco terminó bien, pero estos chicos hicieron extrañar a Jourdán, a Sosa y todos esos que tanto puteaban. Qué dirigentes se encarga de estos, quién estuvo detrás de aquella decisión que hoy se evalúa como pésima.
“El plantel más caro de la categoría”, “El presupuesto más alto de la Primera Nacional”, ¿en serio pagan mucho por estos jugadores? Hubiera sido enetendible que los hayan buscado para ahorrar. Pero no, al contrario, si hasta se invirtió en un mánager que tiene el increíble mérito de no haber acertado ni con uno solo de los refuerzos. Sí, ni uno solo, porque no me vengan con Banegas, que jugó 10 partidos más o menos bien, le compraron el pase y no volvió tirar ni un centro. No me hablen de Bucca, que tiene algo de calidad, un poco de entrega, pero que no le alcanza para ser rey, ni siendo tuerto en el país de los ciegos. Porque Dening, que juega para él mismo, se disfraza de héroe, pero es solo eso, un disfraz, porque de héroe no tiene nada. Solo Abregú, que ya venía, a pesar de las imprecisiones de hoy, se salva este año.
En fin, Alexis Ferrero falló en todo,y si no es él el principal responsable futbolístico es el que cobra para que todos le endilguemos esa responsabilidad. Supuestamente sabe de fútbol, y capaz que sepa, pero este año no pareció. Lo cierto es que armó el peor San Martín desde el regreso al Nacional B, ese regreso del que él participó como jugador. Aún así terminó tercero, tocó la punta y clasificó al Reducido. ¿Cómo se explica?
La respuesta es la que más bronca da: los demás son tan malos, que con un poco de seriedad, trabajo, orden e identidad, caminabas el torneo. Es contrafáctico, pero podemos suponer que con De Muner y el 50% del plantel año pasado o el anterior, caminabas la Zona A. A esta hipótesis la comprueba Almirante Brown que con resabios del plantel que tenía en 2021, cuando peleó hasta el final con San Martín y Tigre, salió primero, hasta con Ulises Abreliano de titular todo el año, increíble.
“Gracias a Dios que terminó este torneo”, dice un hincha que baja por las escaleras que tantas veces bajó y seguirá bajando, amontonado por varios que con tranquilidad saltan peldaño a peldaño con algunas certezas que ya tenían antes de entrar: la primera, este equipo no tenía chances de nada.
Las otras son que extrañarán Ciudadela en estos largos meses sin fútbol, que el año que viene volverán a estar todos, que el jueves que viene, 2 de noviembre, a pesar de todo, darán gracias al cielo de haber nacido Cirujas y Verduleros. Ellos, los que bajan las escaleras resignados, los que putean en la puerta en el playón de la vereda, los que lloran, los que siguen cantando, los que prefieren el silencio, los que rezongan en voz baja, ellos, todos ellos, los que llenaron las tribunas, los que se prendieron a la tele desde el lugar del mundo donde les tocó cruzarse con el partido, todos ellos, son San Martín. Los que jugaron no lo son, ni nunca lo fueron. Una lástima. Ya vendrán tiempos mejores.