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Un montón de nada: sin jugadores, solo queda confiar en la camiseta

análisis

San Martín fue más de lo mismo: no fue nada y perdió sin pena ni gloria. Lo ganaba sin querer y se lo dieron vuelta sin que se enteren. Un equipo desalmado y sin caracter que no fue capaz de ganar ninguno de los últimos cuatro partidos del torneo. Se viene el reducido, que juegue la gente.





Hace casi un mes, San Martín jugaba el mejor segundo tiempo del torneo y se lo daba vuelta a Patronato de visitante. Todos pensábamos que aquel triunfazo debía ser el comienzo de una racha ganadora que podía terminar con la clasificación a la final. Con una muestra de carácter que no había dado hasta entonces, era fácil ilusionarse con un equipo que al fin encuentre la fortaleza mental que le faltaba, que se ponga el traje de candidato como la historia demanda, que pise fuerte como el gigante que es el Club para esta categoría. 

Pero lejos de eso, lejísimos, este plantel no pudo ganar ninguno de los cuatro partidos que siguieron, tres empates y una derrota, completan el tramo final de un temporada floja, a pesar de ese tercer puesto que marca la tabla de posiciones final de la Zona A. 

Pasa que diga lo que diga la tabla, indiquen lo que indiquen los números y las estadísticas, este San Martín no fue San Martín nunca, en ningún momento, jamás de los jamases portaron la camiseta con el orgullo que amerita, con la responsabilidad que conlleva. Eso sí, que agradezcan que tuvieron esta camiseta y no otra, porque mal que mal, con la del Santo, empujados por la gente, algunos partiditos ganaron y por eso llegaron al puesto en el que están sin ningún tipo de virtud futbolística. Este mismo plantel, con la camiseta de Flandria, San Telmo, o Tristán Suárez, se hubiera ido al descenso hace 10 fechas.  

Por eso hoy, se encuentran ganando sin querer y por unos cuantos minutos se está clasificando, increíblemente, a la final, pero las noticias desde las otras canchas  echan por tierra esa ilusión rápidamente, como era sabido, porque el primer puesto estaba perdido desde que no le ganaron a Almirante, a Morón, a Güemes. Se perdió con las expulsiones innecesarias que hasta parecían a drede, con la falta de talento, de convicción y, sobre todo, de carácter. 

El primer ascenso ya estaba perdido y creo que la gran mayoría poco confía en que puedan ganar el segundo y sí hay alguna esperanza, pasa más por las falencias ajenas que por la virtudes propias en un certamen en el que San Martín es malo, pero la gran mayoría son peores. 

Y si hay esperanzas es por la gente, por la historia, por el Club que carga con casi 114 años en su lomo, con glorias que alientan desde las tribunas, con la mística de tantos cracks que dejaron en el alma en ese campo de juego y todo eso, de vez en cuando, contagia hasta al más desalmado, incluso a estos jugadores descorazonados que parecen no tener la menor idea de donde están parados. 

No podemos hablar de fútbol, no podemos esperar futbol, no podemos soñar con una remontada futbolística, pero sí, quizás, con la suerte de que los demás pierdan solos, de que avancen alguna ronda medio sin querer y que sin darse cuenta ya estén a tiro del ascenso. Eso sí: no les digan que se están jugando algo importante, no les cuenten a estos jugadores que si ganan cuatro partidos ascienden, mantengan el silencio y hagan de cuenta que no juegan por nada, háganles creer eso, porque de lo contrario ya vimos en las últimas cuatro fechas qué pasa cuando el ascenso les queda cerca. 

Y del técnico no hay mucho para decir, casi que no existe, transita el campeonato sin encontrarle la vuelta a nada. Cambia medio equipo de un partido a otro, obteniendo idéntico flojo desempeño. Además, no se sabe si está conforme con el equipo o no confía en ningunos de los jugadores que tiene en el banco, porque aunque el rendimiento sea un asco, él demora hasta los 30 de segundo tiempo para hacer cambios que, por otro lado, cuando entran, entendés por qué los demoró tanto. Hay que contar cuántos pésimos ingresos de Agustín Colazo, Gervasio Núñez y  Enzo Martínez (nobleza obliga, hoy de partido aceptable). 

Entonces no hay conducción futbolística, con un entrenador desorientado, quizás sobrepasado por una institución que no es Defensores de Belgrano y que evidentemente le está quedando grande. Tampoco hay conducción extra futbolística, porque no se sabe qué es de la vida del mánager, ni qué hace, ni a qué se dedica, desde que dejó el intinerato, no se lo ha vuelto a ver, y de los dirigentes, brillan por su ausencia, la menos ante los medios. Muy buenas las obras, muy bonita la cantina, pero el ascenso no llega y no va a llegar solo, hay que salir a buscarlo, a cazarlo, a conquistarlo, adentro y fuera de la cancha, como Levy, presidente de Almirante, que teje lo que tiene que tejer para que en un partido clave le regalen un gol y le expulsen dos al rival. Fútbol argentino, no estamos descubriendo nada. 

Además, a los planteles hay que armarlos más a conciencia, se entiende que con la figura de un mánager se buscó delegar esa tarea en alguien que conozca de fútbol y ahí viene la pregunta: ¿Quién lo tenía visto a Colazo? ¿Realmente alguien sabía cómo jugaba Enzo Martínez? ¿Alguien se sentó ver horas de video de Meritello para elegirlo? Salvo Dening y Acosta que llegaron con muy buenos antecedentes recientes, los demás no hicieron ningún mérito como para venir. Algunos caso como Banegas y Bucca, salieron bien, el resto, salieron como era de esperarse. ¿De verdad este es uno de los planteles más caros de la categoría? ¿ Por qué?

Aesta altura, confiar en el arco de los milagros, en el empuje de la gente, en el corazón ciruja brotando desde el verde Césped de la Ciudadela es lo único que queda. Soñar con qué estos muchachos de golpe se dejen invadir la mítica que sobra a su alrededor y que en lugar de asustarse y abrumarse por ella, la canalicen a su favor. Tal vez sea mucho pedir, pero son solo cuatro instancias. Solo cuatro instancias.