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El regalo de Papá: San Martín y el anochecer de un domingo perfecto

análisis

En el Día del Padre, el Pueblo Ciruja gritó el gol de Dening, sufrió con las atajadas de Sand, corrió al ritmo de Banegas y aplaudió a Abregú. El Santo sumó tres puntos de oro y quedó más cerca que nunca del líder. El equipo crece, suma y se ilusiona.





¡Feliz Día Papá! Para vos, que te abrazás a tu hijo en el gol de Dening, a tu viejo que lo tenés al lado, y para vos también que ya no lo tenés y que lo extrañás todos los días y más cuando la roja y blanca salta a cualquier cancha de la Argentina. 

¡Feliz Día Papá! ¡Feliz Día otra vez! Dónde sea que lo tengás decile gracias a tu viejo, decile gracias por hacerte Ciruja, decile gracias por el regalo más lindo que pudo haber dado. Descorchate una lata, una botella, un vinito, o un agua mineral, brindá con él que está acá, en cuerpo o en alma, besate el escudo y soltá el grito sagrado: ¡Vamos Lo Santo! 

Es domingo de noche, pero mañana es feriado, el asadito te dejó pupulo y las empanadas estuvieron de más, pero panza llena y triunfo del Santo, corazón más que contento para seguir despierto, manija y mirando la tabla cada dos por tres, porque perdieron todos, y ahora la punta hasta ahí nomás, a dos y Cómo no ilusionarse otra vez de nuevo.  

Si cuando lo ves jugar a Banegas, toro en rodo propio, torazo en rodeo ajeno, se te eriza la piel, lo que corre y mete ese chango, de dónde lo sacaron. El gol es casi todo de él: Mete guapeada y corrida de wing de rugby y completa con un centro teledirigido para que Dening la emboque con la canilla en el segundo palo.  

Se grita con el alma y se hace justicia en un partido chato y equilibrado que tiene a San Martín con más ambición, como sabiendo que hay canchas en las que sumar de tres es clave para luchar bien arriba. 

No hay brillo, ni sobran luces, pero si hay corazón y ganas de ganar, que no es poco, sobre todo si pensamos en cómo jugaba este equipo hasta hace dos meses. Ahora es otra cosa: van al frente, buscan, intentan, atacan, hasta patean al arco. 

Es verdad que tras el primer tiempo le cabían adjetivos como timorato, anodino y varias de esas palabras que a los comentaristas deportivos nos gustan usar para describir a los equipo que ni pinchas ni cortan, que ni fu ni fa. 

Pero a mí déjame el segundo tiempo, no porque las cosas cambien tanto, sino porque es cuando se cuecen la habas, y cuando los 0 a 0 cerrados se vuelven 1 a 0 o 0 a 1, esos detalles que tuercen destinos para un lado o para el otro son los que terminan definiendo campeonatos: tan simple como un 4 de blanco que se duerme, un 3 de negro que se espabila y se la roba, corre, tira un centro perfecto para que un 11 la mande a guardar aunque le pegue horrible y con la canillera. Gol y punto. Mejor dicho, gol y tres puntos.  

Claro que siempre hay tiempo para hilar fino: que Gervasio juega con dos marcha menos que el resto, que se extrañó a Bucca, que a Dening, insólitamente, tiene casi tantas amarillas como goles y que ahora se va a perder dos partidos. Todo eso también es verdad, como lo es que Abregú cada día juega mejor y que Meritello se bancó un golpe de KO y no solo siguió en cancha, sino que ofreció garantías y hasta una pisadita que evoca al Pelusa Cejas. 

Capaz que Frontini demoró los cambios, sobre todo el de Sansotre por colazo que se imponía casi inmediatamente después del gol, y quizás se apresuró en sacra a Ciccolini que no estaba mal para ser su debut, pero en una de esas lo sacó porque es el nuevo al que le falta ritmo. Él sabrá. Por ahora hay poco que reclamarle, porque con cinco triunfo y un empate en siete partidos, le cambió la cara al equipo y le devolvió la ilusión y el alama al Pueblo Ciruja. 

Siempre hay tiempo para sufrir y al final, Sand apaga el incendio con una tapada a lo Dibu Martínez, saliendo a ponerle, la cara, el pecho, el cuerpo entero comiéndose entero al 9 de ellos y encima se queda con la última del partido, atenazando un centro jodido y cerrado sobre el primer palo. En sus manos se aseguran los tres puntitos que se vienen a Tucumán. 

Mientras tanto, entre gritos, padres, hijos, abuelos, generación tras generación se abrazan a la misma ilusión. Ganó el Santo, Papá, lo demás no importa nada. Feliz Día.