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Carnaval toda la vida: la profecía de San Pusineri y la fiesta Celeste y Blanca

ANÁLISIS DECANO

El reloj marca 48’59’’ y todo se termina, pero vos sabés que algo va a pasar. Atlético Tucumán jugó mal, pero el primer Santo Celeste y Blanco nominó a González como el héroe de los carnavales y se festeja a pesar de la bronca en 25 de Mayo y Chile, la esquina donde nunca está escrita la última palabra.

Abrazos para González, festejos en la platea. (Foto: Facebook Atlético Tucumán)





Cada uno festeja como quiere o como puede. Es Carnaval y el Pueblo Decano lo sabe. Ya desde temprano había olor a fiesta, se sentía desde las parrillas que desde temprano engalanan la Laprida desde la avenida, en el ¡PPSSS! de esas latas que corren de mano en mano, de boca en boca, y que al calor tucumano refrescan las gargantas, esas que horas después se van a fundir en un grito sagrado, en una explosión unánime desde la esquina de 25 de Mayo y Chile que retumba en todo Tucumán y más allá. En un segundo, Marcelo González se pone el traje de héroe, sale a la pista, el carnaval se pinta de Celeste y Blanco y le rendimos otra vez culto a San Pusineri.

Decanos y Decanas se visten de gala para la ocasión y confluyen en el templo donde han conocido el milagro de la Resurrección de la mano del hombre de la estampita, el primer Santo Celeste y Blanco. Tras un mal arranque, hoy el equipo está lejos de los flashes de 2022 y hasta el otrora Grand Stadium de la esquina más hermosa del condado hoy parece un potrero, puro barro carnavalero. Pero no se eligen las batallas ni dónde se disputan, hay que darlas. Ponga huevo y vaya al frente. Y ahí va El Deca, con amor propio y nada de fútbol. En la primera mitad, un ejército de jóvenes velezanos son la pesadilla de la defensa, especialmente del Sargento Cabral y Orihuela, y El Fortín es arrollador: el palo, Marchiori y los rezos a San Pusineri explican que esto siga 0 a 0.

Recién sobre el final de la primera mitad apareció Mateo Coronel, el picante profeta de la gambeta, pero Brizuela salvó en la línea y se abrazó con Godín como festejando un gol. Más se abrazaron cuando tras un tiro libre de Cabrera, Florentín apareció solo ante una defensa inmóvil para conectar de cabeza y poner el 1-0; el VAR la revisó, pero ahí estaba el villano Fernando Espinoza y es gol de la visita. Sube la temperatura, crece la impaciencia y la tensión por el empate que no llega. Movete Decano movete, movete y dejá de joder que no se puede jugar tan al fútbol, aunque El Bebe Acosta se disfraze de Lothar Matthäus y se vaya a jugar de central para armar algo de juego desde el fondo.

Pero siempre tengan Fe, hermanos y hermanas. San Pusineri ha sido beatificado en vida por esa aura, ese ángel que tiene a la hora de tomar decisiones. Y cuando las papas quemaban, puso su mano sobre el hombro de Marcelo González y le encomendó ser el héroe de la noche, el hombre de la fiesta. Se acaba el tiempo y el reloj marca 48'59'' del complemento cuando el delantero paraguayo besa la pelota con el empeine de su botín diestro y la manda allá abajo, para que explote el José Fierro, para salir corriendo, para dibujar un corazón con sus manos y una sonrisa en tu carnaval, para señalar al cielo y agradecer a Dios y a San Pusineri por esta nueva prueba de Fe la noche que convirtió la tristeza en alegría contra todo pronóstico y en el instante final, con su milagro paraguayo.

El villano Espinoza y el verdugo Arasa se empeñan en arruinar el festejo Celeste y Blanco, con la roja al elegante Joaquín Pereyra y máxime con el no-penal al Polaco Menéndez, que ni siquiera amerita una revisión en el VAR. La fiesta no pudo ser completa: hay gritos, bronca, empujones y amenazas. San Pusineri intercede para calmar a su tropa. Soldado que huye sirve para otra guerra, y lo que menos necesitamos es otro cartón colorado. Arde el Pueblo Decano que en un instante celebra el empate agónico y luego lamenta el triunfo que se escapó, la mala racha que no termina y la victoria tan ansiada que no llega.

Cae la noche, siguen los beberajes festivos en la provincia que nunca duerme y al final de la noche volverá a dibujarse esa sonrisa Decana: porque era derrota y fue empate, porque El Deca sacó pecho y pisó fuerte en la esquina donde nunca está escrita la última palabra, porque con un beso a esa estampita la noche puede cambiar, se cumple la profecía y el carnaval toda la vida puede pintarse de Celeste y Blanco en un segundo. Tomemo somo Atlético y arriba los corazones, que con esas gambetas de Coronel, en las zurdas pinceladas de Guille y Pereyra, con la sabiduría del Capitán Bebe y la guapeza del Maestro Puch serán muchas más las noches de jolgorio en 25 de Mayo y Chile, donde San Pusineri siempre tiene un milagro bajo la manga.