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Resurrección argentina: El Chanfle Fernández y nuestro Chapulín Colorado

ANÁLISIS MUNDIAL

Tras un pésimo primer tiempo, se despertó La Scaloneta: un Ángel para tu Soledad, el 10 frotó la lámpara, Fernández fue InmEnzo y Argentina coronó una necesaria victoria para pisar fuerte en Qatar y volver a soñar.

El abrazo de Enzo Fernández y Lionel Messi tras el 2-0. (Foto: Twitter @Argentina)





El reloj marcaba más o menos las 16:50 (imprecisa hora de Tucumán) y el panorama era desolador. Argentina cerraba un paupérrimo primer tiempo ante México, sin fútbol, sin ideas, sin intensidad. Todos la vimos negra y temimos lo peor. Hoy podía terminarse el Mundial de Qatar 2022 para La Scaloneta. Pero nuestra Selección se despertó en el complemento y demostró por qué no hay que dar por muerta a la Celeste y Blanca: Lionel Messi hizo un golazo fuera de contexto, Enzo Fernández le cambió la cara al equipo e hizo un golazo fuera de serie. Empezó la Resurrección Argentina, de Tucumán a Qatar, lata en mano y a soñar.

Tras la dura caída en el debut, los tucumanos y tucumanas hicieron lo suyo para levantar a La Scaloneta. El horario en el estreno nos jugó en contra, nos mareamos. Algunos intentaron pasar de largo y se durmieron en los laureles; otros llegaron tarde, poco acostumbrados a madrugar; que Dios los ayude. No hubo filas en las panaderías ni boom de venta de sacramentos, sino muchas caras de dormidos y cafés fríos, amargos como la derrota. Ah, pero ahora... sábado, sol, asado, porrón, fútbol. Tucumán, señores: a nuestro juego nos llamaron.

No hay crisis a la hora de organizar el asado, desbordar  la mesa de latas y poner bien fuerte el volumen para una previa como amerita la ocasión: retumban los parlantes, pega fuerte el sol y ahora sí hay clima mundialista en nuestra provincia. Empezó la Copa del Mundo y los tucumanos lo saben. Todos de pie: son las 16:00 y suenan las estrofas del himno nacional argentino. Aplausos. Todo lo malo quedó atrás, el equipo ha sido perdonado. Vamos todos para el mismo lado y a soñar con sacar esto adelante, cada uno desde nuestro lugar.

Pero siempre hay que renegar, siempre se puede putear un poco más. El golpazo ante Arabia Saudita no fue nada comparado con el olvidable primer tiempo de La Scaloneta. La actuación de Rodrigo De Paul fue deplorable, penosa. Al trote, perdiendo muchísimas pelotas. Como varios de sus compañeros, sin fútbol ni garra. El volantazo y los cinco cambios de Scaloni no surtían efecto alguno y Argentina no encontraba los caminos hacia el arco mexicano. Recién sobre el final de la primera mitad hubo dos o tres pases seguidos, un oasis en el desierto qatarí. Otra película de terror, una que ya vimos varias veces.

Pero algo pasó en el entretiempo y se notó en el complemento. Quizás Messi metió un par de gritos y les recordó a sus compañeros que el Dibu nolepudohaceupa. En una de esas Scaloni metió el dedo en la llaga y les tocó una fibra íntima a sus dirigidos. Lo cierto es que la actitud en la segunda mitad fue otra. En el que más se notó fue en el 7: ahora sí, la Triple T no fue trote, trote, trote sino toque, toque, toque. Y ahí se encendió Di María, el que siempre aparece, un Ángel para tu Soledad, la gambeta que hace que el Lusail Stadium y todo Tucumán se ilusionen con revertir esta historia.

Con el ingreso en Enzo Fernández el equipo se plantó en campo contrario, se hizo de la pelota y a los 63' llegó la explosión: toque de Di María de zurda desde la derecha, un toque sutil de Messi para controlar y otro toque, pero esta vez una bomba de zurda del 10, del capitán. El Messias apareció cuando las papas ardían, venció a Memo Ochoa y nos demostró que en los peores momentos, sólo Él podrá defendernos. Nuestro Chapulín Colorado, pecho bien caliente. Siempre contamos con su astucia. Golazo de nuestro héroe para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina.

Ya en ventaja, La Scaloneta recuperó destellos de su mejor versión. Por primera vez, por momentos, el equipo pisó fuerte y firme en Qatar. Si hasta te paraste a cantar arriba de la silla, porrón en mano y dale que dale que es sábado soleado en Tucumán y ahora sí la Selección toca y toca. Encima, promediando la segunda mitad ingresa un compatriota tucumano al campo de juego y rompe 32 años de sequía mundialista. Famaillá aclama a Exequiel Palacios, su familia se abraza, hay sangre tucumana en cancha. El Tucu se acopla al juego de la Selección, que se planta firme con línea de 5 y De Paul - Fernández - Palacios en el eje.

Todos vimos el documental de La Scaloneta en el que Messi se comprometió a tatuarse el Cinco de Copas. Enzo Fernández ingresó por Guido Rodríguez -que le ganó la pulseada al deslucido Paredes- y se hizo amo y señor del mediocampo. El hombre del Benfica le puso presencia, despliegue, fibra, intensidad y determinación al mediocampo de Argentina, y se ganó en pocos minutos la chapa para ser el Cinco de la Copa de La Scaloneta. Acá está Fernández, el volante llamado a ser el la locomotora que empuja el tren de la ilusión nacional, y se erige como el nuevo socio ideal de Messi.

Y sobre la hora, El Chanfle: como cuando Don Ramón llamó a calentar a Chespirito y lo mandó al Estado Azteca, Enzo se hizo Inmenzo Fernández, y desplegó su fútbol y un gol de antología. Córner corto, toquecito de Messi para Enzo Fernández y magia. Control, toquecito, bicicleta, amague, ángulo. La secuencia es un poema, el chanfle es perfecto y esto no es una película mexicana.

Ochoa vuela y nunca llega. Fernández besa el escudo y se abraza con el prócer Messi. Se suma el joven Julián y el guerrero Otamendi, aparecen los suplentes y la algarabía es total. Otra vez, vuelan latas, otro abrazo del alma en cada casa de Tucumán, otro grito inmortal. Lo más lindo de los mundiales son esos abrazos, porque nunca te vas a olvidar con quién te abrazaste la tarde del golazo de Fernández, la tarde que volvió La Scaloneta, la tarde que nos volvimos a ilusionar. Empezó la Resurrección, y vamos por más.