El Laucha Luchetti como nunca antes: de sus inicios como delantero a la hazaña de Quito ¿Vuelve?
El arquero e ídolo Decano brindó una extensa entrevista a diario La Nación. Contestó ¡100 preguntas! Escogemos algunas de sus mejores respuestas.

Cristian Luchetti, ídolo del Decano. (Foto: Prensa Atlético Tucumán)
A sus 44 años y medio, Cristian El Laucha Luchetti está a un partido de superar el récord de un arquero histórico como Hugo Gatti, convirtiéndose en el jugador más longevo de la historia del fútbol argentino en cancha. Y lo hará.
El ídolo Decano que actualmente viste la camiseta de Gimnasia de Jujuy hoy todavía piensa en jugar. Le ofrecieron quedarse un año más en el Lobo Jujeño, único club que le abrió las puertas luego de su contrapunto con el extécnico de Atlético Tucumán, Juan Manuel Azconzábal, que llegaba como el salvador Decano en plena crisis futbolística y que puso a la dirigencia contra las cuerdas por la permanencia del arquero que tantas alegrías le obsequió a la institución de 25 de Mayo y Chile.
Todo esto y más lo revela el propio Laucha en una extensa entrevista, un idea y vuelta de 100 preguntas, del periodista de La Nación, Diego Borinsky, en la que Luchetti se abre como nunca antes. Desde sus inicios hasta la hazaña de Quito. De su contrapunto en Tucumán hasta su actualidad en Jujuy.
¿Vuelve? ¿Se queda? ¿Qué planea a corto plazo y por qué es clave su familia? Las respuestas a las preguntas las tiene el ídolo Decano. A continuación, una selección de lo mejor del ida y vuelta entre Luchetti y Borinsky.
La hazaña de Quito
La entrevista no podía empezar de otra forma. El cronista de La Nación no pudo aguantar la curiosidad por conocer en detalle qué fue lo que pasó aquel día que Atlético Tucumán comenzaba a escribir las páginas más grandes de su historia futbolística.
Transcribimos el relato completo del Laucha a Borinsky:
Habíamos empatado con El Nacional en Tucumán y a la semana siguiente viajamos a Guayaquil, hicimos noche ahí para salir hacia Quito al mediodía del día siguiente, el día del partido. Así lo hacen casi todos. Fuimos al aeropuerto, subimos al avión y todo estaba normal. El avión empezó a carretear y de repente se paró: 5 minutos, 10 minutos, 20 minutos, y nadie nos decía nada. Era un chárter, yo iba sentado adelante con el Pulga (Rodríguez), Mario Leito (el presidente), su mujer y el gerente del club. Después de un rato, el piloto anunció: “Hay un problema con los papeles, pero ya lo solucionamos y en un ratito salimos”.
Habrá pasado media hora, 40 minutos, todos seguíamos arriba del avión, y de pronto empezó a carretear otra vez. Listo, ya está, pensamos todos, pero enseguida paró de nuevo. “Mario, llamá a Conmebol que no vamos a llegar, que pasen el partido para mañana”, le dijimos a Leito. Que sí, que no, que ya lo solucionamos, y de golpe nos abrieron la puerta del avión y nos hicieron bajar a la pista, los aviones aterrizaban a 30 metros de donde estábamos parados, y no venía nadie a decirnos nada. A todo esto, seguían las llamadas, hasta que nos dijeron: “No autorizan a salir porque faltan unos papeles y en Quito no dan permiso para aterrizar”. Nos subieron a un micro y nos llevaron a la otra punta del aeropuerto y nos bajaron en el medio de la nada. Un rato después vino un policía: “¿Qué hacen ustedes acá?”. Nadie entendía nada, era como una película de enredos.
Se nos ocurrió sacar pasajes de línea, se lo dijimos al tesorero. El tema es que las boleterías estaban como a 2 kilómetros. Fuimos caminando. A todo esto, Pablo Lavallén nos llamó al Pulga y a mí y nos preguntó: “¿Qué hacemos?”. Yo le dije que cambie el partido para el día siguiente, el Pulga agregó: “Viajemos igual, ya estamos, después vemos qué onda”. Yo acepté, pero decía que mientras tanto intentaran postergar un día el partido. Imaginate el tesorero tratando de sacar pasajes para todos, era un quilombo. Pa, pa, al final nos fuimos subiendo a una aerolínea de Ecuador. La prioridad la teníamos los jugadores, así que el resto se quedó, nos pidieron que nos sentáramos donde había lugar. Ya en el aire, el piloto anunció: “Les pedimos a los señores pasajeros que, por favor, una vez llegados a Quito, dejen bajar primero a los jugadores de Atlético Tucumán porque están apurados”.
Yo estaba primero, así que arranqué con todo y al primero que me encontré fue a Luis Juez, que era embajador en Ecuador. “Eh, amigo, ustedes tienen menos papeles que el Cartonero Báez”, me dijo, para empezar, ja, ja. Nos subimos corriendo al micro que estaba en la pista. Iban los policías adelante, habían cortado el tráfico. Nosotros llevábamos encima una bolsita con una remera de entrenamiento, un pantalón corto y unos zoquetes, por cualquier eventualidad. “Muchachos, pónganse esa ropa y después vemos cómo seguimos”, nos dijo el profe. Yo me quería vendar y no podía, porque el micro iba a 130 por hora por un camino de montaña, imagínate, pa, pa, pa, para un lado, para el otro, era el Zamba. Cuando salió el colectivo del aeropuerto, una moto de gendarmería se llevó puesta una puerta de una camioneta, así era todo.
De golpe, uno de los muchachos dijo: “Che, loco, ¿y las camisetas?”. Y uno contestó: “Quedaron en el otro avión”. Claro, la utilería no había salido de Guayaquil. Nos quedamos en silencio hasta que uno gritó: “¡No importa, vamos a jugar así igual!”, ese era el clima, de euforia y de “no me importa lo que está pasando”. Y de golpe otro preguntó al ratito: “¿Y los botines?”. Ya eso era realmente complicado, fue un mazazo. “¡No importa, vamos a jugar en zapatillas!”, gritó otro. Veníamos con una adrenalina tremenda en el micro… Y encima, cuando estábamos llegando, nos agarró una loma de burro, el colectivo pegó un salto, cayó, y se quedó muerto ahí, a unos 700 metros de la cancha. “No te puedo creer, dale, hijo de puta, arrancá”, gritábamos. Brum, brum, lo hizo arrancar y llegó al estadio con lo justo, perdiendo agua, quedó ahí fundido en la puerta del estadio.
Entramos al vestuario y estaban colgadas unas camisetas grises suplentes de El Nacional, que nos prestaban, y ponele 10 o 12 pares de botines. Me puse unos botines, me paré, hice dos pasos y clac, clac, clac, la suela estaba despegada y suelta, ja, ja, como la de un payaso. Yo me tenía que infiltrar el dedo y Canuto, el empeine, veníamos jugando infiltrados, y cuando pregunté por el doctor, uno gritó: “No, el doctor está en Guayaquil, no viajó”. Nos miramos con Tato (Canuto), y nos preguntamos “¿cómo hacemos para jugar?”. De golpe, se abrió la puerta del vestuario, y hacé de cuenta que entró Dios: eran 3 o 4 utileros de la selección, porque la Sub 20 había justo terminado su participación en el Sudamericano disputado en Quito, y venían con bolsos grandes, con camisetas, botines, de todo.
Apenas vi la ropa de la selección dije: “Hoy no podemos perder”. Hicimos la entrada en calor con una alegría y entusiasmo increíbles. Cuando me fui a poner los botines, sólo había unos 39, y yo calzo 41, pero no importaba, me los puse, me apretaban, terminé con todos los dedos machucados; a Aliendro le quedaban grandes los botines, pero ya estábamos ahí y no podíamos perder. Y ganamos 1-0 en la altura con el gol de Zampedri, que usó la camiseta de Lautaro Martínez. Fue de película realmente. Encima después eliminamos a Junior y entramos a la fase de grupos. Todo redondito.
El origen del Laucha
- Bueno, ahora vamos al comienzo: ¿quién es Cristian David Lucchetti?
-Un tipo sencillo, simple, y con los años mucho más tranquilo. Apasionado por el fútbol, los autos y las motos. Creo que nací para ser jugador de fútbol, es mi vocación, lo llevo en la sangre.
- ¿Quién y por qué te puso Laucha?
-En mi casa desde chico siempre fui David, me llamaban por el segundo nombre antes del primero. A los 4 años, el papá de un compañero que jugaba conmigo en el baby me puso Lauchita, porque era chiquito y flaquito, y quedó para siempre.
- ¿Pasaste privaciones de pibe?
-Para nada, somos una familia de clase media. Mi viejo laburó en YPF durante 21 años, en la parte administrativa, y mi vieja en la municipalidad. Tengo un hermano más grande, que es arquitecto, y también jugaba al fútbol, pero como era el inteligente de la familia, se dedicó a estudiar, ja, ja. Era enganche, zurdo, jugaba muy bien, llegó a la primera de Luján Sport Club, pero siempre tuvo muy claro que iba a ser arquitecto. Y yo siempre tuve claro que quería ser futbolista. En el colegio, las maestras preguntaban qué íbamos a ser de grandes y los chicos respondían: bombero, policía, astronauta y yo siempre decía “jugador de fútbol”. A mi mamá siempre le decía: “Yo voy a ser jugador de fútbol y en Buenos Aires” y ella me decía: “Bueno, hijito, sí”, como si fuera imposible (risas)… Cuando uno es chico por ahí no toma dimensión de lo difícil que es alcanzar ciertas metas, pero lo bueno también es tener las cosas claras y luchar por esos sueños.
(El Laucha de buzo verde junto a sus compañeros de equipo)
Pudo ser goleador y no arquero
Como todo en la historia, siempre hay caminos divergentes que debemos elegir. En el multiverso, quizás hay un Laucha goleador que supera a los grandes cracks de la actualidad. Luchetti recuerda la vez que pudo fichar como delantero después de meter tres goles en un partido y de ganarle a la reserva de Boca 3 a 2 con dos conquistas propias. ¿Por qué no hizo carrera como delantero? Sus respuestas:
- ¿Cuál fue tu primer club?
-Arranqué en Villa Dolores, el club de baby del barrio, a los 4 años. En mi categoría jugaba arriba y en la categoría más grande iba al arco. Así fue siempre, también en las inferiores de Luján Sport Club, mi siguiente club: me daban el dulce para que después fuera al arco en la otra categoría. Dos caramelos y una patada en el culo, ja, ja. En Luján ya jugué en cancha grande a partir de los 10 años hasta los 15, que me vine a Banfield.
- ¿Empezaste como arquero o como delantero?
-Cuando estaba en baby, yo quería jugar 10 partidos por día: estaba la categoría A, la más fuerte, y como había muchos chicos, armaron la B. En la A yo jugaba arriba y como en la B no tenían arquero, preguntaron quién quería atajar... y yo levanté la mano, con tal de jugar, me anotaba en todas (risas). Bueno, así empezó todo. Yo venía acostumbrado a atajar, porque cuando íbamos con mi hermano al parque, como es 5 años mayor que yo, me decía: “Dale, atajá”, y eran pelotazos de acá y de allá. Tito Lucatto, el papá de uno de mis mejores amigos de la infancia, me decía siempre: “Dejá de romper las bolas con jugar adelante, andá al arco que vas a salir en la tapa de El Gráfico siendo arquero”. Cuando salimos campeones con Banfield y salí en la tapa de El Gráfico fue el primero que me llamó.
- Como delantero ¿hubieras hecho la carrera que hiciste?
-Me gustaba jugar por afuera, era rapidito y metía goles. Creo que no hubiese desentonado, capaz podría haber jugado arriba… no hasta los 44 años, eso seguro, porque hoy juego en los picados y me canso (risas)
El inicio de la leyenda
- ¿Cómo llegaste a Banfield?
-Siempre tenía en la cabeza venir a probarme a Buenos Aires. Un año antes de hacerlo en Banfield vinimos con dos amigos a una prueba en River por un contacto del padre de uno de los chicos. Yo era muy bajito, y cuando me preguntaron de qué jugaba y dije “arquero”, me miraron como diciendo “imposible”. Me probaron 10 minutos entre 170 mil pibes. No toqué la pelota, fue una experiencia muy frustrante, no quedamos ninguno de los tres.
Jugamos todo el año en Luján pero fue triste, un golpe de realidad que no esperaba. A fin de año, el técnico de Luján nos comentó que tenía un amigo en Buenos Aires con contactos en un par de clubes y viajamos con dos amigos. Paramos en la casa de una familia amiga de apellido Casataro, en Parque Chacabuco. Siempre le estaré agradecido a esa familia. Este amigo del técnico traía un equipo completo de la ciudad de San Lorenzo, Santa Fe, y nos dijo que al otro día había una prueba contra Huracán. “¿De qué jugás?”, me preguntó. “De arquero”, le contesté. “No, arquero ya tengo”. “Pero también juega de delantero”, le dijo uno de mis amigos (risas). El tipo no entendía nada, me puso en el segundo tiempo y metí 2 goles. “Vos no sos arquero. Mañana jugamos contra Platense, vas a ir como delantero”, me dijo. Fuimos y metí 3 goles, gambeteaba a todos, anduve bárbaro. “El viernes te quiero ver de nuevo, tenemos partido con Boca en Parque Sarmiento”, me dijo. Ganamos 3-2 y metí 2 goles.
- Te fichó como delantero, supongo.
-El técnico de Platense me preguntó si tenía un lugar a dónde quedarme a vivir, en ese momento el club estaba muerto, no tenía pensión. A los dos días había una prueba en Banfield para mis amigos, y los acompañé. Miraba paradito a uno costado del campo mientras hacían fútbol y pasó Edilberto Righi, ex arquero de Banfield, que era coordinador de inferiores en ese momento. “¿Vos no te probás?”, me preguntó. “No, porque quedé en Platense”, le contesté. “¿De qué jugás?”, siguió. “De arquero”, le dije, no sé por qué. Me preguntó de qué categoría era, le dije que 78. “¿Sabés que hace falta un arquero en la 78? Tenemos uno solo, vení, voy a probarte”, me invitó y me hizo una prueba de arquero en serio. Le gusté. Después de un ratito, me dijo: “Si volvés a Mendoza a buscar tus cosas, te espero el miércoles que viene acá”. Así que me volví a Mendoza en un camión de un amigo de mi viejo, 170 horas cebando mate, ja, ja creo que me quedó el brazo acalambrado. Hubo que pelear un poco para que Luján me diera el pase y me fui a vivir a la pensión de Banfield. Arranqué con edad de Sexta.
- O sea que si ese día Righi no hubiera estado ahí, habrías fichado como delantero en Platense…
-Olvidate. Aparte ni tendría que haber ido ese día a Banfield, fui a acompañar a mis amigos. Es el destino. La cuestión es que a los 4 o 5 meses de llegar al club empecé a entrenarme con la Primera, después hice la pretemporada a comienzos de 1996 y a fines de ese año debuté en un plantel de grandes nombres como Patrulla Jiménez, el Chueco Delfino, Wensel, Guido Alvarenga, Víctor Hugo Delgado, un crack, Craviotto…
Su llegada a Atlético Tucumán
No fue la primera opción de Luchetti, tampoco la más deseada. Así lo confiesa y confiere a su representante toda la responsabilidad de su llegada a 25 de Mayo y Chile. Una decisión que terminó dándole grandes alegrías, como las que supo darle a la hinchada Decana a la que tanto le dolió su partida.
- ¿Por qué no querías jugar más?
-Porque había tenido un año durísimo, de mucha presión, un año político en Banfield, nos caímos en picada, nos fuimos a la B. Y cuando uno quiere mucho a un club y se siente tan identificado, te golpea muy fuerte. Al volver de las vacaciones, me llamaron de Olimpo, de Atlético Tucumán, y de 3 o 4 clubes más, todos del Nacional B. “Tucumán no”, decía, pero mi representante me insistió para que me juntara a escuchar. Me contaron del proyecto, me dijeron que Atlético viajaba en avión, la verdad que yo no quería andar en colectivo para todos lados, pensé que por ahí me venía bien ir al interior para despejarme, mis hijas eran chicas, y le dije a mi mujer: “Pruebo 6 meses a ver qué onda y si no anda, en 6 meses estoy acá de vuelta”.
- ¡Te quedaste 10 años!
-Así es (risas). Creo que las carreras te las acortan o alargan las campañas. Quizá me hubiese retirado ese año si no me salía algo interesante; después, siempre digo que mis contratos son por 6 meses y veo cómo me siento: si tengo ganas, vamos por 6 meses más. Me acuerdo de que, al terminar mi primer año de contrato, en Atlético me ofrecieron firmar por 3 años más. “Yo no voy a jugar ni loco 3 años más”, les dije. Firmé por firmar, siempre revisando a los 6 meses cómo me sentía. Y al final ascendimos, peleamos campeonatos, entramos en la Sudamericana, luego en la Libertadores, final de la Copa Argentina… Como te dije: las campañas me fueron estirando la carrera.
Su salida de Atlético Tucumán
Luchetti despeja por primera vez las dudas sobre sus desavenencias con Juan Manuel Azconzábal, el técnico que la dirigencia trajo como el gran salvador del equipo tras varios intentos fallidos por suplantar al Ruso Zielinski tras su partida. ¿Tuvo que ver la llegada del vasco con su partida? ¿Hay enojos con el presidente del club? Sus respuestas:
- ¿Por qué te abrieron la puerta de salida del Decano?
-Fue más que nada una decisión mía; si hubiera querido seguir, todavía estaría en el club.
- Pero tuviste un contrapunto con Azconzábal que te llevó a escribir una carta.
-Azconzábal me dijo que, si me quería quedar en el club, que me quedara, pero que él iba a tener otras opciones, que iba a traer otro arquero y que no iba a jugar, seguramente. Entonces, a esta altura de mi carrera, si no iba a atajar, ¿para qué me iba a quedar?
- Podías ir al banco y ganarte el puesto.
-No, no, seguramente iba a ser el tercer arquero. Mi esencia fue siempre jugar al fútbol. Salvo alguna situación puntual, tuve la suerte de jugar en todos los clubes donde estuve. Entonces, con 43 años, si me quedaba sin jugar, para eso me retiraba. Por eso me planteé: me voy a donde pueda jugar, sea en la B, en la C o en la F. La adrenalina que me da jugar no me la da estar mirando un partido desde la tribuna. Y firmé con Gimnasia de Jujuy, en la Primera Nacional.
- ¿Vos sentías que estabas en mal nivel?
-No, es más: el último partido fue contra River, que empatamos 1-1, y al otro día a la mañana tuve una reunión con Azconzábal y me planteó la situación. Yo ya venía con alguna diferencia con Azconzábal del ciclo anterior, y sabía que si volvía al club iba a ser difícil mi continuidad. Todos tenemos cosas buenas y malas, y a mí había muchas cosas que no me gustaban de su manera de manejarse. Simplemente eso, no quiero decir que tenía razón yo, eh. Así que cuando él firmó contrato, yo ya sabía que iba a ser difícil que siguiera en el club.
- ¿Esperabas otro apoyo de Leito, después de tantos años?
-Pasa que también había sido un año malo para los dirigentes, para el club en general, entonces fue más darle el gusto a la gente que quería a Azconzábal. Era Azconzábal o Lucchetti, seguramente. Fue así.
- Declaraste entonces que ibas a volver al club, no sabías en qué condición pero que ibas a volver.
-En junio de este año me propusieron volver, como jugador y como manager, pero respeté mi contrato con Gimnasia de Jujuy. No me parecía lógico irme a mitad de campeonato y romper el contrato con un club que se portó tan bien conmigo y me abrió las puertas en un momento difícil.
¿Vuelve a Atlético?
Cristian Luchetti dice estar profundamente agradecido con Gimnasia de Jujuy, el único club que le abrió las puertas en su peor momento. Adelanta que planea quedarse un año más y habla sobre un posible regreso a Tucumán, provincia donde todavía vive su esposa y sus dos hijas.
- ¿Qué vas a hacer ahora?
-Me ofrecieron quedarme un año más en Gimnasia y firmaré en estos días. Quiero jugar. Me gusta el desafío, si Dios quiere, de pelear el torneo, ser protagonista. Ojalá que el año que viene sea un buen año para Gimnasia.
- ¿Pero pensás volver a Atlético o no?
-No depende de mí. Tengo muy buena relación con los dirigentes, de hecho me lo propusieron, y si no estoy trabajando en el club es por decisión mía, porque tengo ganas de seguir jugando y porque tengo un contrato firmado. Lo digo con humildad: si tengo ganas de volver a Atlético, no habría problema. Eso creo.
- ¿Qué hizo tu familia este año?
-Se quedó en Tucumán. Después de 10 años están muy afincados ahí. Una de mis hijas está en el colegio, la mayor empezó la universidad, mi señora tiene inmobiliaria, y tampoco estoy tan lejos, son 330 kilómetros de San Miguel a San Salvador.
La entrevista completa de Diego Borinsky al Laucha Luchetti, en este enlace.