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Como una final: la noche del 9, el corazón en la cancha y la ilusión en el alma

análisis

San Martín le ganó a Belgrano en su ley: con contundencia, un acierto del centro delantero, solvencia y concentración. No está muerto quien pelea, y acá hay lucha para rato. A cuatro partidos para el cierre, el Santo va por el ascenso.





Era la última oportnidad para ilusionarse un ratito más con el título. Qué está difícil y cuesta arriba es verdad, pero que todavía hay chances también es cierto y si no preguntale a los miles que agotaron las entradas y a los otros miles que se tuvieron que conformar con la pantalla chica y el corazón grande.

Que te cuente Miritello, el 9 resistido de los 12 goles que siempre suman puntos, casi todos trajeron triunfos y un empate valioso en Floresta. Esa vez con cabezazo tan hermoso como el de esta noche. 

Anticipo precioso, de palomita, de pique al suelo y contra el palo. Inatajable. La fórmula era repetida: Pellerano ya había tirado un centro desde el mismo lugar y Miritello no la había podido conectar. Pero ahora, ahora sí y a gritarlo con el alma.

Era el duelo de los 9, el de ellos un tal Vegetti, ponderado por todos, paradigma de jerarquía según los sabiondos del balón pié. De otro lado el humilde y hasta hace poco ignoto Miritello, que cobra dos mangos y paga con fortuna de puntos. El experimentado de celeste tuvo una y se la sacó un Carrizo gigante, en cambio, el joven de San Martín  no dejó que el cotizado Losada ni siquiera la rozara.

Así es el fútbol y en la cancha se ven los pingos y en esta noche se vieron, porque si San Martín se cambió el chip y, después de los dos primeros minutos para el olvido, entendió que hoy había que jugar con los dientes apretados, buscando ganar la segunda pelota y tirando centros desde cualquier lado y así le ganó al puntero en su ley, con un pelotazo del central para el 9 y después con orden, prolijidad y, sobre todo, concentración. Ellos están al borde de salir campeón haciendo lo que San Martín por fin hizo esta noche, ni más ni menos. 

El triunfo se construyó así, a lo guapo, a lo macho. Hacía falta para despejar dudas y fantasmas que dicen que este equipo no gana partidos importantes, como si las 14 victorias anteriores no hubieran servido de nada. 

Tanto fue así que las únicas de ellos vinieron por errores propios dos en esos primero instantes de dudas y malas salidas, con los centrales cambiados de lugar para sorprender y con un equipo tal vez todavía obnubilado por el recibimiento más lindo del mundo. Y una tercera en el complemento tras un cambio de frente interceptado.

Era una prueba de fuego, un examen de extrema dificultad aprobado con creces, con nota alta y sin zozobras ante el tribunal más exigente. Todos los entendieron de esta manera, por eso desde la seguridad de Carrizo hasta el gol de Miritello, pasando por la solvencia de los centrales y la entrega de los laterales, San Martín fue eso que todos querían que sea: un equipo que se la banca.

Un Llama encendido, un Andrada electrizante, un Tino fino, un Nasta solidario, un Abregú equilibrado, un Jourdan de menor a mayor y un Quiroz metidísimo, el Santo se guardó los tres puntos de oro en el bolsillo casi sin sufrir. 

“La lucha es de igual a igual contra uno mismo y eso es ganarla”, dice un temazo que hoy viene al caso porque después vendrá lo que tenga que venir, el segundo, el tercer puesto o el que sea, y hasta, ¿Por qué no?, el primero. Si al fin y al cabo, ilusionarse no cuesta nada. 

Solo quedan cuatro fechas, cuatro nomás, parece mentira que tanta agua haya corrido bajo el puente desde aquel debut contra Temperley, el final de la película está cerca, el desenlace todavía es incierto, mientras tanto a disfrutar del camino, que esta noche ganó el Santo y lo demás no importa nada. Nos vemos el sábado en Campana. Otra batalla. Que sea fiesta. Ahí estaremos.